El 26 de agosto de 1810 el gobierno revolucionario de Buenos Aires hacía fusilar a don Santiago de Liniers, ex virrey del Río de la Plata y héroe de la reconquista y defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807, al brigadier don Juan Antonio Gutiérrez de la Concha, gobernador legítimo de Córdoba del Tucumán, al Dr. don Victorino Rodríguez, asesor de gobierno cordobés, el coronel don Alejo de Allende, comandante de armas de la Intendencia de Córdoba del Tucumán, y al primer oficial real don Joaquín Moreno, tesorero delegado de la Real Hacienda en dicha intendencia. Todos hombres devotos y leales.
Monasterio de Carmelitas Descalzas de Córdoba (Las Teresas) |
“Van aquí los datos de algún interés.
“Describe la impresión que trajo a las
religiosas la entrada del ejército libertador en Córdoba. Ve las abundantísimos
gracias que Dios ‘derramaba a manos llenas’ sobre los jefes de la ciudad
encomendados en sus oraciones. Los contempla ‘en el campo donde estaban,
asechados de multitud de demonios, guardados y defendidos de multitud de ángeles’.
“El 6 de agosto por la mañana, después de
encomendarse fervorosamente a la Virgen Nuestra Señora, ‘vi y entendí y oí —apunta
en al autobiografía citada— serían muertos los Señores, que efectivamente
murieron, los superiores de esta Ciudad y distrito perteneciente a ésta’. Narrólo
en recreación a las hermanas, pero todas lo tuvieron ‘por bobada, desvarío o
cosa semejante’.
“La noticia de la tragedia final —continúa— fue
‘cosa que sentimos muy mucho, cosa no esperada ni creída’. Parecía inconcebible
a aquellas buenas religiosas que hubiera podido perecer así trágicamente lo más
granado de la sociedad cordobesa: ‘Daban tantas razones para afirmar que sólo
había sido estratagema todo lo que se había dicho y hecho con ellos; decían los
tenían vivos y muy ocultos, se creía más esto que lo contrario… Dudo se pasase
día que no se hablase de lo dicho: va a cumplirse ya un año…’ De buen grado se
hubiera Sor Lucía desdecido de su fatídico anuncio. ¡Pero estaba tan segura!
Sin embargo, ‘lo que oía las razones que daban para tener una grande esperanza
de que estaban vivos los dichos Señores, yo me consolada y deseábalo tanto a mi
sentir o parecer, como la persona más inmediata o llegada a ellos…’
“Ve sus almas en la Gloria. Dícele ‘Nuestro Señor
de cada una en particular con lo que se habían hecho dignos y merecedores de
tal corona’. Conversa con ellas familiarmente. Le encargan comunicar a sus
allegados ‘no tuviesen pena, que era tan grande y tal sus felicidades que no se
puede explicar…; bendecían y alababan al Dios de las misericordias que había
usado de tanta liberalidad para con ellos, bendecían sus suertes y entonaban cánticos
de gratitud al Omnipotente…’
“Contempla, en fin, otro día, luego de
comulgar, al Obispo ‘a las orillas de un embravecido mar, tan atribulado y
penado, combatido y amenazado de peligros terribles y espantosos, pero al punto
mismo —continúa— vio mi alma en una como en forma de nube a las cinco almas
santas de quien he hablado poco adelante, que lo protegían, guardaban y defendían…’
“Sor Lucía frisaba a la sazón en los 39 años de
edad. Murió el 4 de mayo de 1824, ‘después de llevar una vida admirable en
virtudes y favores del Señor’, estampa la monja que transcribió sus apuntes.”
(Cayetano Bruno, S.D.B., La Virgen Generala: Estudio documental [2ª edic., 1994].)
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