"Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia."

jueves, 30 de junio de 2011

Proclama patriótica hispanista

QUE NOS PASO A LOS ARGENTINOS Y A LA HISPANIDAD EN ESTOS 200 AÑOS? CORRIJÁMONOS.
de Patricio Lons, el Martes, 28 de junio de 2011
¿QUE NOS PASA DESDE HACE DOS SIGLOS? Pasó lo lógico que debia pasar. Hasta el 1810/16 éramos parte del imperio geopolíticamente más grande DEL MUNDO, el único que podía enfrentar a la politica hegemónica inglesa; éramos el imperio español que se extendía desde Europa, hasta Asia, Africa, América y se sabia que existia otro continente mas allá de la Tierra del Fuego, es decir estábamos en todo el mundo. Llegábamos hasta la frontera con el Canadá. Nuestro virreynato era tricontinental, ya que el Río de la Plata tenia jurisdicción hasta el Alto Perú, Paraguay, norte y sur de Chile y la Banda oriental hasta el sur de Brasil, eso en América, ademas Guinea ecuatorial en África (cuyo presidente fue mal tratado por kristina K). Y a partir de 1818 cuando fue descubierta tambien llegábamos a la Antártida.
Por eso dadas nuestras dimensiones, Carlos III fundador del virreynato queria distribuir América en sus tres infantes y así fortalecer al imperio y entre todos enfrentar al mundo luterano anglosajón. Si los próceres americanos querían un imperio de naciones criollas y unidas en estas tierras solo tenían que mejorar lo que existía y crear reinos de criollos y españoles en una alianza con el rey de España como hicieron las naciones británicas con el Commonwealth; es decir, teníamos ya un imperio, solo había que corregir lo mucho que se hacía mal, pero si lo hubieramos mantenido seríamos una potencia. Por eso Liniers y todo el interior y el Paraguay se oponian a una revolución hecha por doctores contrabandistas portuarios apoyados por la flota inglesa que, el 25 de mayo, amenazó con bombardear Buenos Aires si no se deponía al virrey. Ese dia de 1810, se bajó el pabellón español en el fuerte y se subió... EL PABELLÓN INGLÉS EN EL FUERTE DE BUENOS AIRES. De ese mismo fuerte del que lo habíamos bajado cuando derrotamos a Beresford en 1806; por eso nos subdividimos en varios estados fallidos y sin destino. Heredamos conflictos nunca resueltos y siempre agravados. En medio de ellos tuvimos heroísmos y gestas que permitieron mantener una parte de la herencia española. Pero seguimos siendo atacados por el imperio inglés y sus adláteres para terminar de destruirnos, secesionar la Patagonia con el tema del indigenismo, separar y destruir las familias con leyes antifamilia. Y destruir el alma y la mente de los argentinos con un vaciamiento intelectual y una clase política ora vendepatria, ora de liviano equipaje moral e intelectual, mas siempre traidora, inútil y entreguista.
POR ESO, ESTIMADO COMPATRIOTA, LLEVAMOS 200 AÑOS DE NO SER.
POR DESCONOCER NUESTRA VERDADERA HISTORIA Y DESTRUIR NUESTRA TRADICION HISPÁNICA Y CRISTIANA. LLEGO EL MOMENTO DE DAR VUELTA LA PÁGINA Y RETOMAR NUESTRA HISTORIA Y EL MANDO DE NUESTRO DESTINO.
Le saludo a ud con amor patrio, pena en el alma, PERO CON FE EN DIOS Y MUCHA ESPERANZA EN EL FUTURO, Patricio Lons
RESISTENCIA PATRIOTICA

Fuente: Nota en Facebook del autor.

miércoles, 29 de junio de 2011

Nueva presentación del libro de Lozier Almazán

La Universidad Católica de la Plata
invita a la presentación del libro
“Proyectos monárquicos en el Río de la Plata
1808-1825:
Los reyes que no fueron”
de
Bernardo Lozier Almazán
el día 12 de julio de 2011 a las 19 hs.
La presentación estará a cargo de Fernando de Estrada.
Bartolomé Mitre 2162,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


lunes, 27 de junio de 2011

Curiosidad

LUNES 27 DE JUNIO DE 2011 
Escudo de Gaspar de Vigodet 
Gaspar de Vigodet fue un militar español de origen francés que tuvo un papel importante en la historia del Río de la Plata. Nombrado gobernador de Montevideo a fines de 1811, se le encargó defender la ciudad frente a los avances de los independentistas de Buenos Aires. El Sitio de Montevideo lo obligó a negociar,  y  finalmente fue derrotado por completo en la batalla de Cerrito.  En 1814, el ataque de la flota dirigida por Guillermo Brown lo dejó sin apoyo naval.  En consecuencia tuvo que entregar la ciudad al general Carlos María de Alvear, en junio de ese año.


Pasó luego a Río de Janeiro y más tarde volvió a España,  donde murió en 1834.  Estas son sus armas:


Se pueden distinguir: 1° un águila bicéfala, 2° un sol figurado, 3° un brazo armado moviente de la diestra, 4° una banda engolada en dragantes.  Cañones, balas, banderas, laureles, son los ornamentos exteriores.



FUENTE: Cuaderno de bitácora Heráldica en la Argentina de Alejandro Pomar.

viernes, 24 de junio de 2011

Crónicas de Congresos


HACIA LOS BICENTENARIOS: INDEPENDENTISTAS Y REALISTAS

El Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II y en concreto su Centro de Estudios Históricos, que dirige el profesor mendocino Juan Fernando Segovia, lleva adelante desde hace años un proyecto de investigación internacional sobre “El ‘otro’ bicentenario”, del que ya han salido distintas publicaciones, producto de otros tantos seminarios y reuniones. No es el caso ahora de recordarlas todas, pues Verbo en general lo ha hecho en números anteriores, sino simplemente de traer a la atención de nuestros lectores la última de ella, el Congreso internacional que ha tenido lugar en la Universidad Católica de Córdoba de Tucumán los pasados días 20 y 21 de agosto, con el título “Hacia los bicentenarios: independentistas y realistas”, en el que intervinieron Luis Zarazaga (Universidad Católica de Córdoba), Eduardo Andrades (Universidad del Desarrollo, Concepción), Marcela Aspell (Universidad Nacional de Córdoba), José Díaz Nieva (Universidad San Pablo - CEU, Madrid), Juan Fernando Segovia (Universidad de Mendoza), José Manuel González (Instituto Hernandarias, Buenos Aires), Javier Giletta (Universidad Católica de Córdoba), Pedro Yanzi Ferreira (Universidad Nacional de Córdoba) y quien firma esta nota.

Al igual que las contribuciones del congreso paralelo reunido en Chile en 2008 saldrá (D. m.) a primeros de 2010 en una nueva revista que lleva por título Fuego y Raya, las de éste serán reunidas en un volumen también de pronta aparición. 2010 es uno de los años centrales en el proceso de secesión cuyo bicentenario se aproxima.

En tal sentido, el Consejo Felipe II, al frente del tradicionalismo hispano, y mejor que nadie, ha vuelto a demostrar su atención a las temáticas en que está implicada la pietas patria. Pues, además de lo recién dicho, también se hallan pendientes de aparición nuevas publicaciones de la colección “El ‘otro’ bicentenario”, que se distribuye entre varios sellos editoriales, pero principalmente ha tenido su hogar en las Ediciones Nueva Hispanidad, de Buenos Aires, con las que tenemos colaboración desde hace ya muchos años.

MIGUEL AYUSO

FUENTE: Revista Verbo, nº 477-478, de la Fundación Speiro de Madrid.


EL “OTRO BICENTENARIO” EN LA CASA DE AMÉRICA

Dentro de la programación que la Casa de América está desarrollando sobre el bicentenario de las independencias americanas ha tenido lugar, con la colaboración de la Universidad Antonio de Nebrija y el Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, una mesa redonda titulada “El ‘otro’ bicentenario: del pasado al futuro”.

Tras las palabras de bienvenida del director de la Tribuna de América, el diplomático Carlos de la Morena, presentó a los oradores y ejerció de moderador el profesor Juan Cayón, vicerrector de la Universidad Antonio de Nebrija.

Intervino en primer lugar el Embajador de Chile en España, Sergio Romero Pizarro, quien evocó las lecciones de su maestro, el historiador Jaime Eyzaguirre, y destacó los vínculos que, por encima de las diferencias que puedan darse, hermanan a todos los países que integraron la vieja Monarquía hispánica. En segundo término, Monseñor Ignacio Barreiro, diplomático uruguayo en su día, centró su exposición en el papel nuclear que tiene la Fe católica para el mundo hispánico. A continuación, el escritor José Antonio Ullate, autor de uno de los libros más incisivos, aparecido hace escasos meses, sobre el tema de la reunión (Españoles que no pudieron serlo: la verdadera historia de la independencia de América), expuso su tesis, en virtud de la cual la Hispanidad no sólo presenta una dimensión cultural sino que esconde otra política.

Precisamente, el cuarto y último de los intervinientes, el profesor Miguel Ayuso, catedrático de la Universidad de Comillas y director científico del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II, desarrolló esa dimensión política en las ventajas que la “no estatalidad” característica del mundo hispánico presenta en los tiempos de la crisis del Estado, de modo que la Hispanidad puede constituir un ejemplo de universalismo radicado en la propia identidad y, de resultas, muro frente a la globalización.

Siguió un animado coloquio. Entre los numerosos presentes, que llenaban la hermosa Sala Miguel de Cervantes de la Casa de América, podía verse a los profesores chilenos Felipe WidowJulio Alvear, al juez argentino Ricardo Fraga, al embajador uruguayo Daniel Pérez del Castillo y al escritor peruano Martín Santiváñez. El agregado cultural mejicano, profesor Jaime del Arenal, en cambio, a última hora no pudo asistir. También se encontraban los profesores españoles José Miguel Gambra, José Ángel Rollón, José María Sánchez, Joaquín Almoguera, José Joaquín Jerez, José María Alsina y el autor de esta nota. El historiador José Antonio Gallego; Juan Manuel Rozas; Javier Martínez-Aedo; Carlos Ayuso; Nicolás Martín Bayliss; Juan López de ArceMaría del Carmen Palomares; Íñigo Pérez de Rada y Ana Enríquez; el capellán castrense Eduardo Montes; el Padre Juan María de Montagut, Superior de la Hermandad de San Pío X en España y Portugal; Manuel Galve; Carmelo López-Arias; Antonio de Urzáiz; y muchos otros .

Los diarios La Gaceta, en su edición del día 18 de junio, y ABC, en la del día 21 siguiente, se han hecho amplio eco, incluso gráfico.

JOSÉ DÍAZ NIEVA


FUENTE: Revista Verbo, nº 485-486, de la Fundación Speiro de Madrid.

miércoles, 22 de junio de 2011

Orígenes masónicos del escudo nacional argentino

Historia

Símbolo patrio: la incógnita del escudo

Un investigador francés destaca la similitud de nuestro emblema con un salvoconducto usado por miembros de un club revolucionario francés para acceder a la Asamblea Legislativa entre 1790 y 1793

Domingo 15 de octubre de 2006 | Publicado en edición impresa La Nación

Escudo de club masónico revolucionario francés,
curiosamente casi idéntico al nacional argentino.

Corría el año 1987 y, con la debida anticipación, Francia estaba inmersa de lleno en los preparativos para celebrar el bicentenario de la Revolución Francesa de 1789 con la pompa y el esplendor que evidencia el espíritu galo en las grandes ocasiones. Nada era dejado al azar. Todo era minuciosamente previsto, estudiado y supervisado por una Comisión constituida especialmente a esos efectos y por el ministerio de la Cultura y la Comunicación. Un Programa de 315 páginas consignaba centenares de actividades a desarrollar en Francia y el extranjero. Así, por ejemplo, en esa suerte de catálogo se anunciaba un coloquio en la Sorbona destinado a examinar la influencia de la Revolución sobre los movimientos independentistas en la América latina.
Toda la nación se aprestaba a asociarse a los festejos que culminarían el 14 de julio de 1989 al conmemorar la toma por el pueblo de París de la fortaleza medieval y prisión de La Bastilla, símbolo del despotismo monárquico, que dos siglos antes había sido el punto de partida de la más profunda transformación política e institucional de buena parte del mundo. He creído oportuno mencionar esos preparativos porque considero que, ante la proximidad de nuestra propia celebración de aquí a cuatro años, deberíamos analizar a fondo lo hecho en Francia a raíz de esos fastos para beneficiarnos con tales experiencias.
En esas circunstancias, y siendo embajador en ese admirable país, recibí una carta en la cual un caballero interesado en nuestra historia me sometía a una consulta que no dejó de sorprenderme. Preguntaba cuándo y por qué motivo la República Argentina había adoptado oficialmente como escudo nacional el emblema del que se valían como laissez-passer los miembros de un club revolucionario francés para acceder a la Asamblea Legislativa entre 1790 y 1793. En apoyo de su petición acompañaba copia de una ilustración que figura en la obra La Revolución Francesa, de Michel Vovelle (Tomo 3° página 216). Asimismo quería saber si el diseño había sido obtenido por un argentino durante ese turbulento período o llevado por un jacobino que podría haber viajado para combatir por la independencia argentina.
La similitud con nuestro escudo - como podrá apreciarse por la reproducción que acompaña esta nota- era tan acentuada que no dejó de sorprenderme. Sobre todo teniendo en cuenta que esa credencial era utilizada dos décadas antes de que la Asamblea General Constituyente de 1813 resolviese adoptar el conocido blasón nacional. La curiosidad planteada en términos tan precisos estaba pues plenamente justificada. Como, por mi parte, no tenía ninguna explicación al respecto, tuve que contestarle a mi interlocutor que intentaría satisfacer su demanda consultando a alguien que tuviese cierta versación en la materia.
Intenté conseguir la obra de Vovelle, historiador marxista que interpreta a su manera los sucesos del levantamiento popular contra el régimen de Luis XVI, pero no fue fácil. No había sido distribuida en el comercio y sólo podía adquirirse por una suscripción particular en una editorial vinculada al Partido Comunista.
Me dirigí entonces a la Biblioteca Nacional donde fui recibido muy cortésmente por quien era la Directora del Departamento de Grabados y Fotografías, Laure Beaumont-Maillet, quien conociendo el motivo de mi visita ya había hecho los preparativos para exhibirme el emblema en cuestión conservado con todo cuidado en un voluminoso cartapacio clasificado con la denominación "Código de la Colección Qb.1 Año 1793", que indica el orden interno en que está ubicado en esa repartición. Con inocultable orgullo por la pieza histórica que mostraba ante mis ojos, me proporcionó otras informaciones.
Las iniciales "BR" que aparecen en un círculo bajo la cinta roja que une a los laureles significan "Bibliothèque Royale", razón por la cual también está incluida la corona real. Las letras "Lat" que se ven en el borde derecho del escudo, a la altura de los rayos segundo y tercero del sol, corresponden a la "Colección Latarrade" de la que formaba parte esa estampa y cuyo propietario del mismo nombre vendió una parte a la Biblioteca Nacional en 1841. A su vez, la familia de Latarrade, en 1863, donó a la misma institución otros quince mil grabados, de donde surge que la proveniencia del referido emblema está perfectamente certificada.
La directora agregó que, en su opinión, el movimiento del azul de la mitad superior del escudo, que se asemeja a pequeñas olas, podría indicar que los diputados que lo usaban como credencial para ingresar a la Asamblea Nacional provenían de una región marítima de Francia. Por último, tuvo la gentileza de entregarme varias fotos de distintos tamaños y a todo color sacadas por el fotógrafo oficial de la Biblioteca.
Con esos datos y aprovechando un viaje a Buenos Aires conversé con Bonifacio del Carril, amigo de juventud, a quien expuse con lujo de detalles cómo había llegado a mi conocimiento el tema. Al ver la reproducción de la estampa revolucionaria no pudo reprimir su entusiasmo exclamando que ese documento bien podría llenar un gran vacío en nuestra historia dado que, en lo concerniente al escudo nacional, se desconoce quién hizo el dibujo que sirvió de modelo para hacer el cuño respectivo. Señaló que algunos autores han expuesto diversas teorías en ese sentido, pero que en realidad no han sido sino meras especulaciones carentes de toda base documental. En particular, porque las Actas de la Asamblea comúnmente denominada del Año XIII, que podrían haber arrojado alguna luz, desaparecieron después de 1852 cuando los vencedores de Caseros, que se instalaron en la casona de Juan Manuel de Rosas en Palermo, las incluyeron en un inventario.
De los textos de investigadores como Dardo Corvalán Mendilaharsu,Carlos Roberts, Agustín de Vedia, Luis Cánepa, surge prácticamente un consenso de lo que se sabe con certeza y de lo que se ignora acerca del origen de nuestro escudo patrio. Se sabe que la Asamblea, con el propósito de ejecutar actos soberanos, comisionó al diputado por San Luis, don Agustín Donado, que se encargara de la confección de un sello para autenticar los escritos del gobierno en reemplazo del utilizado hasta entonces con las armas reales de España, y que además serviría para acuñar la primera moneda nacional, "uno de los atributos esenciales de la soberanía", según Joaquín V. González. Está también probado que Donado confió esa tarea al grabador cuzqueño radicado en Buenos Aires Juan de Dios Rivera y que, con el cuño por él tallado, fueron sellados algunos documentos emanados de la Asamblea; por último, en el Archivo General de la Nación figura el decreto del 12 de marzo de 1813, por el cual la Asamblea General Constituyente, con las firmas de su presidente, Tomás Valle, y el secretario Hipólito Vieytes, ordena "que el Supremo Poder Ejecutivo use el mismo sello de este Cuerpo Soberano, con la sola diferencia de que la inscripción del Círculo sea la de Supremo Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata" . Con esa formalidad quedó registrada la fecha cierta de la creación de nuestro escudo, por más que "El Redactor de la Asamblea" publicara la noticia el día siguiente.
A partir de ahí empiezan las divergencias y la incertidumbre acerca de quién fue realmente el autor del diseño respectivo. Ha sido atribuido al mismo Donado, al tallador Rivera, al artista peruano Isidro Antonio de Castro y a Bernardo de Monteagudo, entre otros, pero siempre haciendo la salvedad de que no existen constancias concluyentes que permitan sostener con total seguridad a quién de los nombrados cabe asignarle la paternidad del escudo. O sea, que es un debate sobre meras suposiciones.
Corvalán Mendilaharsu, que investigó a fondo este problema, admite que " no se conoce precisamente al autor o inspirador del sello, ni los fundamentos filosóficos y políticos determinantes de los jeroglíficos que lo integran, lo que ha mantenido este asunto en una desesperante oscuridad para los investigadores como para los demás interesados en penetrar el concepto de símbolo máximo".
Para suplir esa "desesperante oscuridad" proliferaron las interpretaciones un tanto antojadizas del significado que tienen las manos unidas, el gorro frigio o de los libertos romanos, la pica, los laureles, el sol incásico y demás elementos, pero ninguna de ellas nos acerca a la verdad histórica.
El misterio subsiste desde hace 193 años. Tal vez el emblema revolucionario francés de 1790 pueda aportar una perspectiva diferente que aliente a los historiadores a tratar de develar la incógnita.
Por Carlos Ortiz de Rozas 
El autor fue embajador argentino en Francia (1984-1989).

viernes, 17 de junio de 2011

Guerrillas realistas

Se pueden distinguir en primer lugar los tipos de guerrillas que se componen de los habitantes autóctonos de su propia área de actuación, y que son las más numerosas y estaban formadas por indígenas generalmente; y cuyas poblaciones estarían integradas dentro de los territorios virreinales, como en el caso de los pastusos de Nueva Granada; o estarían integrados por indígenas de zonas periféricas de los virreinatos, como el caso de los araucanos del sur de Chile o los indios Guajira del Caribe neogranadino. En segundo lugar están algunas formaciones guerrilleras que tienen su origen en agrupaciones militares realistas que se han dispersado, y son del país pero no son autóctonos.

En el escenario descrito más abajo, especialmente a lo que a los habitantes de Pasto y a los llaneros se refiere, es donde surge el decreto de “Guerra a Muerte” de Bolívar (dado en la ciudad de Trujillo el 13 de junio de 1813) con cuyos términos esperaba Simón Bolívar contrarrestar las acciones casi invencibles de los llaneros contra los criollos. En el período comprendido entre 1813 y 1814 tanto Bolívar, en el Norte, como Nariño, en el Sur, lograron, en empresas simultáneas, conducir los enfrentamientos entre “patriotas” y realistas al plano de una guerra de dimensiones continentales contra un enemigo común: España. Esto era lo que efectivamente se proponía el mencionado decreto de Bolívar. Aunque estaba dirigido a los venezolanos no dejaba de tener un halo de universalidad. En su parte final rezaba: “Españoles y Canarios, contad con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables”. Si a alguien podían cobijar los términos del decreto era justamente a los pastusos por su doble condición de americanos y realistas. Que Venezuela era una nación en contienda lo afirmaba aquel otro pasaje del decreto que pretendía “... mostrar a las Naciones del Universo, que no se ofende impunemente a los hijos de América”. Lo cual deja patente, una vez más, la visión clasista de Bolívar al considerar únicamente como “hijos de América” a sus partidarios, cuando la realidad estaba tan lejana de sus afirmaciones propagandísticas.

En Venezuela, tras el triunfo inicial independentista, las guerrillas de Siquisique, en la Provincia de Coro, al mando de Juan de los Reyes Vargas, apoyaron la llegada de una compañía del Cuerpo de Marina de Puerto Rico al mando del capitán de fragata Juan Domingo de Monteverde y Ribas, y tras su desaparición, los restos de las milicias realistas de esclavos y de llaneros se consolidaron en el territorio de los Llanos para formar un verdadero ejército que al mando de José Tomás Bobes que destruiría los ejércitos independentistas dominando toda Venezuela, antes y sin apoyo de la expedición española de Pablo Morillo y Morillo. Tras la caída de Puerto Cabello en 1823, las guerrillas siguieron actuando hasta el año 1829, y apoyaron una última incursión del Coronel Arizabalo.

En la Región de Pasto, al sur de Nueva Granada, las guerrillas serán dirigidas por el General Agustín Aqualongo hasta junio de 1824, cuando es hecho prisionero y ajusticiado. Las guerrillas combatirán hasta el año 1830.

San Juan de Pasto, donde nació Agualongo, es una ciudad llena de iglesias del barroco virreinal y se caracterizó por su fidelidad al Rey hasta el final. El autor Indalecio Liévano Aguirre indica que se trataba de una “población compuesta por la unión de esclavos fugitivos del Valle del Cauca con indios nativos del Valle del Patía.” Si el grito de independencia se dio en 1810, todavía en 1824 resistía Agustín Agualongo, a quien para cuando le llegó de Madrid el despacho de Brigadier General de los Reales Ejércitos, ya había sido fusilado por los liberales independentistas. La ciudad de Pasto había sido un bastión realista desde el comienzo de la emancipación neogranadina, el territorio entre Quito y Popayán estaba en poder de las guerrillas pastusas quienes destruyeron varios ejércitos “patriotas”. Llegaron a ser un componente muy importante de las guerrillas realistas que terminarían por propinarle a Nariño y a su ejército el estruendoso descalabro de 1814 con el cual se cerraría el primer ciclo de la oposición de Pasto a la independencia. La resistencia de la población unida a las guerrillas realistas bajo jefes como Agustín Agualongo lograron mantener su independencia por mucho tiempo. Luego, por ese realismo que aunque pasados tantos años todavía hoy se respira, fue objeto de un tratamiento brutal por parte del Ejército de Bolívar. Aún hoy los habitantes de Pasto declaran que perdieron en su intento de ser libres en una comarca donde Dios, el Rey y el trabajo honrado los sustentaban el pan diario en medio de la alegría de hermanos.

Ya el 4 de abril del año 1814, el Cabildo de Pasto responde a una misiva del General Antonio Nariño, en la cual conminaba al pueblo del Sur a deponer las armas y acoger las nuevas ideas independentistas so pena de ser víctimas de una incursión por parte de los ejércitos libertadores. Los pastusos responden con franqueza e hidalguía: “Nosotros hemos vivido satisfechos y contentos con nuestras leyes, gobiernos, usos y costumbres. De fuera nos han venido las perturbaciones y los días de tribulación...”

A comienzos de la década del veinte los realistas prácticamente tenían completo dominio sobre la antigua Gobernación de Popayán, aunque el área marcadamente realista se encontraba al sur, cubriendo desde Popayán hasta Pasto, pasando por el Valle del Patía. Para Bolívar, y en general para todos los “patriotas” colombianos, era prioritario liberar esta zona, pues entendían que solo una acción combinada por el norte y por el sur permitiría someter a los realistas refugiados en Quito. La misión fue encomendada al general Manuel Valdés, quien no contó con un ejército fuerte que permitiera enfrentar a las guerrillas del Patía o a los irregulares ejércitos pastusos que, comandados por el coronel Basilio García, se movilizaban gracias —decían ellos— al fanatismo que les generaba los sermones del obispo Salvador Jiménez de Padilla.

La derrota de los ejércitos patriotas coincidió con la llegada de comisionados de Bogotá, quienes negociaron un armisticio que estableció una línea divisoria en el río Mayo, quedando la zona de Popayán en poder de los patriotas y la de Pasto en el del Rey, mientras que las guerrillas patianas fueron desmovilizadas.

En la década de 1820 Pasto respondería con redoblada reacción a los intentos de los patriotas de dominar la provincia. De este período data la acción de la guerrilla realista, liderada por el General Realista pastuso Agustín Agualongo y responsable de la derrota del Mariscal Sucre (en la Batalla de Guachi del 12 de septiembre de 1821) antecedida por la victoria realista en la Localidad de Genoy (el 2 de febrero de 1821). La aniquilación de los “patriotas” en esta última contienda habría sido de grandísimas proporciones si no se hubiera producido el armisticio pactado entre Bolívar y Morillo el 25 de noviembre de 1820, cuyos términos ponían fin a la “Guerra a Muerte” que suponía el exterminio del enemigo. El armisticio disponía la regularización de la guerra y dentro de ésta, la preservación de la vida de los prisioneros.

El episodio de la Batalla de Bomboná o Batalla de Cariaco, que nunca ganó Simón Bolívar, cuyo ejército huyó despavorido para regresar al Trapiche (Cauca). Aunque esto ha sido manipuladoramente narrado como “retirada heroica” de Simón Bolivar. Una retirada en la Bolivar dejó abandonados, en el caserío de Consacá a 200 heridos, entre ellos el General Torres, enviándole 2000 pesos al Comandante español para los gastos de los heridos mientras tardaba en volver...

La población de Pasto, en masa, luchó contra el ejército de Bolivar. La guerrilla realista de Pasto volvería a emprender nuevas acciones en la segunda parte de 1822 como respuesta a las victorias de Bolívar y Sucre que condujeron a la capitulación de Quito y Pasto. En esta ocasión aquélla entraría a una fase muy singular. Sus líderes Agustín Agualongo y Benito Boves procederían (luego de la capitulación de Pasto en junio de 1822) a fugarse de la prisión y a tomar la ciudad, empresa en la que no contaron con el apoyo ni del clero ni de los notables aún cuando ésta se llevara a cabo en nombre de la causa del Rey.

El fragor de la guerra duraría en Pasto hasta finales de 1822 al ocupar Sucre la capital provincial el 24 de diciembre de 1822. Sucre marchó a someter Pasto pero tuvo dificultades en el Guáitara y debió refugiarse, hasta superarlos, en Túquerres. Posteriormente paso el Guáitara, triunfó en Taindala y penetró en Pasto, el 24 de diciembre de 1822, en medio de crueles combates. A esto sucedería la siniestra “Nochebuena pastusa” en la que el ejército “patriota” cometió toda clase de desafueros, tan bárbaros que se presentaron como salvajes hordas destructivas, que asesinaron niños y violaron mujeres, entregados a la violencia con desesperación.

La lectura de libro “Estudios sobre la Vida de Bolívar” del humanista pastuso José Rafael Sañudo, pone al descubierto las atrocidades de los “patriotas” en su paso criminal por Pasto. Leyendo ese libro, se comprende la resistencia de un pueblo al embiste brutal de una independencia no querida. A los héroes de Pasto, por haber vencido en Bomboná “se los cosió por la espalda, alanceados y arrojados al vórtice horripilante del Guaítara”. En ese libro se conoce la terrible noche del 24 de diciembre de 1822, la “Nochebuena fastuosa” donde “las manos de Sucre conocieron la vergonzante sangre de sus hermanos pastuosos torturados, vencidos y humillados. Las violaciones y la crueldad con que se enseñaron contra los habitantes de Pasto, obligaron a los pastuosos a defenderse con todo su ardor y valentía en defensa de su propia vida. Pero se acallan las voces de la historia cuando toda ésta hecatombe pudo evitarse si Simón Bolívar hubiese hecho caso de las palabras de Santander al advertirle éste sobre lo equivocado que era manejar a Pasto como se lo proponía, pues llevaría a confrontaciones innecesarias. La historia ha demostrado que tales palabras no fueron escuchadas y que primó la terquedad de Bolívar.”

El mismo jefe patriota Obando dice: “No sé cómo pudo caber en un hombre tan moral, humano e ilustrado como el general Sucre, la medida altamente impolítica y sobremanera cruel, de entregar aquella ciudad a muchos días de saqueo, de asesinatos y de cuanta iniquidad es capaz la licencia armada: las puertas de los domicilios se abrían con la explosión de los fusiles para matar al propietario, al padre, a la esposa, al hermano y hacerse dueño el brutal soldado de las propiedades, de las hijas, de las hermanas, de las esposas; hubo madre que en su despecho saliese a la calle llevando a su hija de la mano para entregada al soldado blanco, antes que otro negro dispusiese de su inocencia; los templos llenos de depósitos y de refugiadas, fueron también asaltados y saqueados; la decencia se resiste a referir por menor tantos actos de inmoralidad ejecutados en un pueblo entero que de boca en boca ha trasmitido sus quejas a la posteridad.” [Francisco Zuluaga, José María Obando: De soldado realista a caudillo republicano (Bogotá: Banco Popular, 1988), y Guerrilla y sociedad en el Patía (Cali: Ed. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle, 1993).]

“La esforzada resistencia de los pastusos habría inmortalizado la causa más santa ó más errónea, si no hubiera sido manchada por los más feroces hechos de sangrienta barbarie con que jamás se ha caracterizado la sociedad más inhumana; y en desdoro de las armas republicanas, fuerza es hacer constar que se ejercieron odiosas represalias, allí donde una generosa conmiseración por la humanidad habría sido, a no dudarlo, más prestigiosa que el ánimo de los rudos adversarios contra quienes luchaban para atraerlos a adoptar un sistema menos repugnante a la civilización. Prisioneros degollados a sangre fría, niños recién nacidos arrancados del pecho materno, la castidad virginal violada, campos talados y habitaciones incendiadas, son horrores que han manchado las páginas de la historia militar de las armas colombianas en la primera época de la guerra de la independencia; no menos que la de las campañas contra los pastusos, pues algunos de los jefes empleados en la pacificación de estos parecían haberse reservado la inhumana de emular al mismo Boves en terribles actos de sangrienta barbarie. Los prisioneros fueron a veces atados de dos en dos, espalda con espalda, y arrojados desde las altas cimas que dominan el Guáitara, sobre las escarpadas rocas que impiden el libre curso de su torrente, perdiéndose sin eco, entre las horribles vivas de los inhumanos sacrificadores y el ronco estrépito de las impetuosas aguas, los gritos desesperados de las víctimas. Estos atroces asesinatos, en el lenguaje de moda entonces, fueron llamados matrimonios, como para aumentar la tortura de aquellos infelices, tornándoles cruel el de suyo grato recuerdo de los lazos que los ligaron a la sociedad en los días de su dicha. Declaraciones de sus mismos verdugos han descorrido el velo que debiera siempre ocultar estas crueldades inauditas.” [Daniel Florencio O’Leary, Memorias (Caracas: 1879).]

De ingrata recordación son las palabras de Bolívar escritas a Santander y la masacre de pastusos permitida por Sucre, que permanecen en la memoria colectiva y salen a relucir cuando el pueblo pastuso se siente golpeado o abandonado por el gobierno centralista. Bolívar dice en su carta enviada desde Potosí: “Los pastusos debe ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transportados a otra parte dando aquel país a una colonia militar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien años, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos aunque demasiado merecidos…” [Jaime Álvarez S. J., citado por Francisco Insuasty Sansón, Antecedentes históricos de la Contraloría de Pasto 1937 – 2000 (Pasto: Printer, 2000), p. 38].

Los historiadores tratan de justificar “el error histórico” de los pastusos aduciendo que la gesta libertadora, en su paso por Pasto, siempre lo hizo con la bayoneta de frente, con alevosía y sevicia, sin nunca tratar de entender las aspiraciones de este pueblo: Incendios, depredación, saqueo, hombres pastusos, amarrados por parejas y tirados al Río Güáitara, jóvenes y viejos arrancados de sus hogares y llevados de manera infame y burlesca a Junín y Ayacucho hicieron parte de la gesta emancipadora. Era tal el odio de los patriotas hacia los pastusos que, para completar el cuadro dantesco, hace 186 años, la noche del 24 de diciembre de 1822 el Gran Mariscal de Ayacucho, Sucre, de tan sólo 27 años de edad, permitió que la soldadesca del Batallón Rifles, hiciera lo que le diera en gana con Pasto y su población, en una jornada de sangre saqueo y locura de la que no escaparon niños, mujeres, ni viejos y en la que no se respetaron ni siquiera las iglesias. Por ejemplo, en el lugar donde hoy se encuentra la Catedral de Pasto, en tiempos pasados, estuvo la Capilla de San Francisco de Asís, destruida después de la profanación y saqueo que sufrió la ciudad durante los incidentes del 24 de diciembre de 1822.

La violencia empleada por las tropas de Sucre para someter a los pastusos, los decretos de Bolívar, su aplicación por parte del Gral. Bartolomé Salóm y el Cnel. Juan José Flores y las represiones, fusilamientos, asesinatos y conscripciones forzadas llevados a cabo por este último, produjeron que se generalizara la rebelión en Pasto, ahora encabezada por Agustín Agualongo, quien derrotó a Flores en Anganoy el 12 de julio de 1823, haciéndolo huir a Popayán. Esto obligó al regreso de Bolívar, quien derrotó a Agualongo el 17 de julio de 1823 en Ibarra. Y nuevamente regresaron a Pasto las masacres.

Leemos en las órdenes de Bolívar a Salóm: “Marchará Ud. a pacificar la Provincia de Pasto. Destruirá VS. a todos los bandidos que se han levantado contra la República. Mandará VS. partidas en todas direcciones, a destruir a estos facciosos. Las familias de todos ellos vendrán a Quito, para destinadas a Guayaquil. Los hombres que no se presenten para ser expulsados del territorio serán fusilados. Los que se presenten serán expulsados del país y mandados a Guayaquil. No quedarán en Pasto más que las familias mártires por la libertad. Se ofrecerá el territorio a las familias patriotas que lo quieran habitar. Las propiedades privadas de estos pueblos rebeldes, serán aplicadas a beneficio del ejército y del erario nacional.”

Agualongo, fue fusilado en Popayán el 13 de julio de 1824, luego de haber sido herido en batalla y tomado preso en Barbacoas por el General José María Obando.

En 1830 Sucre viajaba en una caravana que salió de Bogotá, integrada por el diputado Andrés García Téllez, hacendado de Cuenca, el sargento de caballería Lorenzo Caicedo, asistente de Sucre, el negro Francisco, sirviente de García, y dos arrieros con bestias de carga. Después de pasar por Popayán, el grupo de viajeros salió de La Venta (hoy La Unión), el 4 de junio de 1830. Al pasar por las montañas de Berruecos, cerca de Pasto, era asesinado. En el proceso del crimen de Berruecos fueron inculpadas las siguientes personas: el coronel Apolinar Morillo, Andrés Rodríguez y José Cruz, soldados peruanos licenciados del ejército, y el tolimense José Gregorio Rodríguez. Los tres últimos trabajaban como peones de José Erazo, un mestizo de la provincia de Pasto, que se consideró uno de los cómplices del crimen. A los 10 años del asesinato de Sucre, José Erazo cayó prisionero en Pasto, y en los interrogatorios confesó el crimen. En el proceso se dictó sentencia de muerte para el coronel Apolinar Morillo, además se acusó al general José María Obando como autor principal del asesinato; el coronel Morillo, antes de subir al patíbulo, acusó también a Obando. Sin embargo, el crimen sigue sin esclarecerse, por el sinnúmero de factores condicionantes que hay a su alrededor: causas políticas, caudillistas, regionalistas e inclusive familiares. La esposa de Sucre, la marquesa de Solanda, volvió a casarse, cumplido el primer año de duelo, con el general Isidoro Barriga, quien había sido su subalterno.

En Chile, Pedro Ordóñez de Ceballos nos cuenta de las guerrillas realistas, las guerrillas bajo los caudillos Vicente Benavides, Juan Manuel Picó, el coronel Senosiain y los hermanos Pincheira, con el apoyo de grupos mapuches “...como no fueran de tres naciones, Pijaos, Taironas y Araucos, que son las tres naciones de la gente más valiente de las indias…”. Los indígenas reches o araucanos -hoy mapuches-, pelearon por las banderas realistas, a sabiendas que la seguridad de justicia que tenían se perdería en el caso de la independencia, tal y como sucedió, y los pehuenches proseguirán la llamada guerra a muerte contra las autoridades de Santiago en territorio continental y en el norte de la Patagonia argentina. El general chileno Manuel Bulnes logró derrotarlos en la batalla de las lagunas de Epulafquen el 14 de enero de 1832 en territorio de la actual Provincia del Neuquén (Argentina). El bando realista contó con el apoyo de los lafkenches cuyos principales caciques eran Huenchukir, Lincopi y Cheukemilla. Y los pehuenches, liderados por Martín Toriano, Chuika y Juan Nekulman, apoyaron también a los realistas, lo mismo que los grupos del área de Xruf-Xruf y los boroanos. Así como se alinearon con los realistas los wenteches encabezados por Mariwán (o Marihuán) cacique del área de Victoria y Mangin Weno (o Mañil Bueno) y su hijo Ñgidol Toki Kilapán.

Los hermanos Pincheira fueron cuatro hermanos y dos hermanas. Eran originarios de la Zona de Parral en Chillán: Santos (fallecido en 1823), Pablo, José, Antonio (nacido por 1804 y fallecido en 1884), Rosario y Teresa Pincheira. Todos fueron hijos de Martín Pincheira. En un principio trabajaron como inquilinos en la hacienda realista de Manuel de Zañartu. Antonio, el mayor, llegó a ser cabo del ejército realista y combatió en Maipú.

El virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela encargó al chileno Vicente Benavides para sostener la resistencia armada en las posesiones del sur, aprovechando el apoyo de los grupos indígenas. Benavides controló los territorios fronterizos al sur del río Biobío dividido en tres frentes. Los llanos centrales estaban a cargo de Benavides, el cura Juan Antonio Ferrebú comandó el sector costero y los hermanos Pincheira se dedicaron al área cordillerana.

Benavides fue fusilado en 1822 y le sucedió por poco tiempo Juan Manuel Picó ya que fue asesinado en 1824, ese mismo año Ferrebú fue fusilado. Desde ese momento José Antonio Pincheira se mantuvo al frente de la guerrilla hasta su derrota en 1832.

Si en un principio la guerrilla la integraron principalmente campesinos, pronto se unieron otros miembros buscados por los patriotas. La persecución de sospechosos realistas por parte de los patriotas y los abusos de la dictadura de O’Higgins llevaron a muchos a unirse a los rebeldes. Parte de la tropa patriota, desesperada por la necesidad y falta de sueldo, según informes de la época, fue a dar también a sus filas.

De esa forma, el contingente de los Pincheira creció y se transformó en una gran fuerza. Los informes hablan de entre 500 y 1.000 hombres a caballo, todos estaban bajo un mando monolítico jerarquizado militarmente.

Desde 1822 entraron en alianza con caciques pehuenches que le permitieron asentarse a ambos lados de la cordillera de los Andes. En tierras pehuenches actualmente correspondientes a la provincia argentina del Neuquén crearon una aldea de 6.000 habitantes en los ricos Valles de Varvarco donde llegaron a establecer un fortín y en Epulafquen. Los caciques Neculmán, El Mulato, Canumilla y Martín Toriano fueron aliados de los Pincheira.

Entre 1817 y 1832 asaltaron numerosas veces Chillán, Parral, Linares hasta llegar a Talca, Curicó y San Fernando. Durante dos años, y tras una emboscada patriota, se radicaron en la Argentina y sus correrías alcanzaron a “Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires”, según el historiador Barros Arana.

En 1823 Pablo y José Antonio Pincheira logran repeler el ataque de 1.000 soldados que atravesaron los pasos de Epulafquen y Pichachén al mando del coronel Clemente Lantaño y del sargento Carrero respectivamente.

En 1825 el gobierno chileno comisionó al capitán Barnechea para intentar convencer a los Pincheira a que se integren al Ejército Chileno, además de ofrecer un tratado de paz a los caciques pehuenches. Estos caciques se reúnen en Cayanta y deciden aceptar la propuesta, pero sólo la cumplen los caciques Manquel (del Reñi Leuvú) y Lancamilla (de Malargüe), Caripil (del Nahueve) se mantiene neutral y Neculmán sigue aliado a los Pincheira. Poco después asaltan Parral comenzando la guerra a muerte.

En 1827 atacaron el fuerte de Carmen de Patagones, izando la bandera española en él.

Los Pincheira se mantuvieron como uno de los últimos bastiones realistas de Sudamérica.

En Perú, las guerrillas realistas de Ica, Huamanga y Huancavélica, se desarrollan tras el repliegue del ejército de La Serna a su bastión de la Sierra. En el año de 1823 la creciente reputación de las armas reales lograron la adhesión de los pobladores de Tarma, Huancavelica, Acobamba, Palcamayo, Chupaca, Sicaya y muchos otras ciudades y villas de la Sierra Central peruana, el mismo virrey intervino en la organización de fuerzas irregulares que brindaron importantes servicios combatiendo a las guerrillas independentistas, informando de los movimientos enemigos y cubriendo las bajas que tan prolongada campaña causaba en el Ejército Real.

Las guerrillas de Iquichanos continuaron su beligerancia contra el proyecto republicano más allá de la capitulación del virrey, bajo la dirección de Antonio Huachaca, líder indígena que empezó como combatiente contra la rebelión del Cuzco de 1814. Antonio Huachaca era un campesino indígena que luchó por la causa española, enfrentándose a los independentistas cuzqueños, en 1814. Huachaca juró defender a su Rey, a su patria España y a su Fe Católica. Tan grande fue su fidelidad y firmeza en el combate, que durante la Guerra de Separación, el Virrey lo recompensó ascendiéndolo al alto rango de Brigadier General de los Reales ejércitos del Perú. Tuvo, así mismo un papel destacado en la rebelión indígena de 1827 en Iquicha (Provincia de Ayacucho) que rechazó la república y reclamó el retorno de la monarquía española. Hay documentos en los que Huachaca explica que ve a las fuerzas independentistas y patriotas como extrañas, abusivas y hasta paganas. En esta rebelión indígena de 1827, Antonio Huachaca estuvo acompañado por otros líderes, todos ellos indígenas a excepción del francés Nicolás Soregui, comerciante y ex oficial del Ejército Español en Perú. Un movimiento de resistencia indígena contra la República, contra el “infame gobierno de la patria” como ellos decían. Por esta razón las represalias no se hicieron esperar; “En castigo por su militancia realista, la Provincia de Huanta fue grabada en 1825 con un impuesto de 50.000 pesos por orden del Libertador” (Méndez: 1992, p. 23). Esta militancia leal y persistente era de vieja data y había sido reconocida en 1821, cuando el Virrey La Serna le otorgó a la ciudad un escudo con una divisa que rezaba “Jamás desfalleció”. Se originó, por parte de la República, una represión indiscriminada contra las comunidades Iquichanas.

miércoles, 15 de junio de 2011

La 'cueca larga' de Los Pincheira y homenaje a José Manuel González

Falleció recientemente el profesor argentino José Manuel González. Nuestra mejor manera de honrarlo es copiando a continuación una reseña de su último libro sobre los Pincheira que teníamos en carpeta.

José Manuel González, La 'cueca larga' de Los Pincheira. Una montonera realista en la Independencia argentina, con prólogo de Luis Corsi Otálora, Ediciones Nueva Hispanidad, Colección El "Otro" Bicentenario, Buenos Aires, 2009, 176 págs.

El libro que tenemos en la mano es una verdadera novedad en el ámbito historiográfico argentino. No es la primera vez que se publica un estudio de los llamados "realistas" durante las guerras de la Independencia argentina, entre 1810 y 1816; en este sentido las obras de Luqui Lagleyze han marcado un verdadero hito en el estudio de las fuerzas militares realistas. Pero en este y otros casos similares, se trata de estudios, digamos, asépticos, que pretenden ser neutrales o, ni siquiera, pasan revista "al enemigo" histórico con fines de complementar la gran profusión de obras que han estudiado al bando "patriota". Por el contrario, el Dr. González no disimula sus simpatías por quienes lucharon "... por mi Rei y por mi Lei", sin desmerecer por ello la lograda objetividad del trabajo en sí.

El autor, historiador e investigador, antropólogo costumbrista y docente, maneja una profusa bibliografía a pesar de lo difícil del tema investigado, tanto por tabú como por la falta de documentación.

Este breve estudio se compone de seis capítulos: Introducción, El escenario Pincheirino, La génesis Pincheirina, La gesta Pincheirina, La esencia Pincheirina, Conclusiones. Además, incluye un Prólogo a cargo de Luis Corsi Otálora sobre la necesidad de un revisionismo que incluya el período de las independencias hispanoamericanas, un Prologuillo galeato del autor, quien también presenta un Epílogo poético, y seis Anexos que incluyen textos que ayudan a comprender el fenómeno.

Se estudian los pactos entre tribus indígenas y autoridades virreinales en los reinos de Chile y del Río de la Plata, donde las primeras reconocían al Rey mientras que conservaban sus leyes y tradiciones, en la mejor tradición foral de la Península Ibérica; pactos que se vieron rotos por los ejércitos revolucionarios. Tampoco se olvidan las verdaderas fracturas en familias criollas que trajo la revolución, casos como los hermanos Tur o los también hermanos Castilla en el Perú. La resistencia realista en Chiloé y en Concepción, contra los "señoritos" de Santiago que impulsaban las ideas ilustradas revolucionarias. Se prueba fehacientemente que los cargos de bandolerismo y cuatrerismo contra los Pincheira y sus aliados indígenas eran injustos, por lo verdaderamente extendido de estas prácticas entre los insurgentes en tiempos de guerra civil o contra el legítimo soberano español. No se olvida citar tampoco los casos de resistencia fidelista en Coro, Maracaibo, Pasto, la Sierra peruana... 

El Dr. González, mediante preguntas y citas de autores de todo signo y especialización historiográfica, dispara preguntas y señala enigmas que dibujan cientos de líneas de investigación para quienes busquen explorar, sin temores humanos ni prejuicios ideológicos, la posibilidad de un verdadero revisionismo de nuestra historia "oficial", ya sea ésta de matriz liberal, marxista o nacionalista.

Es un libro a todas luces recomendable aún para los no especializados. Si bien la descripción de las campañas militares pincheirinas -según el adjetivo acuñado por el autor- es más bien somera (se prefiere detenerse en aquellos puntos más polémicos), no hace falta tener un gran conocimiento de historia argentina y chilena para aprovecharlo.

La edición de Nueva Hispanidad -editorial que realmente ha hecho huella en la publicación de historiadores políticamente incorrectos hasta para los del palo- es bastante buena. Incluye casi veinte páginas con imágenes relacionadas al tema en estudio. http://www.nuevahispanidad.com/



martes, 7 de junio de 2011

Noble, Fiel y Leal villa de Riobamba

Real Cédula por la que se concede a la Villa de Riobamba los Títulos de Noble, Fiel y Leal con atención a su fidelidad y servicios en tiempos de la Revolución. [1]


DON FERNANDO VII por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de León, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Menorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algecira, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra firme del Mar Océano, Archiduque de Austria, Duque de Borgoña, de Brabante y de Milán, Conde de Absburgo, de Flandes, de Tirol, y Barcelona, Señor de Vizcaya y de Molina, etc., etc. En 22 de junio de 1813 dirigió al Presidente que fué de Quito, Don Toribio Montes, una representación documentada  el Ayuntamiento de la Villa de Riobamba[2], en la que expuso y calificó que, desde el principio de las desgraciadas turbulencias de aquellas Provincias, dió pruebas auténticas del espíritu de rectitud y de fidelidad con que se condujo[3], dirigiendo todas sus miras a conservar ilesos mis Reales Derechos e impedir la introducción de un Gobierno opuesto a la subordinación y obediencia de su legítimo Soberano y de las Autoridades que lo representaban, contribuyendo con sus esfuerzos y ejemplo a reponer en su antigua tranquilidad las mismas Provincias, con riesgo de ser víctima de los causantes de la revolución; que luego que supo el Ayuntamiento que las Provincias de Guayaquil y Cuenca se oponían al sistema revolucionario de Quito, concibió esperanzas de que, unidas cuantas tropas y fuerzas pudiesen juntar a las de aquellas ciudades, sería posible la resistencia y destrucción del nuevo sistema, participó por Acta de 5 de Septiembre de 1809 a aquellos Gobernadores su proyecto y también a mi Virrey del Perú, quien en 6 de Noviembre, le contestó aprobando resolución tan noble y ofreció ponerla en mi Real noticia; que igualmente el Ayuntamiento inflamó los ánimos de los Corregidores de Ambato y Guaranda, los cuales se ofrecieron a sacrificar sus vidas por sostener la obediencia y fidelidad debidas a mi Real Persona; que por sus persuasiones, los Oficiales y soldados que guarnecían el punto de Alausí, y estaban destacados en los de Guaranda, al mando del Gobierno insurreccional, desistieron de su quimérico proyecto y se unieron a las tropas fieles de la misma Villa de Riobamba; que el propio Ayuntamiento franqueó la entrada del Exercito Real de Lima y Cuenca, dándole todos los auxilios necesarios para su internación a la Provincia de Ambato y Quito, sin los cuales hubiera sido imposible su entrada, siendo la Villa de Riobamba la primera que restableció el orden y puso en movimiento a la otras; y finalmente, haciendo una dilatada relación de la dura opresión que sufrió en tres años y tres meses en la segunda revolución de Quito; expuso había perdido sus fundos por falta de cultivo y los frutos no había podido vender en Guayaquil y Cuenca por la de comercio, y además dos mil bestias con que hacía su trata, todo lo cual manifestaba el noble esfuerzo con que la dicha Villa de Riobamba y los pueblos inmediatos habían sabido resistir los ataques de la seducción; en cuya atención solicitó me dignase concederla los títulos de NOBLE, FIEL Y LEAL, contemplándola el referido Presidente de Quito acreedora y digna de estas gracias. Y por quanto, vista esta instancia en mi Consejo de las Indias, he venido en acceder a ella a consulta de 16 de Octubre de 1815. Por tanto quiero y es mi voluntad que desde aquí en adelante pueda llamarse y nombrarse y se intitule y nombre la mencionada mi Villa de Riobamba NOBLE, FIEL Y LEAL, poniéndose así en todas las cartas, provisiones y privilegios que se le expidieren por mi y por los Reyes mis sucesores, y en todas las escrituras e instrumentos que pasaren ante los escribanos públicos de la misma Villa. Y por esta mi carta o su traslado, signado de escribano público, mando a los Infantes, Prelados, Duques, Marqueses, Condes, Ricos-Hombres, Priores de las Ordenes, Comendadores y Subcomendadores; a mis Consejos, Presidentes y Oidores de mis Reales Audiencias, así de, estos mis Reinos como de los de Indias, a los Gobernadores, Corregidores, Contadores Mayores de Cuentas, o otros cualesquier Jueces de mi Casa y Corte y Chancillerías, a los Alcaydes de los Castillos, Casas, Fuertes y Llanas; a todos los Concejos, Alcaldes, Alguaciles, Merinos, Caballeros, Escuderos, Oficiales y Hombres Buenos de las Ciudades, Villas y Lugares de todos mis Reinos y Señoríos, y a los demás mis vasallos de cualesquier estado, condición, preeminencia o dignidad que sean, guarden y hagan guardar los expresados títulos de NOBLE, FIEL Y LEAL a la referida Villa de Riobamba, sin contravenir ni permitir que se contravenga a ello en cosa alguna. Y de este despacho se tomará razón en las Contadurías Generales de la Distribución de mi Real Hacienda y en la de mi Consejo de las Indias dentro de dos meses de su data, sin cuya formalidad será nulo y de ningún valor ni efecto. Dado en Madrid, a diez y ocho de Diciembre de mil ochocientos diez y siete.- YO EL REY.
Yo Don Silvestre Collar, Secretario del Rey Nuestro Señor lo hice escribir por su mandado.- El Duque de Montemar, Conde de Garciez.- Joaquín de Mosquera y Figueroa.- Don Manuel María Junco.
Tomose razón en la Contaduría General de la América Meridional. Madrid, 20 de Diciembre de 1817.- José de Texada.
Registrado.- Juan Ant° de la Muñoza. Teniente de Gran Canciller.-  Juan Ant° de la Muñoza.

[1] Extraído del Boletín de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Históricos Americanos, Número 10, Quito, Enero – Febrero de 1920. En “Documentos Históricos. Para la Historia de Riobamba. Una Rectificación” de Cristóbal de Gangotena y Jijón.  Digitalizado por Francisco Núñez Proaño.
[2] “Riobamba no fue, pues, en tiempos coloniales, nunca Ciudad (nunca se le concedió ese título), sin que esto quiera decir aminorar su importancia: Madrid, la Capital de España e Indias, es hasta hoy, villa.” C.G.J. La supuesta Real Cédula donde según el padre Juan de Velasco se le concede a Riobamba el título de “ciudad de San Pedro de Riobamba” y de “muy noble y muy leal”, así como su escudo de armas, no existe.
[3] Gracias a las gestiones de don Martín Jerónimo José Manuel Joaquín Chiriboga y León (Marqués del Chimborazo, furibundo realista criollo), se otorgó a Riobamba el título de Noble, Fiel y Leal.

[FUENTE: COTERRANEUS – EL BLOG DE FRANCISCO NÚÑEZ PROAÑO -- RIOBAMBA: NOBLE, FIEL Y LEAL. HISTORIA SECRETA DE AMÉRICA]

domingo, 5 de junio de 2011

Los indios: Fieles al Rey

Se pueden distinguir en primer lugar los tipos de guerrillas que se componen de los habitantes autóctonos de su propia área de actuación, y que son las más numerosas y estaban formadas por indígenas generalmente; y cuyas poblaciones estarían integradas dentro de los territorios virreinales, como en el caso de los pastusos de Nueva Granada; o estarían integrados por indígenas de zonas periféricas de los virreinatos, como el caso de los araucanos del sur de Chile o los indios Guajira del Caribe neogranadino. En segundo lugar están algunas formaciones guerrilleras que tienen su origen en agrupaciones militares realistas que se han dispersado, y son del país pero no son autóctonos.
En el escenario descrito más abajo, especialmente a lo que a los habitantes de Pasto y a los llaneros se refiere, es donde surge el decreto de "Guerra a Muerte" de Bolívar (dado en la ciudad de Trujillo el 13 de junio de 1813) con cuyos términos esperaba Simón Bolívar contrarrestar las acciones casi invencibles de los llaneros contra los criollos. En el período comprendido entre 1813 y 1814 tanto Bolívar, en el Norte, como Nariño, en el Sur, lograron, en empresas simultáneas, conducir los enfrentamientos entre "patriotas" y realistas al plano de una guerra de dimensiones continentales contra un enemigo común: España. Esto era lo que efectivamente se proponía el mencionado decreto de Bolívar. Aunque estaba dirigido a los venezolanos no dejaba de tener un halo de universalidad. En su parte final rezaba: "Españoles y Canarios, contad con la muerte, aún siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aún cuando seáis culpables". Si a alguien podían cobijar los términos del decreto era justamente a los pastusos por su doble condición de americanos y realistas. Que Venezuela era una nación en contienda lo afirmaba aquel otro pasaje del decreto que pretendía "... mostrar a las Naciones del Universo, que no se ofende impunemente a los hijos de América". Lo cual deja patente, una vez más, la visión clasista de Bolívar al considerar únicamente como "hijos de América" a sus partidarios, cuando la realidad estaba tan lejana de sus afirmaciones propagandísticas.
En Venezuela, tras el triunfo inicial independentista, las guerrillas de Siquisique, en la provincia de Coro, al mando de Juan de los Reyes Vargas, apoyaron la llegada de una compañía de marines españoles al mando de Monteverde, y tras su desaparición, los restos de las milicias realistas de esclavos y de llaneros se consolidaron en el territorio de los Llanos para formar un verdadero ejército que al mando de Tomás Bobes que destruiría los ejércitos independentistas dominando toda Venezuela, antes y sin apoyo de la expedición española de Morillo. Tras la caída de Puerto Cabello en 1823, las guerrillas siguieron actuando hasta el año 1829, y apoyaron una última incursión del Coronel Arizabalo. Los llaneros surgieron en la región de Venezuela, durante el período colonial, al establecerse en vastas y lejanas zonas del llano un grupo humano conformado, fundamentalmente, por pardos libres quienes eran expertos jinetes, dedicados a una vida semi nómada, a la recolección de ganado salvaje y al comercio de pieles y de otros productos animales. El panorama social que se presentaba a fines del siglo XVIII en las extensiones territoriales del llano era el de un avance de la aristocracia criolla de Venezuela con el propósito de hacer fundación de haciendas, creándose así una tensión entre la oligarquía criolla y las masas populares de la región. José Tomás Bobes, unido a los llaneros terminaron por derrotar a las fuerzas "patriotas". En la región de Pasto, al sur de Nueva Granada, las guerrillas serán dirigidas por el General Agustín Aqualongo hasta junio de 1824, cuando es hecho prisionero y ajusticiado. Las guerrillas combatirán hasta el año 1830. San Juan de Pasto, donde nació Agualongo, es una ciudad llena de iglesias del barroco virreinal y se caracterizó por su fidelidad al Rey hasta el final. Si el grito de independencia se dio en 1810, todavía en 1824 resistía Agustín Agualongo, a quien para cuando le llegó de Madrid el despacho de Brigadier General de los Reales Ejércitos, ya había sido fusilado por los liberales independentistas. Luego, por ese realismo que aunque pasados tantos años todavía hoy se respira, fue objeto de un tratamiento brutal por parte del ejército de Bolívar. Aún hoy los habitantes de Pasto declaran que perdieron en su intento de ser libres en una comarca donde Dios, el Rey y el trabajo honrado los sustentaban el pan diario en medio de la alegría de hermanos.
La ciudad de Pasto había sido un bastión realista desde el comienzo de la emancipación neogranadina, el territorio entre Quito y Popayan estaba en poder de las guerrillas pastusas quienes destruyeron varios ejércitos "patriotas". Llegaron a ser un componente muy importante de las guerrillas realistas que terminarían por propinarle a Nariño y a su ejército el estruendoso descalabro de 1814 con el cual se cerraría el primer ciclo de la oposición de Pasto a la independencia.
La resistencia de la población unida a las guerrillas realistas bajo jefes como Agustín Agualongo lograron mantener su independencia por mucho tiempo. El autor Indalecio Liévano Aguirre indica que se trataba de una “población compuesta por la unión de esclavos fugitivos del Valle del Cauca con indios nativos del Valle del Patía.” En la década de 1820 Pasto respondería con redoblada reacción a los intentos de los patriotas de dominar la provincia. De este período data la acción de la guerrilla realista, liderada por el General Realista pastuso Agustín Agualongo y responsable de la derrota del Mariscal Sucre (en la Batalla de Guachi del 12 de septiembre de 1821) antecedida por la victoria realista en la localidad de Genoy (el 2 de febrero de 1821). La aniquilación de los "patriotas" en esta última contienda habría sido de grandísimas proporciones si no se hubiera producido el armisticio pactado entre Bolívar y Morillo el 25 de noviembre de 1820, cuyos términos ponían fin a la "Guerra a Muerte" que suponía el exterminio del enemigo. El armisticio disponía la regularización de la guerra y dentro de ésta, la preservación de la vida de los prisioneros. El episodio de la Batalla de Bomboná o Batalla de Cariaco, que nunca ganó Simón Bolívar, cuyo ejército huyó despavorido para regresar al Trapiche (Cauca). Aunque esto ha sido manipuladoramente narrado como "retirada heroica" de Simón Bolivar. Una retirada en la Bolivar dejó abandonados, en el caserío de Consacá a 200 heridos, entre ellos el General Torres, enviándole 2000 pesos al Comandante español para los gastos de los heridos mientras tardaba en volver...
Agustín Agualongo
La población de Pasto, en masa, luchó contra el ejército de Bolivar. La guerrilla realista de Pasto volvería a emprender nuevas acciones en la segunda parte de 1822 como respuesta a las victorias de Bolívar y Sucre que condujeron a la capitulación de Quito y Pasto. En esta ocasión aquélla entraría a una fase muy singular. Sus líderes Agustín Agualongo y Benito Boves procederían (luego de la capitulación de Pasto en junio de 1822) a fugarse de la prisión y a tomar la ciudad, empresa en la que no contaron con el apoyo ni del clero ni de los notables aún cuando ésta se llevara a cabo en nombre de la causa del Rey. El fragor de la guerra duraría en Pasto hasta finales de 1822 al ocupar Sucre la capital provincial el 24 de diciembre de 1822. A esto sucedería la siniestra "Nochebuena pastusa" en la que el ejército "patriota" cometió toda clase de desafueros, tan bárbaros que se presentaron como salvajes hordas destructivas, que asesinaron niños y violaron mujeres, entregados a la violencia con desesperación. La lectura de libro "Estudios sobre la Vida De Bolívar" del humanista pastuso José Rafael Sañudo, pone al descubierto las atrocidades de los "patriotas" en su paso criminal por Pasto. Leyendo ese libro, se comprende la resistencia de un pueblo al embiste brutal de una independencia no querida. A los héroes de Pasto, por haber vencido en Bomboná "se los cosió por la espalda, alanceados y arrojados al vórtice horripilante del Guaítara". En ese libro se conoce la terrible noche del 24 de diciembre de 1822, la "Nochebuena pastuosa" donde “las manos de Sucre conocieron la vergonzante sangre de sus hermanos pastuosos torturados, vencidos y humillados. Las violaciones y la crueldad con que se enseñaron contra los habitantes de Pasto, obligaron a los pastuosos a defenderse con todo su ardor y valentía en defensa de su propia vida. Pero se acallan las voces de la historia cuando toda ésta hecatombe pudo evitarse si Simón Bolivar hubiese hecho caso de las palabras de Santander al advertirle éste sobre lo equivocado que era manejar a Pasto como se lo proponía, pues llevaría a confrontaciones innecesarias. La historia ha demostrado que tales palabras no fueron escuchadas y que primó la terquedad de Bolivar.” En 1830 Sucre viajaba en una caravana que salió de Bogotá, integrada por el diputado Andrés García Téllez, hacendado de Cuenca, el sargento de caballería Lorenzo Caicedo, asistente de Sucre, el negro Francisco, sirviente de García, y dos arrieros con bestias de carga. Después de pasar por Popayán, el grupo de viajeros salió de La Venta (hoy La Unión), el 4 de junio de 1830. Al pasar por las montañas de Berruecos, cerca de Pasto, era asesinado. En el proceso del crimen de Berruecos fueron inculpadas las siguientes personas: el coronel Apolinar Morillo, Andrés Rodríguez y José Cruz, soldados peruanos licenciados del ejército, y el tolimense José Gregorio Rodríguez. Los tres últimos trabajaban como peones de José Erazo, un mestizo de la provincia de Pasto, que se consideró uno de los cómplices del crimen. A los 10 años del asesinato de Sucre, José Erazo cayó prisionero en Pasto, y en los interrogatorios confesó el crimen. En el proceso se dictó sentencia de muerte para el coronel Apolinar Morillo, además se acusó al general José María Obando como autor principal del asesinato; el coronel Morillo, antes de subir al patíbulo, acusó también a Obando. Sin embargo, el crimen sigue sin esclarecerse, por el sinnúmero de factores condicionantes que hay a su alrededor: causas políticas, caudillistas, regionalistas e inclusive familiares. La esposa de Sucre, la marquesa de Solanda, volvió a casarse, cumplido el primer año de duelo, con el general Isidoro Barriga, quien había sido su subalterno.