"Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia."

lunes, 1 de agosto de 2016

El Obispo Lué y Cornelio Saavedra

A propósito de nuestra entrada sobre el obispo Lué, nos ha llegado el siguiente comentario, con el que estamos muy de acuerdo.


Está muy claro que Cornelio Saavedra en sus memorias quiso aniquilar moralmente a monseñor Lué y Riega pintándolo como un energúmeno con un voto que era incluso contrario a la realidad americana, los españoles americanos llegaban a las mas altas esferas del gobierno. Y en el Río de la Plata tenemos un elocuente ejemplo, el Virrey don Jorge Vértiz era americano, había nacido en la Nueva España.

Pero no solo en el gobierno los americanos alcanzaban las mas altas jerarquías, en el Ejército el teniente general José La Mar era quiteño y también en la Iglesia, aquel obispo de Asunción que tanto luchó con los jesuitas para imponer el catolicismo en las Misiones, Fray Bernardino de Cárdenas, era americano hijo de dos conquistadores del Perú.

Y vayan estos tres nombres como ejemplo, se podrían citar centenares de ellos.

Y ahora dos palabras sobre Cornelio Saavedra. Como todos los revolucionarios, Belgrano y San Martín incluidos, Saavedra era un perjuro.


Había jurado defender y seguir la bandera española y fidelidad tanto a carlos IV como a su sucesor Fernando VII.

Este carácter de perjuro que nuestra historieta oficial jamás menciona nos demuestra su sentido del honor y moral.

Segundo el obispo Lué era militar de escuela y desde casi un niño había ingresado a un ejército profesional alcanzando a graduarse de Oficial Jefe, Sargento Mayor, después de largos años de servicio activo.


Saavedra era un comerciante o sea un representante de la aristocracia de la vara de medir porteña (Aunque este tendero era potosino).

Fue designado coronel por el voto de los soldados de su regimiento. Ese carácter plebiscitario y democrático es una burla al espíritu militar. Su única actuación bélica fue durante las invasiones inglesas.

Don Benito Lué y Riega estaba muy lejos del energúmeno pintado por Saavedra, un testigo totalmente imparcial, el capitán inglés Alexander Gillespie, hombre cuya perspicacia queda reflejada en las atinadas y profundas observaciones que nos ha dejado en su obra, conocida entre nosotros como "Buenos Aires y el Interior".


Gillespie que evidentemente estuvo a cargo de la inteligencia del invasos nos dice al respecto "Esa cabeza de la Iglesia había alcanzado en sus primeros días el grado de mayor en los ejércitos españoles.... Estaba dotado además con una figura elegante, con una amabilidad que inspiraba confianza y un modo de decir las cosas que intrigaba, para lo que estas cualidades eran auxiliares muy útiles".

Como se ve monseñor Lué y Riega era una persona de gran valía, por eso se decidió aniquilarlo moralmente, paso previo para el definitivo aniquilamiento material, conseguido bajo el gobierno del Triunvirato manejado por Rivadavia, con la colaboración de un cura apóstata.

Es muy sintomático que rivadavia también hubiera hecho asesinar a Fray José de las Ánimas, único superior del clero regular que no juró fidelidad a la Corona Británica

Fray José y el Obispo fueron dos mártires de la religión y la lealtad a la Patria.

miércoles, 20 de julio de 2016

Los Azcuénaga realistas

Hablar de los Azcuénaga es hablar de lo que algunos historiadores denominan "clan Azcuénaga - Santa Coloma - Basavilbaso", quizá el grupo económico más poderoso de Buenos Aires al momento de la Revolución de Mayo de 1810.

El vizcaíno Vicente de Azcuénaga e Iturbe, nacido en 1706 y comerciante, pasa al Río de la Plata cuando tenía poco más de 40 años. Aquí se asocia con el vasco, más joven que él, Francisco Ignacio de Ugarte. Quizás, a través de este gran comerciante porteño, llega a asociarse con el poderoso Domingo de Basavilbaso.

El bilbaíno Basavilbaso había llegado a Montevideo con tan sólo 18 años para ayudar a un tío suyo en el comercio. Cuando su pariente regresó a la Península, dueño de una decente fortuna, Basavilbaso quedó a cargo y logró desarrollar una exitosa carrera. Pasa a la capital del Virreinato, casa con una criolla y accede así a la vida pública, primero como alcalde ordinario de 1º voto del Cabildo, después síndico y, finalmente, regidor. Se hizo cargo del correo de Buenos Aires con Potosí y Lima, y, eventualmente, se creará para él el cargo de administrador del Correo Marítimo, puesto desde que afianzará su fortuna privada. En 1771 se retiró, dejando sus cargos a su hijo Manuel. Falleció cuatro años después.

Vicente Azcuénaga sellará su alianza con el matrimonio con María Rosa de Basavilbaso Urtubia en 1752, con quien tendrá varios hijos. Miguel, José Bruno, Vicente y Domingo entre los varones. De sus hijas, se recuerda a Flora, que casará con Gaspar de Santa Coloma, y Ana, desposada por el virrey don Antonio Olaguer y Feliú.

Santa Coloma era bastante más joven que Azcuénaga y Basavilbaso, pero aportó un importante podería económico al clan. Por motivos nunca aclarados del todo, este alavés que tenía acceso a la Corte, debió escapar de un día para el otro y recaló en Buenos Aires en 1768. Aquí se dedicó al comercio con bastante éxito y, tras relacionarse familiarmente con los Azcuénaga-Basavilbaso en 1781, se integró a la poderosa empresa.

La notable obra historiográfica Buenos Aires colonial de Enrique de Gandía está basado en las numerosas notas, cartas y diarios de este minucioso comerciante, quien, además, se convertiría en patriarca del clan y protector de jóvenes notables. Alojó en su casa, entre sus numerosos sobrinos, a Martín de Álzaga, un joven vasco (que apenas hablaba un poco de castellano), venido a los 12 años en un buque mercante propiedad de su tío. Santa Coloma percibió en él a su heredero, y lo cobijó bajo su ala durante largos diez años que terminaron con la independencia de éste; cosa que don Gaspar lamentó, pero no tomó a mal.

Tras la Revolución de Mayo de 1810, Santa Coloma fue perseguido, lo mismo que su antiguo protegido Álzaga, perdiendo gran parte de su riqueza en sucesivas oportunidades a manos del gobierno revolucionario, pero, aunque acusado de conspirar contra el Triunvirato como éste, salvó la vida. Falleció a comienzos de 1815, dejando el resto de su fortuna a su único hijo Francisco, casado con su prima Rosa Pascuala de Azcuénaga Núñez.

De los hijos de Vicente Azcuénaga, criados por su cuñado Santa Coloma, se destacaron dos: Miguel y Domingo de Azcuénaga y Basavilbaso. El primero es bastante conocido, el "prócer" de la historia argentina, militar y cabildeante, vocal de la Junta después de la Revolución de Mayo, morenista y directorial, fallecido siendo legislador en Buenos Aires. 




Domingo de Azcuénaga, por su parte, se graduó de abogado en Lima y ejerció en Buenos Aires. Pero parece que su vocación tenía más que ver con la literatura, siendo poeta fecundo y el "primer fabulista argentino". Apoyó a su hermano Miguel y se sumó entusiasta a la Revolución de Mayo.

Sin embargo, desde 1790, Domingo estaba casado con Clara Núñez y Chavarría, hija del notario del cabildo Pedro Núñez Alonso y de Isabel de Chavarría del Castillo (o Echavarría). A pesar de que su marido apoyaba el movimiento revolucionario, Clara era una leal vasalla del Rey. Ayudó a ocultar en su casa de Buenos Aires a más de 100 oficiales y soldados realistas, muchos de ellos fugados del campo de concentración de Las Bruscas, y los asiste para que escaparan a Montevideo, entonces último baluarte de la lealtad. Dueña de un sentido del humor muy particular, en una ocasión, Clara invitó a su casa a una reunión a alvearistas, rodriguistas, patriotas, realistas y portugueses, en un momento de extraña fraternidad. Así se supo de su papel encubriendo realistas, pero no fue molestada. 

Doña Clara colaboró con su hijo, el alférez José Benito de Azcuénaga, también realista, a cruzar a Montevideo. También su hija María Norberta Azcuénaga, casada con el coruñés Francisco Reguera Pérez, capitán veterano de las Invasiones Inglesas y ex secretario de Liniers, era notoriamente adicta a la causa del Rey.

Nacido en 1793, José Benito de Azcuénaga, hijo de Domingo Lino y de Clara Isabel, siendo un jovencísimo cadete del Fijo de Buenos Aires, participó con heroísmo en las Invasiones Inglesas. Pero, tras la Revolución de Mayo, asistido por su madre pasó a la ciudad de Montevideo. 

Siendo alférez, Jacinto de Romarate le encargó la defensa de la isla de Martín García en 1814, ante las incursiones de la flota anglo-argentina del corsario William Brown. Con sólo 70 hombres, la mayoría de ellos vecinos de la isla, y un cañón de 8 lb. (y dos navales de 6 lb., desembarcados más tarde), Azuénaga será un hueso duro de roer. 

La escuadra de Brown estaba integrada por la fragata “Hércules” (de Eliah Smith), la corbeta “Céfiro” (Zephyr, de James King), el bergantín “Nancy” (de Richard Leech), la goleta “Juliet” (de Benjamin Franklin Seaver), la goleta “Fortuna” (de John Nelson), el falucho “San Luis” (de John Handel) y la balandra “Carmen” (de Samuel Spiro). Frente a ellos, resistía la flotilla realista, dirigida por Romarate y compuesta por los bergantines “Belén” (de Ignacio Reguera), “Nuestra Señora de Aránzazu” y “San Julián de Gálvez” (de Pascual de Cañizo), las balandras “Americana” (de Ignacio Flores) y “Murciana”, las cañoneras de río “Perla”, “Lima” (de José Ignacio de Sierra) y “San Ramón”, y un lanchón a remo. 

Romarate consiguió rechazar el ataque anglo-porteño el primer día, quienes tuvieron numerosas bajas, incluyendo a los “patriotas” Benjamin Seaver, Eliah Smith, Martin de Jaume, Robert Stacy, Edward Price, Richard Brook, William Russell y Peter Brown, y entre los heridos a Thomas Richard, James Stone, Henry Harris, Elsey Miller y Anthony O’Donnell. En la segunda jornada, la fragata “Hércules”, destrozada el día anterior, logró escapar de la varadura y retirarse. Erróneamente, Romarate esperaba los refuerzos de Primo de Rivera que jamás llegaron.

Tres días después, Brown regresó con una estratagema: mientras simulaba un ataque naval para alejar a la flotilla realista, hizo desembarcar 240 hombres en Martín García. Tras el desembarco, el avance sobre la plaza iniciado a las 4 a.m. fue detectado y al subir el cerro para acceder al puerto recibieron el fuego de las fuerzas realistas. En el momento en que la defensa se apercibió del ataque, la flota de Brown inició un cañoneo como distracción desde el oeste sobre la escuadra realista. El ataque, efectuado bajo el fuego enemigo y a la carrera por camino fragoso y ascendente, se detuvo brevemente. En ese momento crítico se ordenó al pífano y al tambor tocar la marcha del Ejército Británico "Saint Patrick’s Day in the Morning". Los defensores martinenses se vieron sobrepasados y se rindieron tras veinte minutos de combate, con lo que el Tte. Jones de la “Céfiro” capturó la batería volante, volteó los cañones contra los navíos realistas e izó las insignias de Brown, poniendo fin al combate. 

Muchos de los defensores, al igual que la mayoría de los pobladores, pudieron refugiarse en los barcos y escapar a Montevideo, sólo algunos fueron copados en una balandra que no tuvo tiempo de huir pese a la protección de los fuegos de la escuadra: "En ella se encontraron algunos soldados enemigos los que hicieron una dura resistencia hasta que fueron pasados a degüello", dice el parte del "patriota" Pedro Oroná, del 18 de marzo. 

Por su heroico comportamiento en la resistencia de Martín García, el joven Azcuénaga fue ascendido a Teniente de los Reales Ejércitos. Prisionero en la rendición de Montevideo, tras su liberación se radicó en la Península Ibérica, abandonando para siempre el Río de la Plata natal. Luego se pierden los detalles de su vida. Lo vemos como "capitán en comisión de los Lanceros destinados a América" en 1816, aunque no llegó a cruzar el Atlántico. Falleció siendo Teniente Coronel de los Reales Ejércitos el 15 de julio de 1843.



lunes, 27 de junio de 2016

El realismo, la causa del pueblo

Vicuña Mackenna presenta la resistencia realista sureña [en Chile] como una "historia del pueblo, del pueblo-soldado, del pueblo-campesino, del pueblo-guerrillero, del pueblo, en fin, ruda, ignorante, grande" [Vicuña Mackenna 1972, XXXV]: Uno de los principales protagonistas de la resistencia a la Independencia, Vicente Benavides, casi analfabeto, era hijo de un carcelero; los famosos hermanos Pincheira (4) eran campesinos de la zona central de Chile (hacienda Lloycalemu de Parral) [Una vez apresado y colgado Vicente Benavides los hermanos Pincheira continuaron la lucha. En 1827 el ejército los combatió y derrotó en el sitio de Alico, desorganizando su guerrilla. El último de ellos sólo cayó el año de 1832 en las lagunas de Palanquín. Fueron apoyados por los pehuenches en cuyas tolderías se refugiaban.]; José María Zapata, arriero; José Ignacio Neira, hijo de un balseador del Bío-Bío; Juan Antonio Ferrebú, cura; Agustín Rojas, hijo de artesano; Dionisio y Juan de Dios Seguel, hermanos, eran modestos estancieros; "otros también hubo que no tuvieron nombres y que no han pasado a la historia sino con un apodo popular" ["Y aquellos hombres que así morían, iban tan alegres al patíbulo como al combate... Al grito de ¡viva el Rey! todo el sur estaba de pie. La patria no era Chile, era Santiago. Por esto, solo cuando se pacificó completamente el Mediodía (1824), la nación toda tomó oficialmente, y por especial decreto, el nombre que hasta hoy ha sistentado con orugllo" en Vicuña Mackenna 1972, XL.].

Incluso a nivel eclesiástico la causa del Rey fue principalmente popular. El alto clero santiaguino se sumó a la causa separatista, no ocurrió así con "la clerecía de los campos, donde los párrocos, identificados con las pasiones y la ignorancia misma de sus fieles y después sus soldados" [Vicuña Mackenna 1972, 62. Se menciona a los curas de campo Ángel Gatica de Chillán, Luis José Brañas de Yumbel, fray Pedro Curriel de Cauquenes, etc.] abrazaron la causa del rey. [Cuenta a este respecto Lord Cochrane en sus Memorias: "A pesar de la superioridad del enemigo y del espectáculo que presentaban dos fanáticos frailes que, con la lanza en una mano y el crucifijo en la otra, iban y venían sobre las murallas, exhortando a la guarnición a resistir hasta la muerte a aquel puñado de agresores, el valor indomable de Miller no le dejó permanecer hasta la noche en los fuertes que ya había tomado, pues entonces hubiera tenido comparativamente menos riesgo atacando en la oscuridad" en Memorias de Lord Cochrane, conde de Dundonald, París: Impr. de Eduardo Blot, 1863.]

Claudio Gay coincide con el carácter realista de Concepción y agrega: "notándose más esta tendencia en la clase baja; pero en lo que se desplegó una política hábil, aunque contraria a las leyes de la humanidad y aun a las de la guerra, fue en comprometer en esta causa a la raza india, que se hallaba en una neutralidad expectante, dispuesta a caer en caso necesario sobre el vencedor débil, si las circunstancias lo permitían. Esta alianza con un gobierno que tan abusivamente les había hecho sentir su superioridad, tenía su origen en la grande influencia que sobre ellos ejercían los capitanes de amigos. [Claudio Gay en la Historia Física y Política de Chile, Santiago de Chile, MDCCCLIV, tomo sexto 301-303, da noticia de la actividad de Ossorio para obtener el apoyo de los indios para la causa realista, el que finalmente se consiguió.]

El Gobierno intentó atraer a los indios mediante parlamentos pero éstos prefirieron seguir combatiendo al lado de los realistas.

Fray Melchor Martínez destaca para el perídoo 1811-1814 el papel de los indígenas: "Débese también notar la amistosa cooperación de los indios araucanos enemigos perpetuos y naturales de los españoles, que siendo ellos una nación tan celosa de su independencia, se declararon ahora acérrimos defensores de la causa del Rey, y peleaban con el mayor empeño para impedir a los insurgentes su deseada libertad [...] El resultado de la contrarrevolución araucana proporcionó al Ejército Real la posesión de todas las provincias ulteriores a Bío-Bío, la comunicación con Valdivia, Chiloé y Lima y la amistad y adhesión de los gentiles araucanos, mudando de tal modo el aspecto de la guerra, que los insurgentes tan ensoberbecidos poco antes, quedaban ya casi bloqueados en Concepción. [Fray Melchor Martínez 1964, 190 y 191.]

Fragmentos del valioso ensayo del eminente historiador del Derecho y catedrático de la Universidad de Chile Dr. Eric Eduardo Palma González, "¡Viva el Rei! El grito silenciado del auténtico conservadurismo chileno", en Izaskun Álvarez Cuartero y Julio Sánchez Gómez (coord.), Visiones y revisiones de la Independencia americana: Realismo, pensamiento conservador: ¿una identificación equivocada? (Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2014), pp. 145-166.


lunes, 20 de junio de 2016

A confesión de parte: El deán Funes


Yo no puedo ocupar á V.E. que me humilla tanto sometimiento al Gabinete británico. Él nos ha favorecido con el reconocimiento de nuestra independencia; pero no ha buscado en esto más nuestro beneficio que el suyo propio.

Carta del deán Funes al "libertador" Simón Bolívar, Buenos Aires 26 de agosto de 1825.



[Sobre el deán cordobés canónigo Gregorio Funes ya hemos hablado aquí.]


 

lunes, 13 de junio de 2016

Regimiento de Infantería de Burgos 1er Batallón

Oficial del 1er Batallón en uniforme usado en la campaña de Chile

Este regimiento fue creado en España en 1794. Terminada la guerra contra las fuerzas de Napoleón fue ordenada su marcha a Ultramar.

En mayo de 1815 fue dividido en dos Batallones. En 1817 estaba al mando del General José de Canterac y fué destinado al reforzar el Ejérico del Virreynato del Perú. El segundo batallón embarcó el 1 de abril de 1817 al mando del Teniente Coronel Agustín O'Termín debiendo llegar a Perú por vía de Costa Firme mientras que el primer batallón lo haría el 2 de mayo desde Cádiz por la ruta de Cabo de Hornos. El segundo batallón nunca llegaría a destino ya que el General Pablo Morillo lo retuvo para cubrir su falta de tropas.

Participó en la campaña de Chile y en Perú.

Para la campaña de Chile el 1er Batallon vistió casaca azul con solapa encarnada, cuello y botas enteadas, chupa y pantalón blanco.

Fuente: J. Luqui Lagleyze, Los Realistas (Madrid: Quirón, 1998).

lunes, 6 de junio de 2016

Escolta de Caballería del Virrey del Perú


Esta unidad fue creada en 1557 y junto al cuerpo de infantería de Alabarderos constituían la guardia personal del Virrey del Perú. Dotado con una fuerza de 147plazas, esta se redujo en 1784 a 35 plazas siendo 1 oficial y 34 soldados.

El General San Martín la disuelve en el año 1821 al hacerse cargo del gobierno del Perú pero se mantiene en el ejército realista al servicio de La Serna tras haber este abandonado Lima como figura en las Guías de Forasteros de Madrid de los años posteriores.

En 1824 se uniformaban de dolmanes verdes con cuello y botas de piel negra galonado de trencilla amarilla y pantalones blancos. 

Fuente: J. Luqui Lagleyze, Los Realistas (Madrid: Quirón, 1998). 



lunes, 30 de mayo de 2016

Un dominico chileno y realista: J. M. de la Torre (1777-1840)

Hace contraste, sin embargo, con la literatura revolucionaria, la prosa que empleó un periódico aparecido para defender los intereses del Rey de España durante los días amargos de la reconquista española [de Chile, después de Rancagua].

Nos referimos a la Gaceta del Rey, que dirigió el Padre dominico Fray José María de La Torre, nacido en Santiago el año 1777 y fallecido en la misma ciudad en 1840. Cuando Osorio, que fué un hombre culto y con ínfulas de letrado, abolió, durante la reconquista, diversas instituciones creadas por los patriotas, comprendió con un gesto lleno de claridad de visión que, para los propósitos sustentados por España, era necesario conservar la imprenta y aprovechar bien sus servicios en pro de la causa del Rey.

Los patriotas, antes de abandonar a Santiago, después del desastre de Rancagua, destruyeron la imprenta existente en la capital.

Con los restos tipográficos salvados de esta ruina, Osorio hizo publicar la Gaceta del Rey, que encomendó a la dirección sagaz e inteligente del Padre La Torre. Con licencia del Obispo Rodríguez Zorrilla, este religioso se hizo cargo de la publicación del citado periódico. 

Cuando salió la Gaceta del Rey, su director hacía las siguientes observaciones sobre los deberes del periodista:
«Su espíritu aún debe ser más agitado; pues él ha de discurrir acerca de toda clase de materias; ha de desengañar sin exasperar; ha de lidiar con todo un público, a quien es casi imposible contentar; ha de combatir con energía las opiniones sediciosas; ha de procurar unir y pacificar los ánimos disidentes; ha de pelear con la pluma por su rey, y con ella conquistarle multitud de corazones; ha de conciliar la verdad con los intereses de la política; ha de tener mucha lectura e instrucción en varias lenguas, tanto para traducir gacetas, como para otros empeños; ha de ser honrado, sigiloso, y de prudente cautela; ha de tener imaginación viva, estilo culto, pluma expedita, y en suma, debe ser tal que merezca la confianza del gobierno.»
El primer número de la citada publicación, cuyo redactor revela, a juzgar por las ideas citadas, una mentalidad amplia para su época y un espíritu cultivado, salió a luz el Jueves 17 de Noviembre de 1814, es decir, pocos días después de la entrada de los realistas a la capital con motivo de su triunfo en la batalla de Rancagua.

Comprendiendo el Padre La Torre que, para las ideas realistas, la mujer era an elemento útil y poderoso, les dirigió las siguientes frases, amables y cordiales y destinadas a penetrar en su psicología: 
«Chilenas, añadid la docilidad y la dulzura a los demás atractivos que os hacen tan apreciables. No se diga que la seducción os halló fáciles y el desengaño tenaces. No tenga más poder y más influencia en vuestro tierno corazón, la inconsideración, la rapacidad, la desenvoltura, que el honor, el juicio y la prudencia. Devoto llama la Iglesia a vuestro sexo; no lo desmintáis dando a entender que aprobáis las rapiñas, los sacrilegios, la descarada irreligión, si defendéis apasionadamente a sus autores. No ensuciéis vuestros bellos corales, invectivando con fiereza contra los amadores de la paz y de vuestros verdaderos intereses. Cesen del todo y para siempre las tertulias mordaces, las sediciosas canciones que pueden seros muy nocivas.»
Así el Padre de La Torre ganaba voluntades para la causa realista. Su acción habilidosa y tesonera, su conocimiento del carácter chileno, y su maravilloso espíritu de adaptación, hicieron de este escritor uno de los elementos de más valer de aquel tiempo. 

El postrer número de la Gaceta del Rey salió a luz el 21 de Enero de 1817. El triunfo definitivo de los patriotas, después de la jornada de Chacabuco y de Maipo, acabó con esta publicación que defendía la reacción colonial y en cuyas columnas se ostentó una prosa muy superior a la que exhibieron los escritores patriotas.  

Justo es reconocer ahora, cuando la distancia que nos aparta de esa época hace ver con imparcialidad a los hombres y las cosas de entonces, que el Padre de La Torre superó en ingenio literario, estilo y conocimientos a la mayor parte de sus contemporáneos, aún a Camilo Henríquez, padre del periodismo nacional. 

Ricardo A. Latcham, "La Literatura y la vida intelectual chilena después de la Independencia", en Escalpelo (1925).



lunes, 23 de mayo de 2016

"Los defensores del Rey"


"...Más de algún realista, seguramente, lucha con la convicción de que, tarde o temprano, será la suya una causa perdida.

"Pero combaten como lo hicieron siempre los españoles: con valor y con nobleza; se defienden como leones; acorralados, aún quieren los últimos, con una obstinación de poseídos, guardar por las antiguas selvas de Arauco la bandera del Rey, entre indios y bandoleros."

Fernando Campos Harriet*, Los defensores del Rey,
 est. prelim. de Jaime Eyzaguirre (Santiago: Edit. A. Bello, 2ª ed., 1976)

Portada de la 2ª edición.
Fernando Campos Harriet (1910-2003). Estudió Derecho en la Universidad de Concepción, egresando en 1932. Fue profesor en su alma máter y en la Universidad de Chile. Su Historia Constitucional de Chile es aún hoy (después de siete reediciones) el libro de texto obligado para todos los estudiantes de Derecho. En el campo historiográfico propiamente dicho, fue el gran investigador del mal llamado "periódo colonial", de Chile en general y de Concepción en particular; saliendo de su pluma numerosísimos ensayos originales. Fue miembro de número de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, del Instituto de Chile, de la Academia Chilena de la Historia, de la Sociedad de Bibliófilos Chilenos, del Instituto O'Higginiano y de la Sociedad de Historia de Concepción, de la que fue presidente. Además fue honrado como miembro correspondiente del Instituto Internacional de Historia del Derecho Indiano y de la Real Academia de la Historia. Era Caballero de Honor y Devoción de la Soberana y Militar Orden de Malta. Asimismo era infanzón de Illescas. En 1988 fue galardonado con el Premio Nacional de Historia. En 1989 fue declarado Hijo Ilustre de la Ciudad de Concepción.
 

viernes, 20 de mayo de 2016

"Quito fue España: Historia del realismo criollo"

Con profunda alegría comunicamos la aparición del nuevo libro de nuestro colaborador ecuatoriano Francisco Núñez Del Arco Proaño: Quito fue España: Historia del Realismo Criollo.

El mismo será presentado el día 9 de junio de 2016 en Quito en lugar a designar. Contará con la digna presencia de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón.

Para mayor información, la página en Facebook que lo anuncia.



«La liberación de las espaldas de indígenas por la introducción de bestias, bien merecen, como el asno, más estatuas que tantos de nuestros libertadores.»
—José Vasconcelos

¿La Independencia liberó a los pueblos de sus opresores? ¿Cómo explicarse que la llamada Guerra de Independencia haya durado más de 15 años en la América del Sur? ¿Cómo explicarse que nuestra región, la llamada en nuestros días América Latina, sea la más involucionada del mundo tan sólo después de África? ¿Cuáles son las causas de todo esto?

Es en el período que ha sido denominado como de «Independencia», cuando se conforman ex-novo los actuales estados-nación de la América Hispana o, mejor dicho, de la España americana, por la sola acción de un puñado de oligarcas, sedientos de mayores esferas de poder y de riqueza de las que ya gozaban, orquestados bajo la dirección del conocido principio divide et impera de la política colonial británica, es decir, bajo los intereses de división y dominación inglesa de nuestro continente, donde podemos encontrar las respuestas para las dolencias que nos aquejan hasta el día de hoy. La acumulación agropecuaria en el sector primario, el estancamiento en una fase agraria de nuestros países y sociedades, de nuestras economías, impidiendo la normal evolución hacia los sectores secundario y terciario de la cadena productiva, o sea, la nunca realizada revolución industrial, y la ausencia de significativos desarrollos político-culturales y, por extensión científico-técnicos, se explican con facilidad tomando como punto de referencia el período de la «independencia» y lo que ocurrió en las inmediatas décadas posteriores, producto exclusivo de esta etapa.

Que la Independencia o las independencias hayan liberado a los pueblos de sus opresores es una falacia absoluta que no sostiene el rigor histórico más elemental. Dicha falacia oficialista se sustenta a través del elenco de mentiras impuestas verticalmente por una mitología artificial cocinada ad hoc que sirvió entonces y sirve aún hoy para legitimar la existencia de las bananeras repúblicas americanas, instrumento político cuya razón de ser consiste única y exclusivamente en facilitar inmunidad plena a la explotación del colonialismo financiero internacional.

¿Quiénes eran y son los opresores y cuáles los oprimidos?
Una evidencia fácilmente constatable de lo sucedido es que la Guerra de la Independencia en América del Sur se extendió por más de 15 años, casi el triple del tiempo que duró la Segunda Guerra Mundial, y eso tomando en consideración la tenacidad del soldado alemán y la incomparable capacidad industrial del continente europeo. ¿Cómo y por qué se extendió entonces tanto un conflicto donde supuestamente la inmensa mayoría de la población nativa: criollos, mestizos, indios, negros, mulatos... se posicionaron ab initio y sin fricciones a favor de la independencia? ¿Cómo se entiende que cerca de 20.000.000 de abnegados patriotas americanos necesitaran tantos años para doblegar a menos de 50.000 peninsulares de toda condición -hombres, mujeres y niños- residentes en la América? En el censo mexicano de 1827 aparecen catalogados 7.148 españoles peninsulares dentro de una población de más de 6.000.000 de habitantes nativos. ¿Alguien en su sano juicio puede creer que seis millones de personas precisarán más de 15 años de luchas fratricidas para reducir a un núcleo de 7.000, del que siendo generosos quizás sólo una cuarta parte son hombres en edad militar?

Analicemos otra evidencia. Las últimas guerrillas realistas en rendirse fueron: 1839, capitulación de las guerrillas realistas indias del Perú; 1845, rendición y exterminio de las guerrillas negras, pardas y mulatas dirigidas por un indio en Venezuela; 1861, derrota de los últimos reductos realistas de Sudamérica en la región india de Araucanía al sur de Chile -nunca incorporada a la Monarquía Hispánica, curiosamente-. Es más que notable que los últimos reductos realistas hayan sido sostenidos precisamente por integrantes de los grupos étnicos que, supuestamente, más quisieron liberarse del «saqueo» sufrido durante trescientos años.

No podemos dejar de entender, haciendo aquí nuestras las palabras del embajador nicaragüense, Augusto Zamora Rodríguez: «Para las poblaciones indígenas la independencia fue una auténtica tragedia, porque guste o no, las Leyes de Indias desarrollaron un primer sistema de derechos humanos en que a estos pueblos se le reconocieron territorios, idiomas, derechos a vivir bajo sus culturas y hasta los evangelizadores tenían que aprender las lenguas de estos pueblos. Todo eso fue desbaratado por las oligarquías que tomaron el poder. Al destruirse esas leyes, los indígenas quedaron desamparados y los terratenientes se lanzaron sobre sus tierras, antes protegidas por la corona. Ahora, en América latina, encontramos una gran paradoja: los pueblos indígenas andan buscando las cédulas reales que les reconocían sus territorios. Esta es la demostración más palpable de que las Leyes de Indias fueron un sistema mejor para los indígenas que lo que vino después de la independencia. Por otra parte, las oligarquías, profundamente reaccionarias, establecieron un sistema de estado en el que la riqueza era todo para ellos y nada para los pobres. Ese es el origen de la desigualdad que hoy tenemos en Latinoamérica.»

No hace falta ser demasiado perspicaz para arribar al origen del argumento expuesto ut supra por Augusto Zamora Rodriguez, a saber: auto-odio. Auto-odio cual herramienta de dominio psicológico, sentimiento de inutilidad y ruina que lleva al inmovilismo cuando no al suicidio de nuestros pueblos. En la moderna guerra psicológica el campo de batalla es la mente del enemigo. Leyendo el tratado de Freud la estrategia de dominación parece ser de una simplicidad pasmosa.

Nacemos y nos enseñan a odiarnos, a odiar lo que somos biológica, psíquica y espiritualmente, a odiar nuestra identidad, a odiar al padre biológico, cultural y arquetípico por «violador» y a odiar a la madre mítica por «ofrecida», por haberse «dejado violar», por no haber sido lo suficientemente orgullosa -egocéntrica- y «heroica» para preferir la muerte al coito -supremo acto de amor- con el conquistador hispano; y así, como no puede ser de otra manera, a odiar al hermano.

El gran trauma de la vida nacional ecuatoriana es el odio, el resentimiento y la fijación con la figura del padre, desde la mitificada y mitificadora independencia que se constituyó en una revuelta en contra de la imagen paterna simbolizada y representada por la Monarquía, dejando vacío después ese espacio en el inconsciente colectivo, dejando un país huérfano; hasta nuestro momento actual donde los destinos del país están en manos de un hombre profundamente marcado por la relación de conflicto con su padre, también huérfano.

Llama poderosamente la atención que si bien la sociedad ecuatoriana es profundamente matriarcal –con las debidas excepciones-, nótese, por ejemplo, las diferencias entre la celebración del Día de la Madre con el Día del Padre; esta sociedad produce hombres dependientes de esa relación con el matriarcado –mamitis aguda, de quienes remplazan a su madre por su esposa- y de profundo rechazo al padre, que termina dando la pauta para su comportamiento social y público. Imponiéndose así, implícitamente, una moral femenina al hombre. Hasta para insultar se lo hace con una de las denominaciones vulgares del aparato reproductor masculino: «¡Esto o aquello vale verga!» Nadie dice: «¡Esto o aquello vale vagina!» Yo por mi parte no insulto al pene, al pene hispánico dador de nuestra propia existencia. Pienso que la mayor responsabilidad de esto es justamente la de los padres que no han hecho valer su presencia como corresponde.

La educación formal nos martillea poco a poco con sus ingeniosas mentiras, nos moldea con relatos de héroes que nunca lo fueron, de abusos que nunca sucedieron, nos conduce de una libertad adulterada, nos habla una igualdad quimérica, y de una hermandad desgajada cual tela podrida.

Nuestra historia oficial, difundida mediante la educación formal actúa a modo de estructura al servicio del poder con objeto de confundir y dividir a propósito a los ecuatorianos, facilitando su control mental y sometimiento psicológico. La futilidad de la historiografía oficial contiene contradicciones insalvables que avergüenzan a quien las conoce; contradicciones de tal calibre que no pueden excusarse por ignorancia, deben ser calificadas directamente o bien de esquizofrénicas o bien de mal intencionadas, cuando no de ambas. ¿Cómo entender que dentro del mismo libro en el capítulo primero los Incas pasan de ser genocidas y brutales invasores que someten al épico y rebelde pueblo caranqui quitu-cara, verdadero núcleo de la nacionalidad moderna ecuatoriana en episodios como Yahuarcocha cerca de 1520 y, que en el capítulo segundo, esos mismos Incas en 1534 sean heroicos resistentes a la invasión colonial española, entregando su vida por el núcleo de la nacionalidad moderna –concepto eurocéntrico inexistente entonces- a la cual anteriormente habían arrasado? ¿O cómo explicar a continuación que los libertadores son en 1822 padres de la patria, colosos y redentores nacionales a los cuales debemos ad infinitum eterna gratitud, sin quienes seguiríamos en el oscurantismo y la explotación colonial... cuando pocos años más tarde (1830) esos mismos libertadores serán militaristas extranjeros, tiránicos usurpadores de la soberanía nacional, causantes de la postración de la república? ¿Cómo asumir que la «abnegada generosidad del apoyo británico a la Independencia» se transforme casi de inmediato en dominación económica a través de la Deuda Externa Inglesa o cómo se puede leer el relato de la «independencia» bajo un prisma puramente local latinoamericano -guerra de liberación- dejando de lado la actuación determinante de las mayores potencias rectoras del orden internacional de la época orbitando siempre sobre nuestro destino continental? No, estas contradicciones no son producto del azar o de la casualidad, son el resultado del interesado criterio de quienes escribieron la historia en beneficio propio y perjuicio de todos los demás.

Ya sueltos en el mundo, surgen las corazas para defenderse de los dos primeros rasguños, y así lo bio-político-socio-histórico se extrapola a lo personal-familiar primero, y a lo común (social) después. Desde los complejos, se produce la admiración y la fascinación por el otro, sea en lo individual como en lo colectivo (el vecino tiene más y mejores cosas/el primer mundo anglosajón es mejor). La más fuerte y engañosa de esas corazas es el ego, el ego del mí –esto es mío- que suprime al Yo -Yo soy-; el ego del que merezco que los demás odien, mientan (la mentira como modus vivendi) y sufran como yo; sufran como yo al no aceptarme como lo que soy. Entonces, los vicios ajenos se adoptan como virtudes propias: orgullo (ego), vanidad, envidia (lujuria por entretenimiento), superficialidad, pasión (deseo), pasión por la ganancia y por el poder (deseo de poseer personas y cosas), estupidez (prejuicio), agresión (odio), la circunspección calculadora, el fanatismo por el trabajo, el respeto a las convenciones y a las imposiciones sociales. En resumen, máscaras que no permiten avanzar ni a la personalidad ni al conjunto.

Se enfrentan el ser contra el tener. No se escucha: «YO SOY», se adolece del «YO TENGO». El desarrollo de la personalidad se produce tomando en consideración aquello que se posee y no aquello que se es. Ergo se evita el desarrollo de la personalidad buscando la estabilidad material. Ya que se busca desarrollar la personalidad a través de lo que se posee materialmente, a través de una estrategia de proyección mediante el objeto. Objeto que realiza la función de tótem, icono simbólico al que la colectividad atribuye ciertos poderes mágicos. El equilibrio psicológico se ha alcanzado entonces al vestir unos pantalones, al calzar unos zapatos o conducir un auto de una marca determinada... todos ellos íconos mediáticos identificados con la idea de éxito social. Es así como se doma al hombre: con baratijas, espejitos y chucherías. El Dr. Pavlov lo describe muy bien en sus estudios sobre la doma de los perros pues a fin de cuentas el hombre que reniega de su libertad deviene en perro de otro y es dominado por la misma estructura de aprendizaje que nos descubrió el médico ruso del siglo pasado.

La psicopatología sería, en lugar de la historia, la disciplina que más propiamente debería investigar lo que acontece con aquellos individuos presos del auto-odio.

El hispanoamericano en sentido amplio, ya sea éste criollo, mestizo o indio reniega sus raíces. Quisiera ser inglés o estadounidense o francés o suizo o lo que sea con tal de no ser él mismo, cualquier cosa le va bien con tal de no ser español o indio.

Sin embargo, cuando le conviene el criollo hispanoamericano trata de hacerse pasar por indio cuando no lo es, como un medio cómodo y fácil de tratar de explicar y cortar la dependencia, tanto en lo que se refiere a Europa como a Estados Unidos. El indigenismo es una forma de facilismo ideológico.

Siempre revestirá mayor comodidad asumir la posición alienante de la víctima, echándoles la culpa a hombres de hace quinientos de años de nuestros males presentes; mejor esconder la cabeza en un mar de fantasías antes que asumir la responsabilidad del momento actual como beneficiarios de la herencia bio-psico-histórica que nos es propia y nos define en tanto que grupo humano diferenciado con respecto de otras culturas. Sin embargo, cada uno es arquitecto de su propio destino. De nosotros depende el seguir viviendo permanentemente engañados y engañándonos, sin querer asumir nuestra realidad. En lo que a mí concierne tengo muy claro que por fin ha llegado la hora de decir: ¡Basta! Ese es y no otro el motivo que impulsa mi voluntad al redactar estas modestas líneas. El despertar la conciencia dormida, aletargada de nuestro pueblo, a través del revisionismo histórico de la guerra de «Independencia». Alcanzar la libertad, una libertad plena de lacras e imperfecciones. Una libertad fundamentada en la verdad, pues no puede haber libertad edificada sobre la mentira al ser necesariamente una libertad falsa, desvirtuada e imperfecta. Con cuánta razón reza la Biblia aquello de: «La verdad os hará libres.»

La Monarquía Universal Hispánica al ser una creación humana distaba mucho de ser un sistema perfecto. Allí donde está el hombre aparece el error, ahora bien, la misma reconoció su falibilidad y se fundó sobre bases de realismo socio-político, aspecto que permitió un nexo común cuya coherencia y estabilidad perduró a través del tiempo. Notable es el contraste con las repúblicas que la continuaron, mantenidas endeblemente en sucesión infinita de ilusorias constituciones escritas en papel higiénico, guerras civiles, revoluciones de cuarto de hora, golpes de Estado y fraudes electorales.

Canonizados cuando no directamente sacralizados, los llamados «libertadores» constituyen a todas luces una nueva religión. Autores de la ignominia desastrosa denominada «independencia», no se contempla su crítica o estudio, la más mínima disidencia intelectual o falta de afección al régimen republicano está penada con el peor de los castigos. Sólo es permisible tolerar la idolatría y el culto por parte de la oligarquía académica establecida, sustentadora cual correa de transmisión de la oligarquía socio-política-económica verdadera beneficiaria de los réditos del discurso políticamente correcto. Es entonces, la antes citada oligarquía académica, dueña o usufructuaria de escuelas, colegios, universidades e instituciones educativas y culturales, públicas y privadas, quien impone su visión unilateral, totalitaria y dogmática de los hechos históricos a diestra y siniestra. La misma oligarquía que borró a la Monarquía Universal Hispánica de sus registros después de la Independencia, que sólo enseña de la Conquista y la Independencia, ad usum Delphini; pero se engulle de tres siglos de historia conjunta entre América y Europa. Construye cárceles mentales donde se obliga a reverenciar a ídolos con pies de barro en beneficio propio, pretendiendo ejercer una moderna inquisición a modo de policía orwelliana del pensamiento para vigilar y aún castigar las «herejías» y «traiciones» de quienes se atreven a pensar, a investigar y a buscar la verdad por sí mismos,debido a que afectan a su andamiaje engañoso y a la estructura de expoliación, fraude y estafa ideológica, establecida y mantenida sin pausa desde hace dos siglos en nuestro país y, por extensión, en todo el continente.

¿Cómo, entonces, se ha escrito hasta ahora sobre la independencia de Quito? Pues, a base de corrección política, liberalismo político, marxismo clásico y cultural, fetichismo constitucional kelseniano, relativismo conceptual y semántico, anacronismos ideológicos y chauvinistas típicos -ni hablar de los jurídico-políticos, V.g. la visión lineal de su interpretación-, como llamar colonias a los territorios de las Indias, o llamar ecuatorianos a personas que nacieron y murieron antes de que el Ecuador siquiera existiera. Repitiendo las fórmulas clásicas de los historiadores patrioteros, citando refritos como de costumbre (casi queriendo citar al Terruño). Publicando los mismos documentos de siempre. Desconociendo de historia social, de relaciones internacionales, de geopolítica, de historias de las ideas, de historia social, así como de genealogía y nobiliaria. Y, por supuesto, repitiendo con el lirismo acostumbrado hasta el cansancio que Quito era más independentista que la independencia y más libertario que la libertad… Queriendo incinerar en la neo-inquisición democrática lo que no comulga con la pretendida lógica retorcida de las ideas bolivarianas-alfaristas-liberales-neoizquierdistas (así de largo, contradictorio y absurdo es este pensamiento, consecuente nada más con el proceso de decadencia moderno). En una frase: los mismos perros con distintos collares. Lo ha dicho Pablo Andrés Brborich refiriéndose a la severidad de la verdad: «Qué mayor seriedad que la verdad.»

Latinoamérica, que no la América Hispánica, es invulnerable al desaliento. No importa cuántas veces fracase nuestro sistema político republicano basado en irrealidades desde hace dos siglos, lo seguimos intentando. Aunque no se concrete y no se vea posibilidades de concretarse ineludiblemente, siempre deberá realizarse a futuro, aun cuando nos hayamos dado con la misma piedra en los dientes diez mil veces. Una bella ucronía, casi tan bella como la del socialismo soviético que nunca llega a concretarse, pero que como género literario es envidiable. Nosotros los latinoamericanos –que no los hispanoamericanos- conocemos el mejor sistema de gobierno que jamás se haya querido experimentar, aunque siempre quede en experimento. El hecho de que hasta ahora no se haya llevado a cabo, es la más patente prueba de que se lo llevará más adelante y así hasta la eternidad. Hoy no hay república, mañana sí. ¡Volvamos mañana, pues!

La epopeya realista criolla americana con sus tintes terribles, con sus ribetes desoladores, con sus luces enceguecedoras y sus sombras pasmosas; con los cientos de miles de muertos, de masacrados, de fusilados, de azotados y humillados públicamente, de condenados al ostracismo sin regreso, muriendo lejos de sus lares, separados para siempre de sus familias y los suyos, despojados de sus bienes, perseguidos hasta la infamia; muestran que esta tierra, que esta América, parió hombres y mujeres bien paridos a la altura de los principios universales imperecederos por los que dieron y antepusieron todo, hasta su último aliento, hasta su propia vida.

Ahora que sentimos que no podemos seguir más debido a que toda nuestra esperanza se ha ido. Ahora que nuestras vidas se han llenado de confusión, cuando la felicidad es sólo una ilusión, mientras el mundo a nuestro alrededor está desmoronado; ahora que todo está patas arriba; ahora cuando los doctores destruyen la salud, los abogados destruyen la justicia, las universidades destruyen el conocimiento, los gobiernos destruyen la libertad, los medios destruye la información y las religiones destruyen la espiritualidad; ahora cuando ya no tenemos en qué asirnos, cuando todavía nos encontramos en pie en medio de las ruinas, esos muertos, nuestros muertos, esos coterráneos nuestros, nos extienden la mano desde la eternidad para reconfortarnos, para mandarnos, para decirnos que su hermosa tragedia nos brinda la esperanza de volver a encontrarnos, de volver a ser nosotros mismos.

Para como dijera ese gigante mexicano, Octavio Paz, ante otra España desangrada más de un siglo después:

«Su recuerdo no me abandona. Quien ha visto la Esperanza, no la olvida. La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres. Y sueña que un día va a encontrarla de nuevo, no sabe dónde, acaso entre los suyos. En cada hombre late la posibilidad de ser o más exactamente, de volver a ser otro hombre.»

lunes, 16 de mayo de 2016

"En diez años que llevamos de nuestra revolución...": El lamento de un paisano

Tomado del Diálogo Patriótico de Bartolomé Hidalgo (1820) que fue publicado en El Parnaso Oriental, o Guirnalda poética de la República Uruguaya (Montevideo: Imprenta de la Caridad, 1835).

Bartolomé José Hidalgo (*Montevideo 24/VIII/1788; Morón 28/XI/1822), el Poeta de la Patria Vieja o el padre de la poesía gauchesca, pone estos versos en boca de Jacinto Chano, capataz de una estancia en las islas del Tordillo, que son "la vocalización purísima de la resignación que se impuso a todos los pueblos de las Españas de América desde el poder del dinero" al decir del Dr. Julio González.

lunes, 9 de mayo de 2016

La hostilidad de los gobiernos revolucionarios a la Iglesia Católica entre 1810 y 1822: Crónica de la guerra de secesión en el Virreynato del Río de la Plata (3ª Parte y final)

¿Por qué hay una corriente historiográfica que sostiene, que el origen de los estados revolucionarios americanos es legítimo y compatible con la doctrina y principios de la Iglesia Católica Apostólica Romana?

Como dice Roberto Di Stefano (38), la Iglesia Católica en el Río de la Plata, hizo silencio en relación su juicio sobre los fundamentos, motivaciones y principios en los que se sustentó la Revolución de Mayo por más de un siglo, y cuando se expidió sobre ella y sobre la Independencia, fue para asociarlas a la impiedad, al desorden y a funesta Revolución Francesa.

A partir del centenario de la Revolución de Mayo, y a partir de una publicación de Monseñor Agustín Piaggio, dónde en realidad el Obispo trata de demostrar que parte del clero contribuyó a la Revolución y a la Independencia, una corriente historiográfica conservadora que, más tarde consolidaría parte de lo que se llamó el "Nacionalismo Católico", fuerza una reinterpretación de las ideas de Mayo, de los principios filosóficos que rigieron aquellos acontecimientos y del rol que cumplió la Iglesia y el clero como institución en los procesos de secesión americana. Según Di Stefano (2002), este giro del mencionado grupo conservador, obedece a que, relegada la Iglesia Católica del centro de la vida pública por los gobiernos liberales de fines del siglo XIX, se intenta, so pretexto de que habría tenido un rol protagónico y central en los sucesos de mayo, demostrar a la sociedad y a los gobernantes que ella podía ocupar un puesto significativo en la sociedad y en las cuestiones de gobierno del país y, que ello era compatible y necesario en la política.

Como bien expone Di Stefano, esta reinterpretación de la Historia eclesiástica, responde más a un plan de inclusión a futuro en la vida política del país, que a la verdad histórica. Incluso el análisis que hace Di Stéfano, muestra que en realidad la Iglesia como Institución, no sólo no apoyó la Revolución de Mayo ni la Independencia, sino que además se opuso abiertamente. También queda claro que la mayoría del clero no apoyó la Revolución de Mayo ni sus principios políticos, sino que los reprobó. Y lo más triste, es que se ejerció una despiadada coerción sobre la Iglesia y el Clero para utilizarlos como medio propagandístico de las Ideas dieciochescas y liberales. Esto con la gravedad que conlleva, el rol que la Iglesia y el Clero representaron durante todo el período Monárquico Católico, donde el pueblo buscaba siempre la aprobación de la Santa Religión, en todos los órdenes de la vida.

Conclusiones

La Iglesia Católica Apostólica Romana como institución Divina sobre la tierra, y desde la Cátedra de Pedro, condenó en dos oportunidades por medio de dos Papas diferentes, las revoluciones e independencias en los Reynos de las Indias, como ya fue especificado más arriba. Incluso uno de los fundamentos más importantes son las Bulas del Papa Alejandro VI, quién otorgó el control y gobierno de esas tierras a los Reyes Católicos y a sus descendientes a perpetuidad, arrojando una excomunión amplia a quién contradijere dicha disposición.

La mayoría de los Obispos fueron contrarios a las revoluciones y a los nuevos gobiernos ilegítimos que se constituyeron en los Reynos de las Indias a partir de 1810.

La mayoría del clero de las Indias, y particularmente en el Virreynato del Río de la Plata, se opuso a la Revolución de Mayo, a sus principios liberales e ilustrados y a los gobiernos ilegítimos que se establecieron durante el proceso de escisión. Estos gobiernos, considerando que el clero dificultaba el adoctrinamiento y no adhería publica y activamente a las novedades filosóficas en que ellos se sustentaban, se determinaron a perseguir, castigar, desterrar e incluso fusilar, ahorcar y hasta envenenar a los religiosos que -según ellos- significaban una amenaza a la supuesta <<patria>>.

Los gobiernos revolucionarios establecidos a partir de 1810, se excedieron en las prerrogativas del derecho de Patronato, derecho que no les correspondía, alterando seriamente la vida de los religiosos en el Río de la Plata. Su coerción sobre la Iglesia y el clero, respondió más a una necesidad de obtener legitimidad de una Institución supranacional, que a principios católicos que establecen la unión del Estado y la Iglesia (39). Además, en el exceso y abuso del derecho de Patronato, se dejó entrever claramente la utilización de la Institución Divina, como medio propagandístico y de adoctrinamiento político, de ideas jansenistas, liberales e ilustradas y contrarias a la doctrina Católica Tradicional Escolástica y tomista.

Los Sacerdotes que participaron activamente en apoyo a los gobiernos ilegítimos y revolucionarios luego de 1810, en la mayoría de los casos se alejaron de sus labores clericales y pastorales, para avocarse a labores más políticas y periodísticas que de vida religiosa.

Los sacerdotes que justificaron las ideas y la filosofía sostenida por la Revolución de Mayo, se alejaron de la doctrina Escolástica y tradicional católica, e incluso llegaron a sustentar su adhesión al nuevo orden sobre ideas netamente dieciochescas y roussoneanas, invocando en muchos casos "El Contrato Social". Como ya lo hemos citado más arriba, Bernardo Lozier Almazán afirma que "las doctrinas enciclopedistas ya habían invadido las mentes en la clerecía rioplatense".

Las teorías sobre el origen del poder, que muchos toman del Padre Francisco Suárez, donde afirman que el "poder viene de Dios y es de constitución mediata", tanto Ullate Fabo (40) como el Padre Álvaro Calderón (41), afirman que son doctrinas al menos, ambiguas y alejadas de la Doctrina Escolástica Tomista, la cual afirma que el Poder viene de Dios. La doctrina escolástica sostiene que el poder lo otorga Dios mismo: non est potestas nisi a Deo (<<No hay poder que no venga de Dios>>) (42). En el mismo sentido Jordán Bruno Genta (43), explica magistralmente que el pueblo no es sujeto de poder, pues no puede serlo quién no pueda ejercerlo por sí mismo, y cita a Santo Tomás de Aquino en lo siguiente: "el poder tiene horror al número. Creado para unificar, su perfección se proporciona a su unidad...Por esencia no puede ser ejercido por todos" (La Política, Santo Tomás).

Estos conceptos, muestran como es errónea la intención de muchos autores e intelectuales de ligar las teorías de constitución mediata del poder, y lo sucedido en la Revolución de Mayo, a los principios y doctrina tradicional del catolicismo. Si bien la teoría sobre el establecimiento mediato del poder, del Padre Francisco Suárez, es al menos ambigua, una cosa es su teoría sobre el poder, y otra muy distinta es la constitución de una sociedad ex novo o la constitución de una nueva comunidad política como lo demuestra Ullate Fabo (44). Las teorías de trasmisión mediata del poder y de justificar una ruptura consuetudinaria tradicional política (45) son a la luz de los conceptos de la teología tradicional católica, ambiguos y heréticos.

Es conveniente recordar el juicio de Ullate Fabo (2009) cuando afirma que "En América maduró primero no la idea de la independencia política, sino la de la independencia intelectual. Después de un siglo XVIII de mala teología y no mejor filosofía eclesiástica, un siglo de difusión patrocinada más que consentida de los pensadores disolventes enciclopedistas y escépticos, y tras el efecto destructor de la pedagogía perversa de unos gobernantes jansenistas políticos, las clases cultasamericanas sencillamente no podían ser impermeables a una acumulación de estímulos que unánimemente trabajaban en la dirección opuesta de la filosofía y teología tradicionales" y más adelante afirma "En grandes sectores criollos, en las clases más pujantes, el vacío intelectual y sobre todo emocional encontró un bálsamo en la mísma propaganda independentista que, hasta ayer, había sido vista con displicencia y desinterés".

El acercamiento de la Iglesia Católica Apostólica Romana, a las estados de origen ilegítimo, fue por una necesidad de preservar la evangelización y la pastoral para la sociedad de estas tierras. Bien se podría decir que se aplicó un tipo de política muy similar a lo que más tarde se llamó "Ralliement", la cual está probado que, sus consecuencias prácticas para el orden social cristiano, fueron funestas. Pues la Iglesia mostrando una aceptación en la separación de Iglesia-Estado y, de un orden cívico fundado en la razón escéptica iluminista y humanista, y no en la teología, confundió a los fieles y la filosofía que, trataron de justificar estas situaciones y, se perdieron en el racionalismo, contribuyendo a separar definitivamente la autoridad temporal de la espiritual.

En este sentido el R. P. Álvaro Calderón explica: "se llama <<política de ralliement>> - que podría taducirse como <<política de acuerdísmo>> - a la estrategia prudencial que sostuvieron los Papas frente a los gobiernos nacidos de la Revolución, por la que prefirieron no enfrentarse sino reconocer su más que discutible legitimidad, creyendo mejor para el bien de la Iglesia la actitud de diplomática amistad que la franca guerra. Hubo dos momentos en que pudo apreciarse claramente que la estrategia fue catastrófica, con el ralliement de León XIII a la República de Francia y la condenación de Pío XI a la Acción Francesa".

De la misma forma, Monseñor Marcel Lefebvre afirma que el Ralliement "o sea <<aceptación leal>>, participación, propiciada por León XIII al régimen republicano francés. Significó la quiebra del monarquismo francés y el ahogamiento de la resistencia más puramente católica" (46).

Se puede observar claramente, que tanto Monseñor Marcel Lefebvre como el R. P. Álvaro Calderón, señalan que, la política del ralliement tuvo consecuencias prácticas contrarias a lo que se pretendía y, que contribuyeron al fortalecimiento de la secularización de los estados y las sociedades. Del mismo modo, el reconocimiento de los ilegítimos estados hispanoamericanos por parte de la Iglesia, trajo consecuencias prácticas funestas para la Iglesia Católica en estas tierras y para las corrientes de pensamiento tradicionales.

Quién diga sostener las banderas de la Tradición Católica, no puede adherir ni honrar los hombres, ideas y hechos de la Revolución de Mayo ni de las Independencias Americanas, pues aquellos, como está probado, son contrarios a los principios, magisterio y doctrina tradicional de la Religión Católica Apostólica Romana.

ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN: "Sello empleado por la Asamblea General Constituyente del año XIII, acuñado en Potosí y realizado por el artesano cusqueño Juan de Dios Rivera. El Escudo Nacional es una reproducción fiel del mismo." [Comisión de Ejército con sello de la Asamblea General Constituyente, 3 de agosto de 1815. AGN. Documentos Escritos. Sala X 43-5-3.]


[FIN]

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38 Roberto Di Stefano. "De la Teología a la Historia: un siglo de lecturas retrospectivas del catolicismo argentino". Prohistoria 6, 2002. UBA-CONICET. P 2.
39 En Octubre de 1302, El Papa Bonifacio VIII publicó la Bula Unam Sanctam, decía allí: "Hay dos espadas, la espiritual y la temporal. Una y otra espada, pues, está en potestad de la Iglesia, la espiritual y la material. Mas ésta ha de esgrimirse a favor de la Iglesia; aquélla por la Iglesia misma. Una por la mano del sacerdote, otra por mano del Rey y de los soldados, si bien a indicación y consentimiento del sacerdote. Pero es menester que la espada esté bajo la espada y que la autoridad temporal se someta a la espiritual. Dz. 469. Citado en R. P. Álvaro Calderón. "Prometeo: La Religión del Hombre". El Autor. Morón 2010. Pp 165 -166.
40 José Antonio Ullate Fabo. Españoles que no pudieron serlo. Libros Libres. Madrid, 2009. P 117.
41 R.P. Álvaro Calderón. Prometeo, la religión del hombre. Morón, 2010. P 171.
42 José Antonio Ullate Fabo. Españoles que no pudieron serlo. Libros Libres. Madrid, 2009. P 117
43 Jordan Bruno Genta. El Nacionalismo Argentino. Editorial Cultura Argentina. Buenos Aires, 1975. P 37.
44 José Antonio Ullate Fabo. Españoles que no pudieron serlo. Libros Libres. Madrid, 2009. Pag. 177 Segunda Parte, Capítulo III "La influencia imposible de Francisco Suárez".
45 "el poder político es una especie de <<sacramento natural>> instituido por Dios para la consecución ordenada y efectiva del bien común temporal y de los bienes particulares de los miembros de la sociedad. Interferir ilegítimamente en este <<sacramento natural>> puede comprometer la viabilidad misma de la comunidad y la consecución de los bienes particulares de sus miembros"..."porque actuando así no sólo se atenta civilmente contra quién tiene la espada con legitimidad para reprimir a los que atentan contra el bien común, sino que de igual forma, pecan contra la virtud de la justicia y la de la piedad". Juan Antonio Ullate Fabo. "Españoles que no pudieron serlo". Libros Libres. Madrid, 2009. Pp 118-119.

46 Monseñor Marcel Lefebvre. "Le Destronaron. Del liberalismo a la Apostasía. La Tragedia Conciliar". Voz en el Desierto. Mexico D. F., 2002. P 68 (Nota al pié Nro 60).

lunes, 2 de mayo de 2016

La hostilidad de los gobiernos revolucionarios a la Iglesia Católica entre 1810 y 1822: Crónica de la guerra de secesión en el Virreynato del Río de la Plata (2ª Parte)

por Carlos Ferri.

 Persecución a los Obispos del Río de la Plata

 A continuación se expondrá en forma muy breve y resumida algúnos de los aspectos más salientes de las tristes y funestas circunstancias que llevaron a la situación de "Sede Vacante" en las tres diócesis del Río de la Plata, situación que se prolongó por el lapso de veinte años, momento en que la Santa Sede tomó cartas directas en el asunto en bien del clero y de la feligresía, salvando a estas tierras de un inminente cisma.

Obispo de Santa María de los Buenos Aires

El Obispo Benito de Lué y Riega, sufrió una grandísima persecución por parte de las autoridades de los cabildos y por parte de los irreverentes sacerdotes del Cabildo Eclesiástico (9), que dificultaban constantemente a las directrices y actividades o normas disciplinares y pastorales que, éste disponía en pos del bien común. No hay que dejar de recordar aquello que dice Bernardo Lozier Almazán (2013), de que "También debemos tener presente, que las doctrinas enciclopedistas ya habían invadido las mentes de la clerecía rioplatense".

El obispo que fue tratado con indiferencia y sometido por las autoridades ilegítimas revolucionarias, a injustas privaciones y castigos, incluso fue difamado en algunos periódicos de la época como la Gaceta de Buenos Aires y El Censor (10), el primero, por entonces órgano de difusión oficial de la 1ra Junta de Gobierno, fundado por el liberal jansenista ilustrado de Mariano Moreno. Le fue suspendido su ejercicio de obispo y la posibilidad de oficiar Santa Misa en forma pública, como también realizar visitas pastorales.

Finalmente, luego de casi dos años de persecución y hostigamiento público y privado, fue asesinado la noche de su onomástico, el 21 de Marzo, donde algunas autoridades civiles y eclesiásticas, se habían acercado a su casa a ofrecerle un brindis. Varios testimonios, afirmaron haberlo visto en la mañana siguiente, hinchado y de color cárdeno en su lecho, siendo que hasta la noche anterior, se observaba al Prelado con su normal vitalidad y libre de signos de enfermedad. Con respecto a su homicidio concluye Bernardo Lozier Almazán (2013) que "las semipruebas existentes, en su conjunto, configuran evidencias suficientes para sostener que su triste fin se debió al veneno suministrado por, hasta la actualidad, manos anónimas" (11), quedando claro que la suya no fue una muerte natural (12). Así mismo, se puede recordar también que el prestigioso historiador Enrique de Gandía afirma que "el gobierno, al no poder ejecutarlo, porque abría traído, quién sabe cuántos contratiempos, se resolvió envenenarlo, silenciosamente, y se le envenenó" (13).

Obispo de Córdoba del Tucumán
 
El Obispo Rodrigo Antonio de Orellana, fue encarcelado y enjuiciado por su participación en la Contrarrevolución gestada en Córdoba por el Ilustre Virrey don Santiago de Liniers y por el Gobernador de dicha provincia don Gutiérrez de la Concha. A pesar que fue indultado de los asesinatos y ejecuciones en la posta de Cabeza de Tigre, fue obligado a presenciar este hecho atroz, despiadado y salvaje en contra de las legitimas autoridades civiles de su Diócesis y luego mantenido por largos meses en cautiverio y sometido a juicio. Más tarde fue desterrado a la ciudad de Luján, hasta que por fin, fue temporalmente restituido a su Diócesis.

En 1815, luego de asumir como Director Supremo Carlos María Alvear, y a pesar de haber demostrado reconocimiento al nuevo gobierno, pidiendo la "Ciudadanía de las Provincias Unidas" (14), fue llamado a Buenos Aires, para comparecer ante él, y le fue dispuesto un nuevo destierro esta vez a Santa Fe, dejando por segunda vez desde la revolución, vacante la sede cordobesa.

Atemorizado por los escarmientos de su antiguo presidio, luego de un nuevo llamado desde Buenos Aires, el Obispo decidió escapar a pié desde Santa Fé, pasando por misiones hasta llegar a Río de Janeiro desde donde informó al Gobierno de España y a la Santa Sede de las atroces consecuencias de los gobiernos revolucionarios (15), afirmando que lo que sucedía en las Indias, era una consecuencia y una continuación de la Revolución Francesa. Su informe a la Santa Sede, fue el primer informe oficial que recibió el Papa sobre la situación eclesiástica luego de las revoluciones e independencias en Los Reynos de las Indias.

Obispo de Salta del Tucumán

El Obispo Nicolás Videla del Pino fue destituido por el Manuel Belgrano, quién se arrogó una autoridad que no le era competente, ni siquiera aún si hubiese sido un general legítimo, pues la potestad para dejar una sede vacante era sólo del Rey. Como expuso magistralmente el sobrino del prelado en su defensa, podría caberle el derecho de Patronato al poder central de Buenos Aires, pero no al poder militar, que era, el que representaba Belgrano (Abelardo Levaggi, 2006).

A pesar de haber mostrado no sólo un firme reconocimiento a las nuevas autoridades civiles del Cabildo, sino además, como él mismo declaró en su juicio "que igualmente ha contribuido generosamente por dos ocasiones para los gastos del Estado. Que por sus curas ha practicado lo mismo, a quienes, clero, y religiosos mandó con prontitud, cuando recibió el despacho del Superior Gobierno16, explicasen la justicia de la causa en los pulpitos, y pidiesen por ella en misa; y sobre todo cree su mayor servicio haber atraído al sistema al Marqués de Yavi, cuyos auxilios facilitaron la famosa victoria de Suipacha" (Abelardo Lavaggi, 2006).

Belgrano, luego de tomarse la atribución violar la correspondencia personal de tan alta dignidad eclesiástica, y de haber recibido información sobre presuntas cartas al General Goyeneche del Real Ejército del Perú, dando beneficio a la duda, lo acusó de ser reo de alta traición a la "Patria" y lo conminó a abandonar su diócesis y a comparecer ante el ilegitimo gobierno de Buenos Aires, para que éste lo juzgue. El Obispo conociendo los procedimientos y predicas que ya habían utilizado Castelli y Balcarce en el norte, y la suerte que había corrido Monseñor Orellana, se escondió en la casa de un feligrés que lo mantuvo escondido en su entretecho durante 3 meses aproximadamente. Luego fue desterrado, encarcelado, enjuiciado y jamás devuelto a su Diócesis, falleciendo en 1819 en el más triste deterioro personal, como consecuencia de tales padecimientos.

En relación al juicio al que fue sometido el prelado, Abelardo Levaggi (2006) afirma que el mismo, ni siquiera cumplió con las normas legales dictadas y pregonadas por los gobiernos revolucionarios anunciadas desde 1810.

Como bien lo explica Levaggi (2006) en su ponencia "El Proceso a Monseñor Nicolás Videla del Pino", el juicio no sólo fue extraordinario y anormal, sino que además, en su investigación concluye:

1) Las dudosas sospechas de traición a la causa americana, que desde 1812 recayeron en Mons. Videla del Pino, provocaron su desgracia por el resto de sus días.

2) La primera desgracia fue su precipitado destierro de Salta, para presentarse en calidad de reo ante el gobierno de Buenos Aires, sin gozar de los beneficios del decreto de seguridad individual.

3) Constituida en juez suyo la Asamblea General Constituyente, quedó privado de la garantía de ser juzgado por un tribunal independiente. La Cámara de Apelaciones sólo actuó como comisionada de aquélla.

4) Sometido en el primer medio año de su detención a una prisión rigurosa, pese a sus setenta y dos años, es decir tratado como reo de delito atroz, le fue extendida de a poco la carcelería, mas sin haber logrado nunca la plena libertad.

5) El proceso que se le siguió fue sumario y nunca salió de ese estado. Las únicas pruebas admitidas fueron las aportadas por la acusación. El prelado no tuvo oportunidad de ofrecer y producir contrapruebas.

6) Dichas pruebas, como lo puso en evidencia el propio fiscal, fueron insuficientes para demostrar su culpabilidad, y debieron ser forzadas para mantener la sospecha.

7) Pese al reconocimiento de la debilidad probatoria, de que el juicio estaba "imperfecto e insustanciado", el fiscal se basó en la supuesta sospecha para pedir que se le aplicase una pena extraordinaria.

8) La causa se suspendió de hecho con traslado de la acusación y nunca más fue impulsada, no obstante lo cual el obispo fue tratado como reo, privado de la libertad de movimiento, impedido de regresar a su sede.

9) El juicio adoptó, pues, las formas más estrictas del procedimiento inquisitivo de una monarquía absoluta, desconociendo los derechos y garantías liberales proclamados desde 1810.

No hacen falta muchas palabras para ilustrar las notas bárbaras que tuvo el juicio y los tormentos a los que fue sometido el Obispo de Salta del Tucumán. Padeciendo como consecuencia, una desgracia en vida terrible, sin tener piedad siquiera, de su avanzada edad y que, por último lo encontró en tan triste situación, la muerte misma. Estos hechos muestran el avasallamiento total y absoluto sobre los fueros eclesiásticos y sobre las normas del derecho vigentes y pregonadas por los gobiernos posrevolucionarios. Lo cual demuestra una hostilidad gravísima hacia la Iglesia Católica y hacia sus miembros.

Coerción de los gobiernos revolucionarios sobre el clero tradicional durante las guerras de secesiones y, el cambio de principios filosóficos y teológicos del clero en los Reynos de las Indias
Los gobiernos revolucionarios insurgentes, no sólo necesitaban legitimar sus nuevos estados, sino que a su vez era preciso tratar de demostrar a la sociedad que los nuevos principios filosóficos-políticos en que se sustentaban, no se contraponían a los mandatos y doctrina de la Religión.

Fue así que, apoyando a los pregoneros de las ideologías políticas liberales dieciochescas, apareció una parte del clero, la cual se movía entre las ideas jansenistas, católicas liberales y mayormente en lo que se llamoel Catolicismo Ilustrado (17). Esta porción del clero, que vio con ojos amigables las nuevas ideas políticas, comenzó a realizar toda clase de malabares filosóficos y teológicos, para intentar compatibilizar las nuevas doctrinas liberales políticas con la filosofía y teología tradicional de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Bien se podría traer a colación unas palabras del Padre Álvaro Calderón, dónde explica lo que sucede cuando se trata de conciliar doctrinas humanistas y/o modernistas con la tradicional de la Iglesia Católica:

"Como hemos dicho, ante los excesos del humanismo que se vuelve inevitablemente contra la Iglesia, hubo siempre una reacción conservadora de <<línea media>> que trató de salvarlo del naufragio, reconciliándolo lo más posible con la doctrina católica. En el siglo XIV podemos ver representada la posición excesiva en el Defensor pacis de Marsilio de Padua y la posición atenuada del humanismo que quiere permanecer católico en la Monarchia de Dante Alighieri...Tanto Marsilio como Dante se han hartado de la intervención eclesiástica en los asuntos políticos, no siempre bien llevada. Aquel, entonces, declara la subordinación de la Iglesia al estado en el orden temporal. Mientras que Dante, como buen católico, reconoce la superioridad del orden eclesiástico sobre el político, pero como mejor humanista, los separa y le otorga cierta autonomía al segundo. El resultado, a la larga, será el mismo ¿o peor?. Porque los Papas tienen real poder sobre los estados en la medida que se mantiene viva la fe en Jesucristo Sacerdote y Rey, y los príncipes políticos se ven obligados a respetarlos. Pero si esta fe se apaga, el poder político no dejará de subyugar a la Iglesia. Y quizás la posición media sirvió más para apagar la fe que la posición extrema, porque ésta le duele al católico, pero aquella lo anestesia. Una fuerte llama se apaga mejor impidiendo la renovación del aire que soplando sobre ella (18).

Estableciendo una simple analogía entre el análisis que realiza el citado sacerdote y los sucedido con el clero que apoyó las revoluciones e independencias en los Reynos de las Indias, se podría decir que éste último, hizo las veces de una <<línea media>> y que, trataron de conciliar la revolución y los nuevos estados ilegítimos con la Religión Católica, obteniendo como resultado un estado anestésico de los católicos e impidiendo que se renueve el aire y así su llama se apagara. En tanto el poder político fue subyugando a la Iglesia Católica, y así desde 1810, el nuevo estado de origen ilegítimo que más tarde se llamará República Argentina, comenzó una lenta peregrinación hacia la apostasía, la cual, en nuestros días es, prácticamente un hecho.

El clero revolucionario confundía al pueblo sobre los principios filosóficos y se alejaba de la doctrina tradicional de la Iglesia. Pues tergiversando así la doctrina, se aseguraba sembrar un mensaje en pos de la revolución desde el púlpito. En ese sentido Valentina Ayrolo citando a José Antonio Portero dice:

Como sabemos, el púlpito era un lugar privilegiado en el que el sacerdote, como intermediario e interlocutor entre Dios y los hombres, se constituía, en palabras de José Antonio Portero, en "un magnifico canal de ideologización". El Cabildo catedral de Córdoba reconocía esta función del sacerdote "principalmente en la campaña, [donde] los feligreses por su ignorancia y amilanamiento no conocen otro norte para sus ocupaciones que la voz de su Párroco, aun en los asuntos meramente políticos". Y entendía que la prédica era un elemento importante a la hora de lograr adhesiones.

Durante los primeros años de la revolución, fueron muchos los sacerdotes cuestionados y separados de sus cargos de forma momentánea y en algunos casos de forma "definitiva" (19).

En las palabras de Portero citadas por Ayrolo, el autor concluye que el clero poseía un lugar de privilegio en el periodo colonial ya sea el temprano o el tardo, dónde su injerencia abarcaba desde lo espiritual en un plano formal, hasta lo judicial pasando por la educación y la política. Ese rol protagónico y articulador, se fue perdiendo lentamente una vez erigida la revolución, y su condición fue mutando de un protagonismo destacado a un rol secundario y auxiliar, separando irreconciliablemente los asuntos temporales de los espirituales (20).

Natalio Botana en el prólogo de Nancy Calvo y otros (2002) (21), refiriéndose a los curas que participaron de un modo activo durante la Revolución de Mayo y los sucesivos gobiernos, afirma que:

"Calificar pues la visión de estos clérigos como tributaria de un catolicismo liberal o como una de las tantas versiones de la ilustración católica es indispensable para hacer inteligible las marchas y contramarchas de esos actores, mitad miembros de la iglesia y mitad ciudadanos constituyentes del nuevo orden. Más atinada suele ser tal vez la noción ilustración católica que la de catolicismo liberal"
El análisis de Portero, Ayrolo, Botana y de Ignacio Martínez en nota al pié, es claro y preciso, y muestra como el clero que participó activamente como constituyente de ese nuevo orden, debió resignar gran parte de su tiempo y actividades de su deber de estado sacramental, cuando no todo, para avocarse a esa otra nueva mitad y nuevo deber de estado que por motu propio asumían, la nueva mitad de ser "ciudadanos", la cual sin lugar a dudas, iba en detrimento de su misión divina.

En la misma línea de interprtación, Roberto Di Stéfano en Nancy Calvo y otros (2002) (22), al analizar las motivaciones y principios filosóficos y teológicos de los sacerdotes que apoyaron la revolución lo define de la siguiente manera:

"Figuras influidas por la protesta jansenista, por la prédica galicana o por la "Ilustración" de matriz dieciochesca habrán de apoyar la ruptura con España porque la consideraban capaz de abrir en el plano local una suerte de "laboratorio", de fase experimental para la implementación de sus ideas. Es el caso de algunos sacerdotes biografiados, a los que el historiador Américo Tonda consideraba <<réplica argentina de los clérigos constitucionalistas de las Cortes de Cádiz>>: Funes, Zabaleta, Gómez, Gorriti, los Agüero...Para ellos - y para tantos otros - la rebelión política fue también rebelión religiosa."

La conclusión expuesta por Di Stefano, muestra claramente que para poder conciliar el nuevo orden político y las nuevas ideas con la Santa Religión, el clero debía pregonar y sustentarse en ideas del catolicismo ilustrado, del jansenismo y del galicanismo, y no en la doctrina Tradicional Católica.
Uno de los casos más patentes, es el Deán Funes, quién hasta las vísperas de 1810, alzaba los estandartes de la Fidelidad a la Religión y al Rey, y al día siguiente traicionando sus principios y lealtades y aún peor, a sus superiores y a las autoridades legítimamente constituidas, pasó de ser un férreo defensor de los principios tradicionales católicos, a justificar su conducta pos Revolución de Mayo en sus <<apuntalamientos>>, con el ideario del iluminismo (23), fundamentando el nuevo orden político con la doctrina roussoneana. Este caso emblemático muestra claramente la incompatibilidad de la doctrina tradicional de la Iglesia con los  fundamentos y constitución de los nuevos estados ilegítimos. A tal punto llega el alejamiento de Funes de la Iglesia y su Santa doctrina que, Juan C. Varetto dice sobre él "Era un hombre de tendencias algo liberales que le permitían vivir en buenas relaciones con los protestantes de buenos Aires, y llegó hasta recomendar, por medio de una carta, la propaganda que hacía, años más tarde, don Lucas Matthews, agente de la Sociedad Bíblica, en estos países" (24).

En relación a la búsqueda por legitimar los nuevos estados, Bosco Amores Carredano en su trabajo de la Universidad del País Vasco titulado "En defensa del Rey, de la Patria y de la Verdadera Religión: El Clero en el proceso de independencia Hispanoamericana", observa la necesidad de los cabecillas insurgentes por buscar legitimar sus nuevos gobiernos, y sobre todo el apoyo que buscan en la Iglesia Católica ya que como institución que mediaba con el pueblo, constituía un apoyo vital para sus empresas que eran en realidad contrarias a los principios tradicionales católicos. Carredano lo expone así:

"En todo caso, los bando en pugna buscaran afanosamente el apoyo del clero para fundamentar sus encontradas posiciones, sobre todo en la primera fase del proceso entre 1810 y 1815, una fase de ensayos autonomistas o republicanos y de guerra civil. Pero también entre 1816 y 1821, cuando el conflicto se convierte - al menos en Sudamérica - en guerra de Independencia, los nuevos líderes republicanos, incluso desde posiciones personales poco afectas a la religión, como fue el caso de Bolívar, buscarán con ahínco ese apoyo. Y es que ellos lo necesitaban con más urgencia para legitimar una oposición que significaba la ruptura de un orden, el de la Monarquía Hispánica, sustentado en tres siglos de historia y con unos fundamentos teológicos-religiosos muy arraigados cuya expresión fáctica era la alianza del trono y el altar. Para que las nuevas repúblicas obtuvieran cuanto antes un prestigio análogo al alcanzado por la monarquía católica, debían contar ineludiblemente con la bendición de la Iglesia...La república se legitimó a través de sermones, y, como es bien conocido, el propio Bolívar entendió al final de su vida el papel esencial de la Iglesia para mantener un mínimo de cohesión interna en las nuevas repúblicas. Los ejemplos se podrían multiplicar por todo el continente". (El subrayado y negrita son del autor del presente trabajo).
En su análisis, Carredano, expone no sólo la necesidad de una institución superior a los estados que legitime su constitución u origen, sino además la necesidad imperiosa de conciliar las novedades políticas de fundamento dieciochesco con la doctrina tradicional católica.

A continuación se expondrán citas y casos que demuestran la coerción de los gobiernos ilegítimos revolucionarios sobre la Iglesia Católica, y la forma en que sistemáticamente pusieron al estado sobre la Iglesia y utilizaron a ésta como un medio propagandístico y de adoctrinamiento de ideas ilustradas, liberales y dieciochescas.

Gran parte de dicha coerción se ejercía a través de la prensa pública escrita, la cual era un instrumento más de adoctrinamiento y de difusión de temor sobre los disidentes del nuevo régimen.
En relación a la contrarrevolución de Córdoba en Mayo de 1810, y para mostrar la contrariedad de principios y doctrinas entre los novicios gobiernos y la Iglesia, Juan C. Varetto dice "La reacción de Córdoba no fue sino el fruto natural del espíritu católico tan contrario a la libertad de los pueblos y al desarrollo de toda idea de progreso. La idea de la emancipación no procedía de Roma sino que como lo sostiene Mitre al hablar de filiación de la revolución americana, se inspiraba en la independencia de los Estados Unidos proclamada en el año 1776, y en la revolución francesa, del año 1789" (25).

Si bien es cierto, como dice Varetto, que la idea de independencia no procede de Roma sino de la filiación con Estados Unidos y con la Revolución Francesa; se equivoca cuando afirma que "el espíritu católico es y/o era contrario a la <<libertad>> de los pueblos y al desarrollo de toda idea de progreso". Claramente es una opinión del autor contraria a la realidad.

El 11 de Octubre de 1810, La Gaceta publicó un manifiesto sobre la contrarrevolución de Córdoba, donde se observa no sólo presión sobre el clero que emitiera opiniones contrarias a la represión tomada por el gobierno de Buenos Aires, sino que también se puede apreciar una seria amenaza, prácticamente de muerte, a quién no adhiera al nuevo orden establecido. La circular decía lo siguiente:

"Para desacreditar a la Junta se la llenó de imprecaciones y se le imputó el ignomioso carácter de insurgente y revolucionaria, se hizo un crimen de estado declararse por su causa, se interesó contra ella a la Religión misma, queriendo forzar a sus ministros a que profanasen los púlpitos y confesionarios". "Prelados eclesiasticos: haced vuestro ministerio de pacificación, y no os mezcléis en las turbulencias y sediciones de los malvados; todo el respeto del santuario ha sido preciso para substraer al de Córdoba del rigor del suplicio, de que su execrable crimen le hizo acreedor; pero nuestras religiosas consideraciones no darán un segundo ejemplo de piedad, si algún otro abusa de su magisterio con insolencia" (26).

En la publicación del gobierno, se manifiesta claramente la presión pública que éste realizaba sobre la Iglesia y peor aún, la explícita amenaza de que, el terror no se detendría ni ante los fueros eclesiásticos, ni ante el respeto humano, si su conducta era tenida -según el gobierno- contraria al nuevo orden. No hay lugar a dudas que esta coerción que se ejercía sobre la Iglesia, atemorizó a muchos clérigos y los obligó a callar y aceptar una ruptura de los principios y doctrina tradicional más por temor que por motu propio.

Por otro lado, ese tipo de manifestaciones mediante la prensa pública y subyugando las potestades eclesiásticas, dejan entrever que probablemente la mayoría de los sacerdotes no adherían a las ideas y principios de los gobiernos revolucionarios.

El 21 de Noviembre de 1810, la junta le envió un oficio al Obispo de Santa María de los Buenos Aires, por el cual solicitaba "se sirva expedir circulares a los curas de las diócesis, para que en los días festivos, después de la misa, convoquen la feligresía y les lean la Gaceta de Buenos Aires" (27).

El 26 de noviembre de 1810, el Gobierno de Buenos Aires envió al Obispo un oficio donde le comunicaba que había resuelto que la Abadesa de las Capuchinas "sea removida del cargo, por no ser digna -según ellos- de continuar en él" (28), por haber mantenido correspondencia, supuestamente con <<enemigos de la patria>> que bloqueaban al gobierno establecido. Por considerar peligrosa la correspondencia que los religiosos mantenían con otros religiosos o con personas de la sociedad de las ciudades de Colonia del Sacramento o Montevideo, se violaba la privacidad y se trataba de traidores o de indignos a quiénes se comunicaban con sus seres queridos (29).

Bernardo Lozier Alazán (2013), comenta que en febrero de 1812, el gobierno revolucionario ordenó que "en todos los sermones, panegíricos y doctrinales se toque forzosamente un punto relativo a la libertad de los pueblos con sujeción al actual sistema adoptado, y que en la Oración de la Misa se incluya esta súplica <<Pro pia sancta nostrae libertatis causa>>. A esta última petición el Obispo se negó según cuenta Lozier, basándose "en la Bula expedida por el Papa Pío V, en 1570, que vedaba a sus obispos que, en el misal por él aprobado, <<nada añadieran, quitaran ni cambiasen>>" (30). Claro es que el gobierno intentaba no sólo presionar al clero para que adhiriese a la causa de la revolución, sino además en utilizar la Iglesia cómo medio propagandístico de el nuevo ideario liberal.

Varetto (1922), comenta que en mayo de 1812, el gobierno revolucionario ordenó que los días festivos se lea "desde el púlpito" la Gaceta de Buenos Aires y se predicase en favor de la revolución. Así mismo, Varetto afirma que para 1815 se tuvo que renovar la orden, porque el clero ya se la había olvidado, y concluye el mencionado autor que, si el clero hubiese sido verdaderamente afecto a la causa, estas órdenes no hubieran sido necesarias. Por otro lado, dicha situación puede entenderse no como la disconformidad de los sacerdotes en sí para con los gobernantes - ilegítimos por cierto - sino a la incompatibilidad de los principios en los que éstos fundaban su pretendida autoridad, los cuales eran contrarios a los de la Iglesia Católica.

Un caso poco conocido, pero no por ello menos importante, es en relación los asesinatos cometidos a causa de la conspiración de Martín de Álzaga en 1812. Como consecuencia de una secreta conspiración que nunca tuvo su inicio siquiera, y el Triunvirato, no dudó, como dice Bernardo Lozier Almazán, en iniciar "un verdadero baño de sangre que - en pocos días - llevaría a la horca instalada en la Plaza de la Victoria a treinta y ocho inculpados, entre los que no faltó fray José de las Ánimas, el gran amigo e incondicional de Álzaga". (Las negritas son del autor del presente trabajo).

El Gobierno no se detenía ni siquiera ante la Iglesia ni el Orden Sagrado a la hora de impartir la idea de justicia que, éste tenía y que, seguramente era muy diferente de aquellas nobles Leyes de Indias, y claramente estaban inspiradas en la Revolución Francesa. De sólo oír sus fundamentos causa escozor reproducir la arenga que Monteagudo hizo en la Sociedad Patriótica, la cual finaliza con éstas palabras "Quiero por el bien de la humanidad - decía refiriéndose a los conjurados - que se inmolen a la patria algunas víctimas, que se derrame la sangre de los opresores...los aniquilaría con un puñal, aunque mi sangre se mezclase después con la de ellos" (31) (Loier Almazán, 1998).

"Don Damián Hudson nos recuerda al cura don José de Castro que en San Juan tuvo que ser desterrado por ser adicto a la monarquía y negarse a escuchar las instancias ardorosas que le hizo al gobernador para que se plegase a la causa americana" (32).

"Entre las solemnidades con que se celebraba el aniversario de la revolución de 1810, figuraba el panegírico que de ella hacía un sacerdote de renombre de la Iglesia Catedral. A ese acto asistían las autoridades En el año 1815 no se encontró un sólo individuo del clero secular ni regular que quisiese pronunciar ese panegírico. Todos se excusaron alegando que Fernando VII ocupaba el trono de la Metrópoli y que, en semejante circunstancia, era imprudente provocar su enojo con esa especie de propaganda subversiva de la autoridad. El Cabildo de Buenos Aires acudió al P. Castañeda: este triunfó con su <<patriotismo>>".

Es importante destacar cual fue la excusa por la que ningún sacerdote quiso pronunciar el panegírico, la cual muestra que ya no había causa para que el gobierno del Río de la Plata no se sometiera al Gobierno de su legítimo Rey, pues en 1810 se autoadjudicó la potestad de gobernar y juró lealtad al Rey Fernando VII, luego ¿por qué ahora que éste había recuperado su trono, no se volvía a los causes naturales?. Claramente esto deja al descubierto que la Revolución de Mayo fue, la máscara de Fernando VII.

La opresión del gobierno contra el clero fue terrible y lo prueba muy claramente Juan C. Varetto cuando dice, por ejemplo que en 1816 "cuando el gobierno solicitó la suspensión de los eclesiásticos americanos enemigos de la libertad o indiferentes, y en cumplimiento de lo solicitado la curia de Buenos Aires, después de consultar con veinte consejeros, procedió a retirar licencia para confesar, a 17 sacerdotes y amonestó a 5 por parecerle sospechosos e indiferentes al sagrado sistema de nuestra libertad civil" (33). El abuso del derecho de Patronato, que ya era de hecho una usurpación de prerrogativas, queda maniefiesto en los ejemplos citados en el presente trabajo. En el mismo sentido Ullate Fabo (2009) afirma también que, "los regímenes constitucionales reclamaron para sí todas las prerrogativas abusivas que significaron la decadencia de la Corona. Desde el derecho de presentación de obispos (con aspiración de nombrarlos directamente y proveer las vacantes de los oficios eclesiásticos) hasta el adoctrinamiento ideológico de los pueblos: en todo se excedieron las nuevas repúblicas" (34). Dicha situación generaba irremediables problemas en la comunidad religiosa, desde confusión, hasta el impedimento del acceso a los sacramentos, siendo esto último, lo más grave para las almas católicas.

Dice Juan C. Varetto sobre el presbítero Sanjuanino José Manuel de Astorga, "Un 25 de Mayo después de mucha resistencia subió al púlpito a predicar pero al nombrar Fernando VII se quitó el birrete y pronunció el <<Dios te guarde>> de ordenanza. Al bajar del púlpito fue conducido a la cárcel y luego desterrado a Mendoza. Como en esa ciudad continuaba su hostilidad a la revolución se le mandó prender de nuevo y como se resistese a caminar por sus propios pies hubo que conducirlo en unas parihuelas" (35).

"Mitre refiere cómo San Martín, en Mendoza, mandó a dos frailes franciscanos que permaneciesen recluidos en los claustros de sus conventos prohibiéndoseles confesar y predicar porque eran "contrarios a la regeneración política" y cómo notificó a los curas "que tomaría providencias más serias" sino predicaban en favor de la revolución" (36).

"Ya hemos visto que el gobierno obligó al obispado a suspender de sus funciones a 17 sacerdotes del clero secular. Idénticas medidas fue necesario tomar con los frailes, a tal punto que en Marzo de 1816 sólo en el convento de la Recoleta se prohibió a 12 sacerdotes ejercer el ministerio de la confesión. El guardián de la casase dirigió al gobierno pidiendo que les fuese levantada esa pena en vista de la falta de confesores, pero el gobierno contestó negativamente, diciendo que se había tomado esa seria medida por temor de que <<abusando del confesionario, extraviasen las conciencias>>" (37).

"El Americano, del 30 de abril de 1819 reproduce una carta que el Obispo Orellana escribió desde Rio de Janeiro y que había sido publicada en la Gaceta de Lima, en la que se queja amargamente de las autoridades argentinas, acusándolas de perseguidoras de la Iglesia. En ella dice que el Obispo Benito Lué murió envenenado; que al arzobispo de Charcas se le arrojó de su arzobispado y que, conducido preso a Buenos Aires, murió en Salta en 1816".

Con las citas expuestas, y los análisis realizados a ellas, las conclusiones no pueden ser otras que advertir y tomar conciencia de, la resistencia del clero y de la Iglesia a la aceptación de las revoluciones y de las independencias americanas, y la despiadada persecución sufrida por quienes se mantuvieron leales a los principios y doctrinas tradicionales católicas, y a Dios, a la Patria, a los Fueros y al Rey.

Francisco Fortuny, Retrato del Obispo Rodrigo Antonio Orellana (óleo sobre tela, 61 x 39 cm.). Fue donado por Enrique Udaondo a la Provincia de Córdoba y hoy está en el Complejo Museográfico "E. Udaondo".


[CONTINUARÁ]


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9 Bernardo Lozier Almazán. "Monseñor Benito de Lué y Riega, A Dios rogando y con el mazo dando". El Autor. San Isidro 2013. Pp 24 y siguientes.
10 Ídem. P 47.
11 Ídem. P 55.
12 "El Jesuita Rafael Pérez dice que <<si bien no murió fusilado como el obispo de la Paz, fué víctima de los padecimientos que la persecución le originó". Citado en Juan C. Varetto. Hostilidad del clero a la Independencia Americana. Imprenta Metodista. Buenos Aires, 1922. P 25.
13 Enrique de Gandía. "Vida y Muerte de Francisco de Paula Cudina, emisario de Goyeneche", Revista de Historia, Buenos Aires, 1956, Nro 6, P 158. Citado en Bernardo Lozier Almazán. "Benito de Lué y Riega, a Dios rogando y con el mazo dando". El autor. San Isidro, 2013. Pp - 50-51.

14 Ignacio Martínez. "El Obispo Universal y sus Tenientes. Ingreso de la autoridad Papal a las Iglesias Rioplatenses. 1820-1853". UNR Instituto "Dr Emilio Ravignani" UBA - CONICET. P 3.
15 Ignacio Martínez. "El Obispo Universal y sus Tenientes. Ingreso de la Autoridad Papal a las Iglesias Rioplatenses. 1820-1853". UNR "Instituto Dr. Emilio Ravingani" UBA - CONICET. P 4.
16 El obispo se refería al oficio emitido por la junta a las tres diócesis del Río de la Plata, donde ordenaban que se leyera.

17 Nancy Calvo, Roberto Di Stéfano, Klaus Gallo y Otros. "Los Curas de la Revolución". EMECÉ. Buenos Aires, 2002. P 22.
18 R.P. Álvaro Calderón. Prometeo: La Religión del Hombre. Pp 166-167. Ed Moreno; El autor, 2010.
19 Citado en: Valentina Ayrolo. "Argumentos y prácticas patronales durante la experiencia de la centralidad política en las Provincias Unidas, 1810-1821". CONICET - UNMDP.

20 Ignacio Martínez. "El Obispo Universal y sus Tenientes. Ingreso de la Autoridad Papal a las Iglesias Rioplatenses. 1820-1853". UNR "Instituto Dr. Emilio Ravingani" UBA - CONICET. P 2. "Los sacerdotes de la colonia, particularmente los párrocos, no sólo guiaban espiritualmente a su rebaño, también los instruían en materias prácticas de este mundo, los juzgaban y, en muchos casos, los representaban en sus reclamos frente a autoridades superiores. Ese lugar prominente en la sociedad, combinado con el conocimiento de las herramientas de gobierno (teorías y doctrinas jurídicas y políticas) otorgó al clero un rol protagónico en la vida política rioplatense luego de la revolución. Por otro lado, a mediano y largo plazo la revolución aceleró un proceso que tendió a disolver los lazos que ubicaban al sacerdote tardocolonial como un articulador de primer orden en la mecánica social. En su lugar, se fue perfilando muy lentamente la figura del especialista religioso, diferenciado del mundo temporal".
21 Nancy Calvo, Roberto Di Stefano, Klaus Gallo y otros. Los curas de la Revolución. Emecé. Buenos Aires, 2002. P 9.
22 Ídem. P 23.
23 Esteban F. Llamosas. Revista de Historia del Derecho. "Vos das los imperios, vos los quitas: el Deán Funes y su Oración Fúnebre a Carlos III (1789) P 22. Obtenido en: http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1853-17842010000100005.

24 Juan C. Varetto. Hostilidad del Clero a la Independencia Americana. Imprenta Metodísta. Buenos Aires, 1922. P 37.
25 Ibdem. P 44

26 Ibdem, Pp 40-41.
27 Registro Oficial de la República Argentina, 1810-1821, Nro 178, Oficio de la Junta Gubernativa al Obispo Lué. Buenos Aires, 21 de Noviembre de 1810. Citado en Bernardo Lozier Almazán. "Monseñor Lué y Riega, A Dios rogando y con el mazo dando". El Autor. San Isidro, 2013. P 43.
28 Archivo de Gobierno. Año 1810. Núm 85. Citado en Juan C. Varetto. Hostilidad del Clero a la Independencia Americana. Imprenta Metodista. Buenos Aires, 1922. P 28.
29 Idem. P 33.

30 Bernardo Lozier Almazán. "Monseñor Lué y Riega, A Dios rogando y con el mazo dando". El Autor. San Isidro, 2013. P 46.
31 Bernardo Lozier Almazán. "Martín de Alzaga. Historia de una trágica ambición". Ciudad Argentina. Buenos Aires, 1998. Pp 239-240.
32 Juan C. Varetto. Hostilidad del Clero a la Independencia Americana. Imprenta Metodísta. Buenos Aires. 1922. Pp 51.

33 Idem. Pp 33.
34 José Antonio Ullate Fabo. "Españoles que no pudieron serlo". Libros Libres. Madrid. 2009. P 131.
35 Ibdem. P 52.
36 Ibdem. Pp 52-53.
37 Ibdem. P 36.