En días pasados el doctor Miguel Ayuso dictó una conferencia en Barcelona acerca de "Tradición política e Hispanidad". En su excelente exposición, el profesor madrileño se refirió al desarrollo del concepto de Hispanidad desde su aparición hasta la actualidad, así como a las deficiencias que el mismo encierra si sólo se limita a lo telúrico - cultural, olvidando la tradición política hispánica que le da sentido.
Al momento de las preguntas y respuestas, alguien le preguntó al final sobre la interpretación que hace el llamado "Nacionalismo Católico" argentino acerca del concepto. Ayuso sin dejar de señalar los aportes que esta "escuela" (así la llama) ha realizado, especialmente al comienzo, durante el apostolado en la Argentina del P. Zacarías de Vizcarra --de familia y militancia juvenil carlista-- y su encuentro con Ramiro de Maeztu --entonces embajador español en Buenos Aires--, quien se convirtió en principal difusor del término en su celebrado Defensa de la Hispanidad. Pero no puede dejar de señalar "la malignidad" con que este Nacionalismo, como "escuela", se ha encargado de mutilar el concepto de su faz política, por anti-españolismo y republicanismo. Del mismo modo en que su "revisionismo histórico" llega hasta 1829 para asumir, cuando nos referimos a fechas anteriores y especialmente en las relaciones con "lo español", todos los postulados de la "escuela liberal".
Llama especialmente la atención cómo la palabra "malignidad" ha causado un estallido de impostadas indignaciones por quienes han recogido el guante y se han hecho cargo (por ejemplo, aquí o aquí), a pesar de que el prof. Ayuso varias veces señaló que no se refería a todos y salvó excepciones.
En fin, esta impostada indignación de los nacionalistas no es nueva. Recordamos especialmente el agresivo ensayito de Enrique Díaz Araujo publicado en la revista nacionalista Gladius en 2010, plagado de adjetivaciones, murmuraciones, calumnias, errores históricos y filosóficos, imaginarias conspiraciones, el ataque a una pequeña editorial en cuyo catálogo había más títulos nacionalistas que carlistas y, finalmente, un desorbitado pedido de procesamiento por traición para los que sostengan aquellas ideas que el abogado devenido historiador arma como un collage con beneficio de inventario para ridiculizar al hombre de paja por él creado.
Hasta donde sabemos, jamás ningún nacionalista católico argentino salió a desmentir estos ataques y acusaciones que eran, para los más sabios de entre ellos, un evidente despropósito y tergiversación.
Y no se crea que fue la única vez. No, en las presentaciones de cada uno de los tomos de su Así fue Mayo, el "acusador" arremetió contra el hombre de paja apostrofado "zonzo neocarlista". En todos esos años, jamás se interesó por dejar de lado adjetivos gratuitos para acercar posiciones o, al menos, intentar comprender al (supuesto) adversario.
De vuelta, tampoco entre sus camaradas hubo este menor esfuerzo. Más bien, todo lo contrario. Se inventaron una conspiración totalmente disparatada y la dejaron correr como reguero de pólvora, incluso algunos de los que se indignan, como se puede leer en los comentarios que enlazamos más arriba.
Es decir, "la malignidad" está probada. Por escrito.