"Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia."

martes, 28 de febrero de 2012

Legiones Británicas en la América del Sur

Merecen una mención particular… las Compañías Británicas. A las que Su Excelencia, el Presidente de la República, les ha concedido la ‘Estrella de los Libertadores’ en premio de su constancia y de su valor.” – Coronel Manuel Manrique, Jefe del Estado Mayor, durante la batalla del Pantano de Vargas (Boyacá).

Las Legiones Británicas fueron unidades voluntarias extranjeras que combatieron en América del Sur contra España durante las llamadas Guerras de Independencia.

Bajo el mando de Simón Bolívar, los voluntarios británicos llegaron a ser más de siete mil. En el Cono Sur, su número fue menor, aunque no despreciable, pero dado que combatieron en unidades menores mezcladas con tropas de otras procedencias es más difícil (aunque no imposible… y lo haremos próximamente) seguir sus peripecias.

En general se trataba de veteranos de las Guerra Napoleónicas, originarios de Inglaterra, Escocia e Irlanda, pero también de los territorios alemanes que pertenecían a la Corona británica. Su motivación era tanto política como económica.

Aunque Gran Bretaña había ayudado a liberar la Península Ibérica de las fuerzas de Napoleón, para la mayoría de los británicos España era “el enemigo”. El Parlamento londinense, según se desprende de sus sesiones, tenía bien en claro que no debía permitirse a España recuperar su antiguo esplendor imperial… a pesar de los compromisos contraídos en el Congreso de Viena. [*] A nivel popular, la “leyenda negra” estaba muy presente y la posibilidad de liberar a los americanos de la opresión del “papismo” español, era un mandato casi religioso. Por otro lado, en plena revolución industrial con salarios de miseria y el hacinamiento urbano, las historias de un continente extensísimo, rico y casi despoblado, iluminaban la imaginación de los más aventureros. Finalmente, un factor nada despreciable era el de una enorme cantidad de veteranos de casi treinta años de guerra que estaban ahora peligrosamente desocupados y que el gobierno británico quería sacar de la metrópoli.

Por su parte, el gobierno de Londres, si bien extraoficialmente siempre les prestó apoyó, tuvo públicamente una actitud ambivalente frente a ellos: por momentos los condenó como mercenarios; por otros, los alabó como luchadores de la libertad. En cualquier caso, muchos de los oficiales de estas tropas de voluntarios, luego serían reincorporados con sus mismos rangos en el Ejército o la Armada de Gran Bretaña, como si hubiesen estado cumpliendo servicios a Su Majestad británica durante su estancia en América del Sur.

En marzo de 1819, Bolívar decidió unificar a las tropas británicas bajo su mando en una única brigada, que tuvo a James Rooke como comandante. El irlandés Rooke, veterano de las campañas contra la República Francesa y luego Napoleón, amigo íntimo del Príncipe de Gales y cuñado del gobernador de St. Kitts (en el Caribe), se había unido en septiembre del ’17 a Bolívar en Angostura, quien le dio el mando del 1º Regimiento de Húsares de Venezuela (compuesto mayormente por voluntarios británicos) y junto a quien combatió durante la campaña del ’18.

Luego de combatir en la batalla del Pantano de Vargas, donde Rooke perdió un brazo que le fue amputado. El irlandés “patriota” murió en Belencito, cerca de Tunja. Su esposa, Anna, recibió de la República de Colombia una pensión vitalicia.

El 1º Batallón de la Legión Británica estuvo al mando del Cnel. James Towers English. El 2º Batallón, del Cnel. John Blossett. La llamada Legión Irlandesa, del Cnel. William Aylmer.

English, hijo de un comerciante de Dublín, había sido proveedor y, luego, oficial de intendencia del Ejército Británico durante las Guerras Napoleónicas. En mayo del ’17 encontró a López Méndez, el agente de Bolívar en Londres, y se hizo pasar como teniente de caballería. Fue así que, como Capitán en comisión, se unió en diciembre de ese año a los Húsares venezolanos. Por su valentía, fue promovido a Coronel y nombrado como el segundo al mando de Rooke.

En mayo del ’18, el coronel English firmó un contrato con el gobierno “patriota” para reclutar mil hombres en las Islas Británicas. Obtendría un beneficio de 50 libras esterlinas por cada hombre y el grado de General de Brigada en comisión, así como el mando de esta nueva Legión. English tuvo mayor éxito del esperado, y logró embarcar rumbo a Venezuela un grupo de dos mil voluntarios. El nuevo general británico desembarcó en Margarita en abril del ’19, tomando inmediatamente el mando de todas las tropas de voluntarios extranjeros.

En julio de 1819, las tropas de English participaron de la toma de la fortaleza de El Morro y la ciudad de Barcelona. Los mercenarios británicos cometieron toda clase de vejaciones, violaciones, robos y destrozos. Hasta las iglesias fueron profanadas.

Impresionado, el general Rafael Urdaneta, encargó a la Legión Británica capturar el fuerte de Agua Santa. English alegó estar enfermo, mientras sus mercenarios eran masacrados por los defensores realistas. Como consecuencia de esto, Blossett tomó el mando de la Legión, mientras English era enviado a Margarita, donde murió en extrañas circunstancias en septiembre de ese año ’19.

Blossett también era veterano de las guerras de fines del siglo XVIII y principios del XIX. También irlandés, Blossett descendía del general francés hugonote que había ayudado a Guillermo de Orange a deponer al rey legítimo británico Jacobo II en 1688. Cuando se presentó ante él en Margarita, Bolívar le dio el rango de Coronel.

Cuando English se vio obligado a retirarse, Blossett se hizo cargo de la Legión Británica. Pero su afición a los duelos fue su perdición. Otro coronel británico al servicio de los “patriotas”, de apellido Power, le dio un tiro que resultó fatal.

Aylmer tenía un currículum un tanto distinto. En 1798 se había unido a la rebelión irlandesa que, imitando la revolución francesa, los llamados Irlandeses Unidos habían intentado para liberar la Isla Esmeralda y convertirla en una república democrática. Luego de ser derrotado en Ovidstown, sostuvo una guerra de guerrillas en el llamado “bog” de Allen contra las tropas británicas. Finalmente, a cambio de un salvoconducto hacia el exilio, se entregó. En Austria se unió al Ejército Imperial como oficial y combatió a Napoleón. Eventualmente, se uniría al cuerpo de Dragones británicos, aunque manteniendo su comisión austríaca.

Terminadas las Guerras Napoleónicas y sin perspectivas revolucionarias en Irlanda, en 1819 partió con otros doscientos irlandeses hacia Venezuela. Creada la Legión Irlandesa por el Tte. Cnel. O’Connor, Aylmer quedó como segundo al mando.

Herido en la batalla de Río Hacha, murió en Jamaica el 20 de junio de 1820. Jamaica, principal estación británica en el Caribe, era al mismo tiempo epicentro y refugio de las fuerzas “patriotas” en el norte de América del Sur, América Central y México.

Nacido en Irlanda, Francis Burdett O’Connor pertenecía a una familia protestante de terratenientes. Un tío suyo, parlamentario, fue un famoso líder cartista; su padrino era también parlamentario por el Partido Radical; mientras que un primo, era uno de los jefes revolucionarios de línea más dura. La Revolución estaba en la genética de este futuro prócer venezolano.

Junto con Aylmer, organizó y dirigió la Legión Irlandesa, arribando a la isla Margarita en septiembre de 1819. La vida de estos irlandeses voluntarios en Margarita fue terrible. Bolívar no había encargado preparativos y no había vituallas ni refugios para ellos. Muchos murieron de enfermedades y otros decidieron regresar a Europa. Recién en diciembre la Legión fue reorganizada como regimiento y comenzó a prepararse para desembarcar en Venezuela.

En marzo del ’20, desembarcaron y tomaron Río Hacha, bajando la Cruz de San Andrés y colocando en su lugar la bandera verde irlandesa con el harpa en el centro. O’Connor y sus lanceros irlandeses tuvieron una actuación destacada en el combate de Laguna Salada, donde —según la propaganda “patriota”— 170 voluntarios derrotaron a más de 1700 realistas. (En realidad, los mercenarios contaban con abundante apoyo de rifleros y artillería.)

Amotinados por no recibir los pagos prometidos, los irlandeses debieron ser desarmados y conducidos bajo vigilancia británica a la isla de Jamaica. Allí, O’Connor logró reenganchar a unos cien de sus antiguos subordinados. Con ellos, O’Connor se unió al sitio de Cartagena y en la campaña contra Santa Marta.

Bolívar tuvo en mucha estima a O’Connor y, tras regresar de Panamá, lo hizo Jefe de su Estado Mayor para la campaña de “liberación” del Perú. Fue fundamental en ésta, su papel en la coordinación y aprovisionamiento de las tropas bolivarianas —con evidente ayuda de los comerciantes británicos que operaban en el Pacífico.

Fue posteriormente asesor del Ejército Peruano-Boliviano, junto a Otto Braun, y tuvo un papel primordial en la derrota al Ejército Argentino en la batalla de Montenegro / Cuyambuyo. Tras esta victoria, O’Connor decidió retirarse a sus tierras en Tarija, donde intentó infructuosamente organizar colonias de británicos pobres. En ese tiempo abandonó su ateísmo y se convirtió a la religión católica, falleciendo en Tarija en 1871. Aunque sólo tuvo una hija legítima, su apellido tuvo una ilegítima proliferación en el sur de Bolivia.

George Elsom fue el primero en arribar a Angostura con sus legionarios. (Curiosamente —o no tanto— lo hizo en la fragata HMS “George Canning”, que tiempo después traería a Buenos Aires a San Martín y demás miembros de la Logia Lautaro.) Luego formará en el 2º Regimiento de Lanceros de Venezuela a las órdenes de Skeene, y finalmente comandará el 2º Regimiento de Rifles de Venezuela. Junto a los hombres de Elsom, venía un grupo de doscientos hanoverianos (alemanes vasallos del Rey británico) a las órdenes de Johan Uslar, o Uzlar.

Posteriormente, llegarían a Venezuela más voluntarios en expediciones comandadas por los coroneles del Ejército Británico: MacDonald, Campbell y Wilson.

El escocés Donald MacDonald comandaba el 1º Regimiento de Lanceros de Venezuela, que habían dejado Portsmouth a fines de julio del ’17 con destino a Venezuela. El Cnel. MacDonald había sido un simple soldado en el Ejército Británico, pero supo aprovechar las oportunidades que se le presentaban. Por su valentía se le dio la posibilidad de pasar a oficial, alcanzando pronto el grado de Capitán. Con distinción sirvió en las Antillas, contra españoles, holandeses y franceses. Pero abierta la guerra contra Napoleón en la Península Ibérica, se presentó voluntario en el Ejército Portugués. Así llegó a ayudante de campo el Gral. Ballesteros. Pero el fin de las Guerras Napoleónicas no le sentó bien y pronto se vio abrumado por las deudas. Así fue reclutado por los agentes de Bolívar para organizar una expedición de voluntarios.

Por su parte, Peter Campbell reclutó y mandó un Regimiento de “Rifles Negros” en Venezuela y Colombia. También de origen escocés, en las Guerras Napoleónicas sirvió con su regimiento, el Real de Kent Oriental, mejor conocido como “The Buffs” (por el color marrón amarillo de su uniforme). Con el grado de Capitán, se retiró a comienzos de 1818.

Henry C. Wilson tenía a su mando los llamados “Húsares Rojos”, puesto que vestían con la casaca roja inglesa —uniforme similar al utilizado actualmente por la guardia presidencial venezolana—. Hijo de un clérigo protestante de Galway (Irlanda), se destacó desde niño como prodigio. A los 15 años había ingresado a Oxford y se había interesado en las “ideas francesas”, pero eso no le impidió alistarse en el Ejército apenas graduado. Sirvió como oficial en el 3º de Dragones Ligeros. Estuvo en la Península Ibérica y logró un buen dominio del castellano. Fue por eso que López Méndez lo pondría al frente de los otros coroneles británicos contratados —aunque, posteriormente, en batalla se demostraría como un pobre oficial—.

El 1º Regimiento de Artillería de Venezuela quedó al mando de Joseph Gillmore. De origen irlandés, sirvió como Guardiamarina en las Antillas. Junto con otros oficiales británicos, se unió al Ejército Portugués; en su caso integrándose a la artillería de montaña. Se destacó en los Pirineos y luego regresó al Ejército Británico con el rango de Teniente del 27º de Infantería. En agosto del ’17, la desmovilización del Ejército Británico tocó a su puerta y Gillmore, retirándose, comenzó los contactos con los agentes revolucionarios sudamericanos.

Robert Skeene fue contratado para reclutar y organizar un segundo regimiento de Lanceros. Habiendo sido maestro de reclutas de caballería en Maidstone y habiéndose retirado como Teniente Coronel, Skeene tenían muchísimos contactos en el Ejército Británico.

Otro oficial británico que se destacó fue Gustavus M. Hippisley, jefe del 1º Regimiento de Húsares de Venezuela. Ya el 14 de mayo de 1817 acordó con López Méndez los términos del contrato —contrato que fue reproducido por el diario Morning Chronicle sin provocar ninguna reacción adversa por parte del gobierno de Londres—. Hippisley, a sus 49 años, era miembro de una distinguida familia de Somerset, que decían descender del rey anglosajón San Eduardo el Confesor. Él mismo era un hombre de muchas riquezas. Tras haber asistido al prestigioso colegio de Saint Paul en Londres, obtuvo una comisión en el 9º Regimiento de Dragones. Con su unidad, sirvió en Irlanda por siete años y donde conoció a su esposa, de una rica familia protestante. Apenas conquistada la Colonia de Buena Esperanza, en África del Sur, Hippisley recibe la oferta de trasladarse allí, donde sería promovido a Mayor de Brigada. Nueve años estuvo en el Hemisferio Sur y, luego, se retiró. Pomposo, formalista y exigente hasta el ridículo, su papel en Venezuela y Colombia se verá opacado por otros oficiales más pragmáticos.

Otros muchos próceres británicos hubo en la América del Sur. Los nombres de Daniel Florence O’Leary, Gregor MacGregor, John Devereux, los hermanos James y John Mackintosh, Richard Trevithick, Thomas C. Wright, Alexander Alexander, George L. Chesterton, William Davy, Thomas I. Ferrier, Thomas Foley, Peter A. Grant, James Hamilton, John Johnstone, Laurence McGuire, Thomas Manby, Richard Murphy, John Needham, Robert Piggot, William Rafter, James Robinson, Athur Sandes, Richard L. Vowell, etc. Asimismo y simultáneamente, los buques británicos “Indian”, “Prince”, “Britannia”, “Dawson” y “Emerald”, servirán a los “patriotas”.

Todas sus historias al servicio de los intereses británicos merecen ser contadas.

Bibliografía:
- Matthew Brown, Adventuring through Spanish Colonies: Simon Bolivar, foreign mercenaries and the birth of new nations (2006).
- James Dunkerley, The Third Man: Francisco Burdett O’Connor and the Emancipation of the Americas (1999).
- Alfred Hasbrouck, Foreign Legionaries in the liberation of Spanish South America (1928).
- Ben Hughes, Conquer or Die! British volunteers in Bolivar’s war of emancipation (1817-21) (2010).
- Eric Lambert, Voluntarios británicos e irlandeses en la gesta bolivariana (1980).
- Brian McGinn, “A Complicate 19th Century celebration: St. Patrick’s Day in Peru, 1824”, Irish Roots 1 (1995).
- Edmundo Murray, “O’Connor, Francisco Burdett [Frank] (1791-1871)”, Irish Migration Studies in Latin America 4:4 (X/2006).
- Moisés Enrique Rodríguez, Freedom’s Mercenaries: British volunteers in the wars of independence of Latin America (2006).


-----
[*] En otro momento nos referiremos a cómo los planes de Manuel Belgrano de una monarquía independiente coincidían con los planes globales de Gran Bretaña en ese momento y las presiones de los Aliados sobre Fernando VII, según reconoce el mismo Mitre en su biografía del prócer revolucionario.

Bolívar en Jamaica, ¿exilio autoimpuesto o recepción de órdenes?

miércoles, 22 de febrero de 2012

¿Misa para celebrar el Bicentenario?

Hace un tiempo, el bloc de notas Sacro y Profano, que dirige el periodista Andrés Beltramo Álvarez, informó sobre la Misa, presidida por el Santo Padre, que tuvo lugar en el Vaticano “en honor al bicentenario de las independencias de los países latinoamericanos”.

Como no podía ser de otra forma, esto precipitó un encendido debate. Del mismo, entre otros varios aportes interesantes, destacamos los comentarios de un lector que utilizó el seudónimo “Minero” y que nos permitimos reproducir aquí para ilustración de nuestros seguidores. (Los enlaces en el texto son nuestros para quien desee profundizar.)

Creo que ha tenido un lapsus, supongo que se refiere a los pueblos vivos y reales de la tradición hispánica, que se agrupan en la católica Hispanoamérica, salvo que esté hablando del concepto geográfico vacío que los franceses llamaron Latinoamérica. 

Por otro lado, el bicentenario no es otra cosa que el bicentenario de la destrucción de la monarquía católica y del reinado de Cristo en Hispanoamerica. El bicentenario de la impiedad, la masonería y el liberalismo. No hubo independencia de España, hubo una independencia de la religión católica. España también renegó del gobierno de Cristo, como sus hermanos (o "ganaron su libertad", en sus palabras) en 1833, asi que en España en 2033 también celebraremos la independencia de la religión que tanta alegría le produce.  

No parece que este acontecimiento merezca una misa, salvo si es en reparación por la blasfemia cometida hace 200 años.  

Lectura recomendada para católicos que quieren comprender lo que pasó hace 200 años y liberarse de la propaganda liberal: "Españoles que no pudieron serlo" de José Antonio Ullate.  

Pero vamos, que un católico diga que Haití se "liberó" en 1804, teniendo en cuenta lo que realmente pasó, me parece preocupante.

La gran virtud del libro de Ullate es que no se queda en un lucha de peninsulares contra criollos, sino que explica claramente la guerra civil entre católicos y liberales que suponen las guerras de independencia, en América y en la península, donde el esfuerzo militar por destruir la monarquía católica es el último paso de un proceso anterior. 

Lamentablemente, los detalles amables no hacen menos horrible el conjunto revolucionario. Los próceres, aunque algunos, pocos, fueran píos en lo personal, eran liberales y anticristianos en sus ideas y formación. De hecho, los liberales beatorros, que ha habido bastantes aquí y allí, son los peores de todos, porque disfrazan de religiosidad superficial la monstruosidad de las ideas revolucionarias que portan. Igual que la Constitución de 1812 es liberal y anticristiana, aunque en uno de sus artículos haga España confesionalmente católica. Eso lo entendieron bien los católicos de entonces, que la rechazaron aquí y allí. Los estados que se construyen no son libres de nada, salvo del reinado de Cristo, y no nacieron otra cosa salvo masónicos. Ahí están las banderas y escudos de la mayoría de los países "liberados", repletos de simbología masónica "libertadora", para demostrarlo. Luego alguno cree que con ponerle el gorro frigio jacobino a la Virgen de Luján lo hemos arreglado todo... 

A estas altura de la historia, cuando vemos que estos 200 años sin monarquía católica (a ambos lados) no han valido de nada salvo para destruir la ciudad de Dios en los países Hispanoamericanos, que haya católicos que puedan hablar de "libertad", en vez lo natural, que sería hablar del terror, demuestra hasta qué punto los católicos de hoy se han convertido en los afrancesados contra los que luchaban los católicos de hace 200 años.

Y para el que quiera ver la opinión de la Iglesia, que no deje de leer la encíclica, "Etsi longissimo terrarum", de Pío VII. 

En el bicentenario de las independencias, los católicos no tenemos nada que celebrar, tenemos que lamentarnos como se lamentó la Iglesia que las sufrió. 

Insisto en que de nada nos vale recordar si tal o cual prócer tuvo una vez un detalle religioso (claro que si alguno ve piedad hasta en el asesino cristianofóbico de Bolívar...), lo que cuentan son sus ideas y el estado revolucionario que querían construir, y ahí no se salva ninguno. Los buenos católicos estaban en las juntas locales o en el bando realista, depende si tocaba luchar por la monarquía católica o contra Napoleón, Riego y la Constitución de 1812. Y lo mismo vale para los revolucionarios, también cambiaban de lucha según las circunstancias.  

Lo cierto, lo único cierto, es que al final del proceso independentista los que tenemos es un enjambre de repúblicas liberales y masónicas, calcadas de la Francia revolucionaria y tuteladas por Inglaterra. Esa era la "libertad" que empezó hace 200 años. 

¡Nada que celebrar!

Debo decir que me ha gustado su mensaje señor Beltramo, demuestra que lo fundamental de mi tesis es correcto, que las independencias de hace 200 años son injustificables desde un punto de vista católico. 

De entrada volvemos a sobre si los próceres eran gente muy beata, aunque los dos primeros ejemplos reconoce que no son muy buenos... vale. Si quieren ejemplos de políticos beatos en lo privado que han hechos horrores contra la religión, hay una lista enorme...  

Iturbide, una figura enorme, aunque no tanto como el anticristianismo del orden político que dejó a sus sucesores, el que más ha perseguido a los católicos de toda Hispanoamérica. 

Insisto: la Constitución de 1812, que fue rechazada por Iturbide y por muchos otros católicos, hacía España confesionalmente católica, lo cual era precisamente lo que más irritaba a los católicos de ese papelucho ¿seguro que entendemos el por qué? ¿entendemos también que mencionar a Dios no significa nada, menos si se hace en vano? 

Luego menciona el 40% de católicos hispanoamericanos. Esos católicos son mérito de la monarquía católica, y están ahí no gracias a sino a pesar de las repúblicas liberales de hace 200 años. ¿O alguien va a demostrar que en realidad esas repúblicas han sido utilísimas herramientas de evangelización? ¿Verdad que no? 

Los pobres europeos sufren de lo mismo que los hispanoamericanos, solo que aquí estamos en el epicentro del mal, con lo que se difunde a precio de llamada local. Los peninsulares se independizaron (o se "liberaron") de la monarquía católica en 1833, igualándose desde ese año en la desgracia de los hermanos de América. A ambos lados aplica el mismo criterio. ¡Y eso que los próceres revolucionarios de la península, María Cristina, Espartero o Espoz y Mina eran todos católicos también! ¡Y son los mismos de la desamortización! 

En resumen, que no hay por donde cogerlo desde el punto de vista católico, para defender todo esto hay que recurrir a otra cosa fuera del catolicismo: la ética de los hechos consumados de Hegel. 

Lo que el catolicismo no justifica, que lo haga la ética hegeliana. 

No podía tener mejor confirmación que esta. Como el hegelianismo no es católico, y mi tesis es que el bicentenario es insostenible como hecho feliz para un católico, aquí termino mi exposición.  

Sobre el otro "hecho consumado" de Latinoamérica, le dejo el artículo de M. Morillo, que es mucho mejor que lo que yo pueda decir: 


Me despido con el temor que me lleva a no tener que preguntarle qué opina de los "hechos consumados" (ahora, o dentro de 200 años) del aborto o el matrimonio homosexual legales, y tantos y tantos otros hechos consumados. Temo la respuesta. 

Un cordial saludo y gracias por permitir el debate.

Composición presentada en el II Congreso Mariano Interamericano de 1961. [Fuente]
Pueden observarse los escudos de las republiquetas de la antigua América Hispana,
cargados de simbología masónica como triángulos, soles, estrellas de cinco puntas, gorros frigios, etc.,
diseños esotéricos tan alejados de la heráldica tradicional,
rodeando la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
Una muestra del intento de conciliar el agua y el aceite:
la Iglesia de Cristo con la Revolución.

viernes, 17 de febrero de 2012

Ramsay: Otro amigo de la Revolución de Mayo


Recensión de Rear Admiral Robert Ramsay RN: A friend of the May Revolution, de Eduardo C. Gerding (inédito, 2010).

Un amigo de este bloc de notas nos ha hecho llegar copia de este inédito que leímos con fruición.

En esta obra se relata la historia del marino escocés Robert Ramsay y su especial vinculación con el Río de la Plata en los tiempos de la Revolución de Mayo y las guerras de la Independencia.

Ramsay participa con distinción en algunas de las batallas navales más importantes de las guerras napoleónicas, hasta que, en mayo de 1809, acompaña al almirante Michael DeCourcy en su expedición al Atlántico Sur. Al mando de la goleta HMS “Mistletoe”, el Tte. Ramsay llega a Buenos Aires el 14 de mayo de 1810, llevando las noticias de la disolución de la Junta de Sevilla —cosa que el virrey Cisneros intentó demorar infructuosamente—.

Así es que el 26 de mayo de ese año, está entre los oficiales británicos que se entrevistaron con la Junta y el Cabildo de Buenos Aires, y presenciaron el desfile de los funcionarios de la Audiencia y los jefes militares para jurar a las autoridades revolucionarias. Es de recordar que ese infausto día, los jefes insurgentes que integraban la Junta concedieron el monopolio comercial a la Gran Bretaña e izaron la “Union Jack” en el fuerte de Buenos Aires.

Sin embargo, la situación en la Península Ibérica cambió y en junio el comodoro Elliot trajo nuevas instrucciones: “oficialmente” Gran Bretaña apoyaría al Consejo de Regencia en la Península, pero en forma extraoficial los británicos prestarían recursos a la Revolución que se iba extendiendo por todo el continente.

En agosto, sin embargo, el enfrentamiento de la Junta revolucionaria en Buenos Aires con los realistas fieles a la Patria en Montevideo se hizo más grave. La Junta decide cerrar el puerto y la ensenada de Barragán contra el parecer del comandante Elliot. Éste apoya tácitamente a la escuadra española de Primo de Rivera en su bloqueo del Río de la Plata.

Pero en septiembre llegan al estuario del Plata seis buques mercantes conducidos por Alexander Mackinnon, y contratados por los comerciantes irlandeses Frederick Dowling y Daniel MacKinlay. Éstos piden infructuosamente a Elliot la apertura del bloqueo, pero con la ayuda de Ramsay se entrevistan en Río de Janeiro con Lord Strangford y el Alte. De Courcy. Ambos eran favorables a la Revolución y ordenan a Elliot deponer su actitud.

Nuevamente la Junta cuenta con el apoyo inglés en nombre de quien se hizo la Revolución de Mayo. Pero es cuando Primo de Rivera evacua a los fieles al Rey (los pocos que pueden escapar a los jacobinos de Mayo) y refuerza el bloqueo. Dos mercantes son capturados, pero rápidamente la escuadra británica reacciona: Ramsay amarra su pequeña goleta a la fragata española “Mercurio” y amenaza con iniciar una guerra. Ante esa perspectiva, Primo cede a la presión inglesa y suelta los mercantes, que logran llegar a Buenos Aires. Al día siguiente, La Gazeta de Buenos Ayres publica lo acontecido con lujo de detalles y solicita una condecoración para el joven marino inglés.

Ya en noviembre arriba a Montevideo el vicealmirante De Courcy. Ramsay lleva en su goleta a representantes de la Junta que se entrevistan con el jefe naval británico. Romarate, sustituto de Primo, se ve forzado a deponer el bloqueo.

El 10 de enero de 1811, el Cabildo de Buenos Aires concede al Tte. Ramsay la ciudadanía. Y, lo que era seguramente más importante para él, la gratitud de los súbditos británicos en el Río de la Plata, la aprobación del vicealmirante Michael De Courcy y una comisión como Comandante como premio, firmada por el Primer Lord del Almirantazgo. En su viaje de regreso a Inglaterra para asumir su nueva comisión, Ramsay escoltó a la goleta HMS “Fame” que transportaba al secretario de la Junta, Mariano Moreno, a Londres, donde éste, en nombre del nuevo gobierno revolucionario, haría votos de sumisión a Su Majestad Británica. El destino haría que Moreno muriese en el camino, no llegando a verificarse semejante acto indigno.

Los años siguientes Ramsay pasará su tiempo en el Mar del Norte y en la guerra de 1814-15 con los Estados Unidos. Curiosamente, por su heroísmo en esta guerra poco conocida, el comandante Ramsay será nombrado por el almirante Thomas Alexander Cochrane (a quien veremos luego en el Pacífico Sur colaborando con San Martín) a cargo de la fragata capturada USS “President”.

En noviembre de 1825, Ramsay firma un contrato de corsario con el gobierno de Buenos Aires como jefe de escuadra, pero luego lo cede a su amigo William Brown (el futuro almirante Guillermo Brown), también oficial de la Real Armada Británica. El famoso sable de Brown —conservador en el Museo Naval de la Nación— fue un regalo de Ramsay.

Ramsay se retiró del servicio activo, siendo Contralmirante, en 1850, y falleció cuatro años después. Una calle del barrio de Belgrano, en la Ciudad de Buenos Aires, recuerda a este “patriota” de los intereses británicos.

El autor, miembro del Instituto Nacional Browniano, de la Society for the History of Navy Medicine y vitalicio del U. S. Naval Institute, es investigador de temas de historia naval. Su libro The Quest of David Jewett fue seleccionado por la Academia Naval de los Estados Unidos por su gran calidad para ser presentado en el Simposio de Historia Naval. En 2008 fue designado miembro del Comité Científico de la International Review of the Armed Forces Medical Services (órgano oficial del Comité Internacional de Medicina Militar, con sede en Bélgica). Recientemente publicó American and British Presence in the United Provinces of the Rio de la Plata.

Goleta HMS "Mistletoe",
comandada por el Teniente Robert Ramsay
en el Río de la Plata en apoyo de la Primera Junta

lunes, 13 de febrero de 2012

Charles Montague Fabian, uno de los amigos ingleses de la Revolución de Mayo


Charles Montague Fabian nació en la colonia británica de Boston (hoy, Estados Unidos) en 1773. Era hijo del capitán Lewis Fabian, de la Royal Navy, y de Sarah Ingersoll, nieta de Benjamin Franklin, poco después uno de los padres de la Revolución norteamericana. 

Desde adolescente y como su padre, sirvió en la Royal Navy (Armada Real británica). Fue Teniente ya en III/1795, Comandante el 29/IV/1802 y Capitán el 21/X/1810. 

En V/1803 fue asignado con la defensa costera entre Sandgate y Sandown ante una posible invasión francesa. 

Tuvo a su cargo el HMS “Mutine” desde V/1808. La primera misión del comandante Fabian, al frente del “Mutine”, un brig de 18 cañones (16 de 32 libras y 2 de 6) relativamente nuevo pero veterano de la varias campañas napoleónicas, había sido encargado de transportar el nuevo gobernador británico de la colonia de Sierra Leona (Africa). 

Pero ya el 8/XI del mismo año es enviado a América del Sur como parte del escuadrón del Contralmirante Michael DeCourcy, con base en Río de Janeiro, y que incluía a los buques de Su Majesta Británica “Agamemnon”, “Mutine”, “Bedford”, “Elizabeth” y Foudroyant”. 

Ese mismo año, el “Mutine” ayudó en el salvataje del “Agamemnon”, encallado en la isla Gorriti (frente a Punta del Este, hoy en Uruguay). 

El mismo 25 de mayo de 1810 el HMS “Mutine” fue invitado a anclar en el puerto de Buenos Aires, cuya fortaleza había arriado el Aspa de San Andrés española e izado la “Union Jack” británica. 

El comandante Fabian saludó la Revolución empavesando su nave y disparando salvas de cañón. Fue acompañado en el gesto por el capitán Thomas P. Perkins, a bordo del HMS “Pitt”. 

El 26, Fabian y Perkins, junto al teniente Robert Ramsay, de la goleta HMS “Mistletoe” (la misma que trajo a Buenos Aires y Montevideo las noticias que desencadenaron la Revolución), se reúnen con los miembros de la Junta y ofrecen una conferencia al cabildo sobre los beneficios de la libertad y la amistad y el libre comercio con Gran Bretaña. 

Asimismo ese mismo día fungen de testigos durante el juramento de fidelidad a la Junta de los miembros de la Audiencia, el Tesoro y las tropas que desfilan frente a ellos. 

Lo que no pudieron Beresford en 1806 y Whitelocke en 1807, lo lograba la quinta columna con la Revolución de Mayo: Buenos Aires se rendía a los británicos sin disparar un solo tiro. 

El 7 de agosto de 1810 el “Mutine” ya está de vuelta en Inglaterra. El comandante Fabian se reporta a Lord Wellesley, informando sobre la Revolución en la América del Sur. Transportaba abordo a Matías de Irigoyen, enviado de la Junta ante la Corona británica para presentar la sumisión de aquélla al gobierno de Londres. 

Posteriormente, alejado del Río de la Plata, el capitán Fabian dirigió el HMS “Diomede” desde el 23 de agosto de 1812. 

Falleció en Tournay el 28 de octubre de 1826. Moría así uno de los amigos ingleses de la Revolución de Mayo.

El 25 de Mayo de 1810, obra de Francisco Fortuny.
Parte del esfuerzo de propaganda por convertir
la Revolución de Mayo en el hecho popular y patriótico que no fue.

viernes, 10 de febrero de 2012

San Martín, Inglaterra y el oro peruano

San Martín asumió el 3 de agosto de 1821 el mando y el poder del Perú con el título de 'Protector'. Renunció al protectorado del Perú el 20 de septiembre de 1822. Su gobierno duró, por lo tanto, un año, un mes y diecisiete días. 

¿Cuáles fueron los actos más significativos de su gobierno? 

1. Lord Cochrane (inglés), el jefe de la flota, se apoderó de todos los fondos del gobierno peruano (Tesoro de la Real Hacienda), y de fondos particulares de Lima, que San Martín había resguardado en los buques peruanos Jerezana, La Perla y La Luisa 'para evitar que cayeran en poder de las fuerzas realistas en caso de que éstas tomasen la ciudad de Lima'. 

Sin entrar a considerar justificaciones, explicaciones o excesos, tenemos lo siguiente: tan inmensa cantidad de caudales colocados en tres buques fueron fácil presa de Lord Cochrane, quien parte inmediatamente hacia Londres. Ocurrió lo mismo que en Buenos Aires en 1806, donde Beresford embarca el Tesoro de la Real Hacienda (40 toneladas de oro amonedado) en el navío Narcissus con rumbo a Londres. Es lo mismo que sucedió en Potosí, donde Pueyrredón asalta y destruye la Casa de Moneda (agosto de 1811), enviando a Buenos Aires un millón de piezas de plata que el gobierno entrega por títulos de crédito a comerciantes británicos, que lo envían a Londres. En 1822 los británicos se apoderan de doce toneladas de oro amonedadas en Sant Fé de Bogotá (ahora Colombia). Coetáneamente acontece lo mismo en Guatemala (América Central Unida) y México.

 - Dr. Julio C. González, La involución hispanoamericana
[cita de Francisco M. Núñez Proaño en su perfil de Facebook]

Réplica del mandil usado por el Protector y Generalísimo de las Armas del Perú, Don José de San Martín y Matorras durante su permanencia en el Vall.·. de Lima. El cual obra en el MUSEO de la G:.L:.P:. [Fuente]

martes, 7 de febrero de 2012

Homenaje a Santiago de Liniers


Una defensa de la figura del virrey y héroe de la resistencia contra los ingleses, en tanto constructor de nuestra nacionalidad, pese a sus diferendos con los revolucionarios de mayo.

Se acaban de cumplir doscientos años del fusilamiento de don Santiago de Liniers y Bremond. Fue el 26 de agosto de 1810 en un lugar conocido como "monte de los papagayos", aledaño a la posta "Cabeza de Tigre", en la localidad de Los Surgentes, provincia de Córdoba.

Según el relato de uno de los testigos, Liniers no aceptó taparse los ojos con el pañuelo que le ofrecieron, ni cayó muerto luego de los disparos que efectuara el pelotón bajo las órdenes del teniente coronel Balcarce, sino que debió rematarlo Domingo French de un tiro en la cabeza.

Al decir de algunos investigadores, esto sucedió porque tanto quienes primero fueron enviados para capturar al héroe de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, como los posteriores miembros del pelotón de fusilamiento que acompañaron a Castelli para acelerar la ejecución, se oponían a su asesinato dado el respeto que le tenían, y que fue sólo por una actitud equivocada y extremista de Mariano Moreno que se terminó ejecutando a Liniers, cuando hubiese bastado con deportarlo (como hicieron con Cisneros y los miembros de la Real Audiencia).

La historia no suele escribirse con líneas tan claras como para poder afirmar si se trató de un acto del que después se arrepintieron muchos de los miembros de la Junta, pero lo cierto es que tanto el ocultamiento del cadáver y del lugar de su ejecución (los cinco muertos fueron sepultados en una fosa común y recién encontrados 51 años después), como la ausencia de un acta formal de juzgamiento, despiertan sospechas al respecto, máxime si se tiene en cuenta que el grupo "morenista" en poco tiempo desapareció del poder.

Recientemente, el señor Javier Liniers, descendiente de la rama española de la familia, visitó la Argentina y donó al museo de la Reconquista, de la localidad bonaerense de Tigre, algunos documentos que estaban en poder de sus hijos, referidos a los reclamos sobre la hacienda de Alta Gracia, que permiten sostener tal suposición.

Pero no viene al caso para honrar la memoria completa de Santiago de Liniers, detenernos únicamente sobre si se trató de un asesinato pergeñado por unos pocos o de un fusilamiento cumpliendo órdenes consensuadas por la Primera Junta (sabido es que Cornelio Saavedra siempre se opuso), sino de rescatar algunas características de la personalidad de quien nos libró del dominio británico y sentó las primeras bases del ansia de independencia que, paradójicamente, se volverían en su contra.

Me refiero, como él mismo destacará, a su nobleza y honor, la lealtad al rey y el amor a Dios por sobre todas las cosas, de las que, dado el tamaño de este artículo, pretendo resumir en sólo tres párrafos, no sin antes recordar que Liniers fue el único caso en la historia colonial de la América española, de un virrey elegido por el pueblo, cosa que hizo el cabildo de Buenos Aires en 1807, eligiéndolo para reemplazar a Sobremonte, acto que fue posteriormente ratificado por el rey de España.

Cuando hablo de su nobleza y honor, no me refiero a sus vínculos de sangre que probablemente lo ligaban con San Luis, rey de Francia; ni a los distintos títulos obtenidos como el de "Conde de Buenos Aires" (otorgado por el rey en 1809), sino más bien a la nobleza y el honor de su carácter, que podría resumir en aquella consigna dada a la tropa antes de emprender la Reconquista de Buenos Aires: "Si llegamos a vencer, como lo espero, a los enemigos de nuestra patria, acordaos, soldados, que los vínculos de la nación española son de reñir con intrepidez, como triunfar con humanidad: el enemigo vencido es nuestro hermano, y la religión y la generosidad de todo buen español le hace como tan natural estos principios que tendrán rubor de encarecerlos".

Refiriéndome a su lealtad al rey Fernando VII, bastaría con mencionar su negativa ante el enviado de Napoleón, marqués de Sassenay, de traicionar al monarca español y reconocer a José Bonaparte, pero quisiera agregar un párrafo de la carta enviada a su suegro, don Martín de Sarratea, el 10 de julio de 1810, que puede ser considerada su testamento político, en la que dice: "¿Cómo siendo yo un general, un oficial quien en treinta y seis años he acreditado mi fidelidad y amor al soberano, quisiera Ud. que en el último tercio de la vida me cubriese de ignominia quedando indiferente a una causa que es la de mi Rey, que por esta infidencia dejase a mis hijos un nombre hasta el presente intachable con la nota de traidor?".

Por último, en lo que se refiere a su amor a Dios (más allá de su devoción a la Virgen), el mismo queda suficientemente reflejado en otro párrafo de la mencionada carta a su suegro: "Descanse Ud. mi amado padre y ponga como yo su confianza en el Señor, el que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene. El que me ha precavido en tantos peligros me precaverá en los presentes, si así me conviene y es arreglado a su justicia; pero si por sus altos decretos hallase en esta contienda el fin de mi agitada vida, creo que me tendría en cuenta y descargo de mis innumerables culpas ese sacrificio, al que estoy constituido por mi profesión, pero fiado en las promesas del Señor que dice que aún nos tendrá cuenta de la obediencia y sumisión a lo que es de nuestra obligación. Por último, el Señor, el que nutre a las aves, a los reptiles, a las fieras y los insectos, proveerá a la subsistencia de mis hijos, los que podrán presentarse en todas partes sin avergonzarse de deber la vida a una padre que fuese capaz por ningún título, de quebrantar los vínculos sagrados del honor, de la lealtad y del patriotismo, y que si no les deja caudal, les deja a lo menos un buen nombre y buenos ejemplos a imitar".

En una época en que muchos historiadores y arribistas de la argentinidad intentan modificar la histórica ensalzando supuestos próceres que nunca lo fueron o pretenden desterrar las mejores tradiciones de la patria, es importante volver a las fuentes recordando a los hombres que construyeron las raíces de nuestra nacionalidad.

Por Jesús María Silveyra - Escritor y descendiente directo de Liniers por la rama argentina de la famila Estrada.
http://www.lavoz.com.ar/opinion/homenaje-santiago-de-liniers-200-anos-de-su-fusilamiento

Merecida placa en homenaje a Don Santiago de Liniers
[Fuente: Kaiserkar para Wikipedia.]