"Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia."

jueves, 31 de marzo de 2011

Por sus frutos los conoceréis


Pocos días antes de morir, el 9 de noviembre de 1830 el "Libertador" Simón Bolívar se lamentaba de la situación de la cual él era uno de sus máximos responsables. América había ganado su "Libertad", pero ¿a qué costo? ¿con qué fin? A más de 300 años de paz hispánica, seguirían 200 de guerra permanente y pobreza creciente. Esto nos trajeron los "Libertadores". Esto nos trajo la "independencia". 

La América es ingobernable. Los que han servido a la revolución han arado en el mar. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. Estos países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a las de tiranuelos, casi imperceptibles, de todos colores y razas, devorados por todos los crímenes y estinguidos por la ferocidad. Los europeos, tal vez, no se dignarán conquistarlos. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último período de la América.


martes, 15 de marzo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

La independencia no era la alternativa

Las primeras Juntas (no digo gobiernos) no fueron un acto de fidelidad al Rey, y menos fidelidad heroica. Existía otra manera de retomar la tradición política hispana frente a unos Gobiernos absolutistas que se habían alejado de ella, como mostraron el Reino de Navarra resistiéndose al absolutismo, los realistas renovadores peninsulares, y después el Carlismo. Tras olvidar que Río de la Plata era parte de España, y tras amalgamar deseos ocultos con ideas tradicionales e innovadoras, se cayó en la impaciencia e improvisación, se ignoró las instituciones existentes, y se relegó al rey para luego negarle. Durante largas décadas, la minoría emancipadora, ajena y contraria inicialmente al pueblo bonaerense, no pudo llenar el vacío y evitar la crisis.

--- José Fermín Garralda Arizcun, "Revolución y secesionismo en 1810 en Buenos Aires", 'Ahora Información', Nro. 105, julio-agosto 2010.

viernes, 4 de marzo de 2011

Bicentenario de la extraña muerte de Moreno

El 4 de marzo de 1811 fallecía en alta mar, a bordo de la goleta británica Fame, Mariano Moreno, secretario de la Junta revolucionaria de Buenos Aires. Según su hermano y biógrafo Manuel, el cadáver “estuvo todo el día sobre la cubierta envuelto en la bandera inglesa”, para ser luego arrojado al mar.

El porteño Mariano Moreno estudió en el Real Colegio de San Carlos (hoy, Colegio Nacional Buenos Aires) y, luego, prosiguió sus estudios en la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca (Charcas), en el Alto Perú. Allí, como muchos de sus compañeros estudiantes y profesores, conoció la obra de los pensadores de la Ilustración --en forma directa o, más comúnmente, indirecta a través de divulgadores que mezclaban la filosofía ilustrada con el cristianismo--. En particular, Moreno se interesó en Montesquieu, Voltaire, Diderot y Rousseau.

En 1802, presenta a la Academia Carolina una monografía titulada Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios en general y sobre el particular de yanaconas y mitarios, donde recoge la leyenda negra anti-hispánica y pasa bajo la lente de la filosofía ilustrada, llamando a acabar con los abusos y la servidumbre que sólo conoció de oídas.

Tras un fugaz ejercicio profesional de la abogacía en el Alto Perú, regresó a Buenos Aires, donde logró conchavarse como relator de la Real Audiencia y asesor del Cabildo. Tuvo un pequeño destello de patriotismo durante la primera de las Invariones Inglesas, aunque pronto se vio deslumbrado por el liberalismo que se difundía desde The Southern Star, diario editado en Montevideo durante su ocupación por tropas británicas. 

Fue el autor de una Representación de los Hacendados que, gracias a hábiles artilugios dialécticos, vino a justificar la apertura del puerto de Buenos Aires al comercio británico.

Estuvo en las reuniones y complots previos a la Revolución de Mayo, aunque no participó del cabildo abierto, por no tener derecho a ello. Sin embargo, el golpe de estado protagonizado por la Legión Infernal de French y Beruti, lo puso en la lista final de los integrantes de la Junta revolucionaria del 25 de mayo de 1810.

Fue designado secretario y fue autor de la proclama del 28 de mayo que anunciaba la creación de la Junta a los gobiernos del mundo y las ciudades y villas del interior del Virreinato. Fundó y dirigió La Gazeta de Buenos Ayres, boletín oficial y órgano de propaganda y adoctrinamiento revolucionario de la Junta (los sacerdotes estaban obligados a leerla en alta voz durante todas las Misas). 

Como reconoció su principal discípulo, Bernardo de Monteagudo, fue el cerebro actuante de la Junta y el responsable de que ésta pretendiese imponer su voluntad a sangre y fuego sobre los cabildos del Interior. 

Sea o no de su autoría, lo cierto es que el famoso Plan de Operaciones expresa al pie de la letra sus ideas y describe aquellos hechos que ocurrirán en los años siguientes. Tradujo y prologó El Contrato Social de Rousseau, publicado con el apoyo de toda la Junta (sólo quitó el capítulo sobre la Religión Civil por considerarlo momentáneamente inconveniente).

El comerciante altoperuano devenido militar y presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, supo ver y temer el creciente poderío del joven abogado Moreno. Pronto se presentaron diferencias entre ambos aprendices de Robespierre o Bonaparte que fueron creciendo rápidamente. Viéndose vencido en la cuestión de la inclusión de diputados del Interior, Moreno renunció y fue comisionado ante las cortes de Brasil y Gran Bretaña.

Murió en el viaje, aparentemente envenenado accidentalmente por una sobredosis de un remedio administrado por el capitán de la Fame. Fue despedido con todos los honores de un buen súbdito británico. La historia oficial lo ha colocado en los pedestales del prócer argentino. Paradojas de la creatividad histórica nacionalista.

Célebre cuadro de Adolfo Carranza y Pedro Subercaseaux, que representa al joven abogado jacobino.


miércoles, 2 de marzo de 2011

Combate naval de San Nicolás de los Arroyos (2/III/1811)

Transcribimos a continuación una interesante notícula aparecida hoy en el blog del diario La Nación cuyo nombre es "Historias inesperadas" y que es escrito por el historiador Daniel Balmaceda, donde se recuerda este primer combate naval de la Revolución en el Río Paraná y donde los fieles a Dios, la Patria y el Rey vencieron a los que luchaban por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad... o por el dinero (puesto que la mayoría eran corsarios británicos). Acto seguido, hacemos algún comentario.


San Nicolás hace 200 años

Combate de San Nicolás
Combate de San Nicolás, óleo de Justo P. Lynch.
El primer enfrentamiento naval entre realistas y patriotas se llevó a cabo hace doscientos años, el sábado 2 de marzo de 1811 en aguas del Paraná, frente a la ciudad de San Nicolás. El maltés Juan Bautista Azopardo (con los buques 25 de Mayo, Invencible y Americana) enfrentó a Jacinto de Romarate (Belén, Cisne, Fama y San Martín). Los dos bandos portaban el pabellón español.
Al mediodía comenzó el bombardeo feroz de Romarate. Ni el bergantín 25 de Mayo ni la balandra Americana lograron mantener mucho tiempo su posición. Apenas la goleta Invencible pretendía demostrar que su nombre era también su cualidad. Luego de dos horas de bombardeo, en la Invencible, solo quedaban el comandante y ocho hombres en pie. En cubierta yacían veintitrés cadáveres y dieciocho heridos. Azopardo, con gran parte del cuerpo quemado y bañado en sangre, apuntó su pistola a la santabárbara (el sitio en donde se guarda la pólvora) con el fin de hacer volar en pedazos el barco antes de dejarlo en condiciones para los enemigos. No lo logró.
El marino patriota fue conducido a Montevideo y, acusado de insurgente (cargo que le cupo a todos aquellos que se amparaban en el pabellón de España para combatir a españoles), lo enviaron con grilletes a Cádiz. Además, la Junta Grande lo acusó por mal desempeño.
Recién fue liberado en 1820. De inmediato regresó a su patria adoptiva, para seguir peleando. Pero no volvió soltero. Lo acompañaba María Sandalia Pérez Rico y el hijo de ambos, Luis Antonio María de los Ángeles Azopardo. La familia no abandonó jamás la patria adoptiva.
COMENTARIO CLAMOROSO: Juan Bautista Azopardo era un corsario y su tripulación, compuesta principalmente por extranjeros, también lo era. Y así, ante los primeros cañonazos, las tripulaciones de la "América" y la "25 de Mayo" abandonaron los buques y escaparon nadando. Sólo la "Invencible" ofreció alguna resistencia ante el abordaje. Azopardo temiendo lo que le esperaba como traidor al Rey (tras las Invasiones Inglesas había jurado fidelidad como teniente coronel de milicias), quizo hacer volar la santabárbara suicidándose, pero los heridos se lo impidieron. 

Gracias a esta victoria, los realistas lograron el control del Estuario del Plata durante casi dos años, excepción hecha por los buques británicos que, protegidos por su flota, siguieron abasteciendo libremente a la insurrecta Buenos Aires. En 1813, el marino británico William Brown organizará un nueva escuadra que modificaría sustancialmente la situación.

Azopardo fue llevado prisionero a España. Enfrentó juicios por insurgencia, traición, perjuria, etc. Fue condenado a muerte tres veces, y, gracias a la acción de las logias, indultado otras tantas. Finalmente, en 1820, la Revolución de Riego lo liberaría y le permitiría su regreso a América.

Por su parte, el vizcaíno Jacinto de Romarate y de Salamanca había participado de la toma de Tolón (Francia) y, posteriormente, en las acciones navales de Cartagena, Argel, las costas de Valencia, Cataluña, Sicilia y Baleares. 

Habiendo sido destinado a Montevideo, tuvo un papel destacado en las Invasiones Inglesas. Se destacó al mando de la cañonera "La Vizcaína" durante la Reconquista de Buenos Aires y mandó un batallón de infantería de marina en la Defensa de esta capital. 

Durante la rebelión del gobernador montevideano de Elío, se mantuvo fiel al virrey Liniers. Y, lo mismo, cuando la asonada de Alzaga. Estallada la Revolución el 25 de mayo de 1810, se negó a jurar la Junta revolucionaria y pidió el pase a Montevideo. Apenas pisado el suelo oriental, tuvo un papel destacado en la contrarrevolución. 

Sólo la presión de la flota británica y las traiciones de los infiltrados revolucionarios, le impidieron cumplir con el bloqueo de Buenos Aires. Pero no pasaría mucho hasta que pudiera vengarse de los traidores en el combate de San Nicolás que se describe arriba. Por esta acción, Romarate fue ascendido a capitán de navío y condecorado con la cruz laureada.

Lamentablemente, la escuadra corsaria británica de Brown, que peleaba por el gobierno porteño, lo derrotarían en Martín García en marzo de 1814. 

Cortado el paso a Montevideo, con su escuadrilla resistió heroicamente aún en los ríos Uruguay y Negro por un largo tiempo. En una ocasión, William Brown le ofreció la rendición con las mayores garantías y honores. La respuesta de Romarate fue contundente: "Esta escuadrilla no se entregará a nadie que no la busque por el camino de la gloria militar que ha seguido siempre."

Pero caída la plaza de Montevideo, se desvaneció toda esperanza. Accedió a rendirse siempre que se le diera la posibilidad de pasar a la Península Ibérica para "ayudar a nuestros compatriotas en la honrosa lucha que sostienen contra el tirano de Europa".

Como muchos otros desencantados realistas de América, abrazará en la Península la causa liberal. Pero eso es otra historia.

martes, 1 de marzo de 2011

"De nuestra revolución... ¿qué ventajas hemos sacado?"

En diez años que llevamos
De nuestra revolución
Por sacudir las cadenas
De Fernando el baladrón
¿Qué ventaja hemos sacado?
Le diré con su perdón,
Robarnos unos a otros,
Aumentar la desunión
Querer todos gobernar,
Y de facción en facción
Andar sin saber que andamos,
Resultado en conclusión
Que hasta el nombre de paisanos,
Parece de mal sabor,
¡Y en su lugar yo lo veo
Sino un eterno rencor
Y una tropilla de pobres
Que metida en un rincón
Canta al son de su miseria
No es la miseria un mal son!

Poema del escritor montevideano Bartolomé Hidalgo (1788-1823) publicado en 1820.