La historia oficial de Chile y Perú, y por extensión de todas las repúblicas sudamericanas, ha hecho del aquí llamado Lord Cochrane un “patriota americano”, un romántico guerrero por la causa de la libertad que ayudó a San Martín, O’Higgins, etc.
Pero ¿quién fue realmente este marino y político británico que tuvo el rarísimo honor de ser enterrado en la Abadía de Westminster?
Thomas Alexander Cochrane nació el 14 de diciembre de 1775 en Annisfield, en Lanarkshire (en el sur de Escocia). Fue educado en casa y pasó mucho tiempo de su crianza en la propiedad familiar de Culross, en Fife (en Escocia, un poco más al norte). A pesar de su nobleza, la familia tenía numerosos problemas económicos y la carrera militar era la única forma de asegurar su supervivencia. Thomas, con tan sólo 5 años, fue alistado como tripulante en la Armada Real —una práctica ilegal pero bastante extendida que aseguraba un lugar como oficial cuando no se tenían otros medios—.
Durante un breve tiempo fue cadete en la academia militar Chauvet del Ejército Real y a los 17 años, como guardiamarina, ingresó propiamente en la Armada. Combatió en las guerras de la Revolución francesa y en 1798 obtuvo el mando de un buque francés capturado. La guerra hacía estragos entre los oficiales y el joven oficial obtuvo una rápida promoción a teniente y el mando del buque H. M. S. “Speedy”.
Continuó su carrera militar pero comprendió que si quería escalar socialmente, necesitaba iniciar una carrera parlamentaria. Así fue que se presentó, y obtuvo en 1806 el escaño por Honiton (Devon, sur de Inglaterra), donde sus credenciales como joven oficial naval fueron bien apreciadas. Al año, ganó un mejor asiento: el de Westminster, para el Partido Radical (facción liberal que se entusiasmaba con los principios de la Revolución francesa).
Mantuvo su membrecía en el Parlamento por diez años, pero su radicalismo y pedidos de reforma, lo convirtieron en un marginal. En 1814 fue acusado y encontrado culpable del famoso caso de fraude en la bolsa de Londres por difundir información falsa respecto a la guerra que en ese entonces peleaba el Reino Unido contra Napoleón.
Como castigo, fue expulsado de la Cámara de los Comunes, sentencia a dos horas en el potro y un año en prisión, una multa de 1000 libras esterlinas y la privación de su rango militar y su título de caballero. A causa de su popularidad, evitó el potro, pero no la prisión. Sin embargo, escapó de ella, fue arrestado nuevamente y otra vez multado con mil libras.
Pero sus seguidores, hicieron una colecta pública con los que se pagó la multa y nuevamente lo propusieron al Parlamento. Sin embargo, sus compañeros parlamentarios lo tenían como “persona non grata” y decidió aceptar el ofrecimiento que le hacía el gobierno de Chile para sumarse a su pequeña Armada.
Estatua de T. A. Cochrane en Culross (Fife, Escocia) |
Los pormenores de su actuación en el teatro de guerra del Pacífico Sur, en las costas de Chile y Perú, son bastante conocidos y pueden consultarse en cualquier “historia nacional”. También es sabido que se sumó —con muchos otros británicos— a la embrionaria Armada del Imperio del Brasil.
En todos estos años, jamás dejó de cartearse con el gobierno británico y firmar como fiel súbdito de Su Majestad. Prueba de esto es que en 1831 heredó sin problemas el título noble de su padre, convirtiéndose en el 10º Conde de Dundonald. También lo demuestra el hecho de que uno de sus hijos, Charles Stuart Cochrane, siendo capitán de navío en actividad fuese enviado en misión secreta a Colombia y Venezuela por el Almirantazgo, entre 1823 y 1825. Vale recordar que Cochrane hijo era uno de los socios de la Bolivar Mining Association, de la que hablaremos en otra oportunidad.
En 1832, regresado a Londres, Thomas Cochrane fue readmitido en la Armada Real con el título de almirante. En 1847 la reina Victoria le hizo nuevamente caballero y, al año siguiente, el gobierno lo designó Comandante en Jefe de la Estación Naval de la América del Norte y las Indias Occidentales.
En 1854, durante la Guerra de Crimea, fue pasado a retiro como contraalmirante del Reino Unido. Falleció el 31 de octubre de 1860 y recibió el muy raro honor de ser enterrado en la Abadía de Westminster, con la leyenda “ilustre en todo el mundo por su coraje, patriotismo y caballerosidad”.
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