"Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia."

jueves, 22 de septiembre de 2011

Los mártires de la lealtad y las visiones de Sor Lucía del S. Sacramento

El 26 de agosto de 1810 el gobierno revolucionario de Buenos Aires hacía fusilar a don Santiago de Liniers, ex virrey del Río de la Plata y héroe de la reconquista y defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807, al brigadier don Juan Antonio Gutiérrez de la Concha, gobernador legítimo de Córdoba del Tucumán,  al Dr. don Victorino Rodríguez, asesor de gobierno cordobés, el coronel don Alejo de Allende, comandante de armas de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, y al primer oficial real don Joaquín Moreno, tesorero delegado de la Real Hacienda en dicha intendencia. Todos hombres devotos y leales.

Monasterio de Carmelitas
Descalzas de Córdoba (Las Teresas)
“En los días aciagos ya referidos vivía en olor de santidad en el monasterio de las Teresas de Córdoba Sor Lucía del SSmo. Sacramento. Por mandato del confesor escribió la monja su autobiografía con el título de Amores de Dios con el alma. La parte de la misma que alude a los sucesos del 26 de agosto de 1810 los reprodujo, en 1947, Carlos A. Luque Colombres como apéndice documental de su monografía El Doctor Victorino Rodríguez, primer catedrático de Instituta de la Universidad de Córdoba. [Edición Imprenta de la Universidad de Córdoba, 1947, p. 125 a 129. Apéndice n. 7. El manuscrito, que es copia trasladada del original por una religiosa del monasterio de Las Teresas, se conserva en el archivo del mismo.]

“Van aquí los datos de algún interés.

“Describe la impresión que trajo a las religiosas la entrada del ejército libertador en Córdoba. Ve las abundantísimos gracias que Dios ‘derramaba a manos llenas’ sobre los jefes de la ciudad encomendados en sus oraciones. Los contempla ‘en el campo donde estaban, asechados de multitud de demonios, guardados y defendidos de multitud de ángeles’.

“El 6 de agosto por la mañana, después de encomendarse fervorosamente a la Virgen Nuestra Señora, ‘vi y entendí y oí —apunta en al autobiografía citada— serían muertos los Señores, que efectivamente murieron, los superiores de esta Ciudad y distrito perteneciente a ésta’. Narrólo en recreación a las hermanas, pero todas lo tuvieron ‘por bobada, desvarío o cosa semejante’.

“La noticia de la tragedia final —continúa— fue ‘cosa que sentimos muy mucho, cosa no esperada ni creída’. Parecía inconcebible a aquellas buenas religiosas que hubiera podido perecer así trágicamente lo más granado de la sociedad cordobesa: ‘Daban tantas razones para afirmar que sólo había sido estratagema todo lo que se había dicho y hecho con ellos; decían los tenían vivos y muy ocultos, se creía más esto que lo contrario… Dudo se pasase día que no se hablase de lo dicho: va a cumplirse ya un año…’ De buen grado se hubiera Sor Lucía desdecido de su fatídico anuncio. ¡Pero estaba tan segura! Sin embargo, ‘lo que oía las razones que daban para tener una grande esperanza de que estaban vivos los dichos Señores, yo me consolada y deseábalo tanto a mi sentir o parecer, como la persona más inmediata o llegada a ellos…’

“Ve sus almas en la Gloria. Dícele ‘Nuestro Señor de cada una en particular con lo que se habían hecho dignos y merecedores de tal corona’. Conversa con ellas familiarmente. Le encargan comunicar a sus allegados ‘no tuviesen pena, que era tan grande y tal sus felicidades que no se puede explicar…; bendecían y alababan al Dios de las misericordias que había usado de tanta liberalidad para con ellos, bendecían sus suertes y entonaban cánticos de gratitud al Omnipotente…’

“Contempla, en fin, otro día, luego de comulgar, al Obispo ‘a las orillas de un embravecido mar, tan atribulado y penado, combatido y amenazado de peligros terribles y espantosos, pero al punto mismo —continúa— vio mi alma en una como en forma de nube a las cinco almas santas de quien he hablado poco adelante, que lo protegían, guardaban y defendían…’

“Sor Lucía frisaba a la sazón en los 39 años de edad. Murió el 4 de mayo de 1824, ‘después de llevar una vida admirable en virtudes y favores del Señor’, estampa la monja que transcribió sus apuntes.”

(Cayetano Bruno, S.D.B., La Virgen Generala: Estudio documental [2ª edic., 1994].)

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