Según la historia oficial, cuando William sólo tenía 9 años de edad, emigraron a Filadelfia (Pennsylvania, EE. UU.). Pero poco después, primero su protector y, luego, su padre fallecieron de fiebre amarilla. El pequeño William paseaba por los bancos del río Delaware, cuando el capitán de un bote mercante le ofreció un trabajo. Así comenzó su vínculo con el mar. Tras diez años como marino mercante, fue obligado a unirse a la Armada Real británica, tomando parte en las guerras napoleónicas. Durante éstas, fue capturado por los franceses. Logró escapar a Alemania, junto con un coronel del Ejército Real, y juntos lograron llegar a Gran Bretaña.
Pero toda esta historia no ha logrado ser verificada. No existen registros del padre de William, ni de su viaje a los Estados Unidos, ni de su juventud como marino mercante. En ese tiempo no era costumbre de la Armada Británica enganchar marinos extranjeros a la fuerza… menos aún, un estadounidense, cuando la neutralidad de esta nueva nación se estaba guardando a rajatabla.
Muy poco se sabe en realidad de los orígenes familiares de Brown, tema sobre el que el futuro almirante casi nunca habló. La leyenda, repetida al hartazgo, es que su familia era de campesinos pobres. Pero la investigación genealógica realizada en Inglaterra e Irlanda ha detectado un único Brown residente en Foxford en aquella época: George Browne.
Este George Browne era recaudador de impuestos y era pariente de los Browne de Westport, que fueron marqueses de Sligo y condes de Altamont.
No se ha encontrado el acta de nacimiento de William, pero es altamente probable que fuese hijo ilegítimo de este George. Tanto es así que sabemos que Lady Altamont, hija del Almirante Lord Howe, le consiguió un lugar en la Armada Real como guardiamarina.
Pero en algún momento de los 1790, abandona la Armada para dedicarse al comercio. En 1801, un William Brown fue capturado por los franceses en la corveta “Presidente”, y un año después, fue intercambiado por el Tte. Crampon, a bordo de la fragata “Resolue”.
A su regreso de Francia, William se unió a la marina mercante británica en las Indias Occidentales, donde llegó a capitán. Mientras tanto, se había hecho íntimo de la familia Chitty, famosos pilotos del Canal de la Mancha, con botes que atracaban en el puerto de Deal (Kent). Los Chitty eran marinos, no eran nobles como se ha dicho.
En 1809, William desposó a Eliza Chitty. No está claro si había participado de la expedición del contralmirante Home-Popham en 1806, pero lo cierto es que, pocos meses después de su matrimonio, viajó en una misión comercial al Río de la Plata.
¿Por qué el Río de la Plata? La clave parece ser su pariente: Gore Browne. Éste era el tercer hijo de un caballero irlandés. Originalmente probó iniciar una carrera eclesiástica, pero teniendo deseo de ser militar, ingresó a la academia militar de Lochee. Participó en la represión de la rebelión de esclavos de Jamaica. Luego fue teniente coronel y jefe del 40º Regimiento. Como coronel, al mando de éste, acompañó al Duque de York en la campaña de Holanda de 1799. Estuvo también en Egipto. Y tras la campaña del Norte de África, acompañó al Gral. Auchmuty a América del Sur. Estuvo a cargo de la toma de Montevideo en 1807. Auchmuty nombró a Browne gobernador de la ciudad. Durante el breve tiempo al frente de la ciudad, Browne logró forjarse el cariño de los montevideanos. Y tras la entrega de Montevideo a las autoridades españolas, el gobernador y el cabildo acompañaron a Browne hasta el puerto. Regresado de América, el Cnel. Browne se unió a la campaña de Walcheren, resultando gravemente herido. Terminada su actuación en las guerras napoleónicas, fue nombrado mayor general, comandante del Distrito Militar Occidental de Inglaterra y gobernador de Plymouth. En 1819, ascendido a teniente general, renunció a este último cargo. En 1820 fue designado coronel honorario del 44º Regimiento. Y, en 1837, se convirtió en general. Los desastres de su regimiento, al mando del Cnel. Shelton, en Kabul, en 1842, lo afectaron profundamente. Falleció, poco después en 1843, en Weymouth (Dorset).
Por su parte, volviendo a William Brown. Éste, en 1811, a bordo de un buque mercante capturado a los franceses y rebautizado “Eliza”, arribó a América del Sur. El “Eliza” encalló en las costas de Buenos Aires, pero hábilmente Brown logró salvar la carga y venderla a excelente precio, con el que pudo adquirir una goleta propia. Vale recordar que éste era el método que, desde el siglo XVII, habían utilizado los contrabandistas holandeses, portugueses y británicos para introducir sus mercaderías a pesar del monopolio español. Por lo que, nuevamente, nos hace pensar que Brown ya había estado en el Río de la Plata con anterioridad.
Con el producido de su venta, ganó suficiente dinero como para adquirir una goleta que llamó “Industria”. Experto marino, Brown logró rápidamente hacerse de una pequeña fortuna contrabandeando entre Buenos Aires y Colonia o Montevideo, escapando entre los bancos de arena y las traicioneras corrientes del Plata de la escuadra española y con el visto bueno de la británica.
Las historias de este contrabandista irlandés ya eran famosas en Buenos Aires cuando se le encarga organizar y dirigir una flotilla que hiciera frente al bloqueo del Río de la Plata.
En un primer momento, Brown se negó aduciendo su calidad de vasallo de Su Majestad Británica, que había venido a radicarse con su familia para vivir en paz. Pero el deseo de venganza fue mayor y, finalmente y tras asegurarse el salvoconducto británico, accedió a la solicitud de los porteños.
A principios de 1814, Brown improvisó el núcleo de la que sería Armada Argentina, acondicionando un buque mercante de bandera rusa adquirido al efecto y que fue rebautizado como “Hércules”. Los tripulantes fueron reclutados de más de una docena de naciones, aunque la inmensa mayoría eran súbditos británicos.
Con esta fuerza, en marzo del ’14, derrotó a los realistas en la isla de Martín García y capturó la estratégica isla en la boca del estuario.
Unos pocos meses después, derrotó a la escuadra realista en las costas de Montevideo.
Fiel a la tradición naval británica, cual “Un nuevo Drake” (así lo llamó la prensa londinense), Brown dirigió expediciones de piratería contra los puertos españoles en la costa del Pacífico. Se convirtió en una leyenda y en un fantasma. Entre septiembre de 1815 y enero de 1820, la flotilla de Brown fue vista en lugares distantes a cientos de millas marítimas entre sí. Desde California hasta Chiloé, los puertos españoles se vieron obligados a reforzar sus defensas, quitando necesarias fuerzas para hacer frente a la insurgencia en tierra.
A principios de 1816, en las afueras del puerto de Pernambuco (en ese entonces fuera del control colonial portugués), donde había ido a vender las mercaderías capturadas en sus ataques, es interceptado por el buque “Brazen” que lo escolta a Bridgetown (Barbados). Allí, un tribunal corrupto, embarga el “Hércules” y su carga en nombre del Rey dado que Brown era súbdito británico y oficial de la Armada Real (según se sabe, en el “Hércules” ondeaba tanto la bandera argentina como la insignia británica según la ocasión).
Eventualmente, Brown logra abandonar subrepticiamente Barbados y llegar a Londres. Allí, con apoyo de su familia política, los Chitty, inicia una apelación. En la capital británica, se le une su esposa Eliza quien había escapado de Buenos Aires a bordo de la fragata británica “Amphion” (el gobierno bonaerense había toma de rehén a la familia de Brown hasta que éste entregase la carga del “Hércules” en cumplimiento del contrato). No logró recuperar su buque insignia pero sí una parte del botín tras un complicado y costoso proceso legal.
De regreso a Buenos Aires, debió enfrentar otro juicio. Se lo acusaba de no haber cumplido las órdenes recibidas, a lo que Brown alegaba que como comandante tenía derecho a no cumplirlas. Aunque no se le llegó a aplicar la pena de muerte, sí perdió el resto de su botín y fue expulsado de la Armada.
Deprimido y arruinado económicamente, intentó el suicidio sin lograrlo. Gracias a su hermano Michael y otros socios, el aún popular Guillermo Brown logró levantar un muy exitoso negocio mercante: exportaba mulas a las Indias Occidentales y regresaba con azúcar, ron y otros productos antillanos, que no sólo introducía en Buenos Aires, sino también en la Banda Oriental a través de Colonia. Este Michael Brown, también oficial de la Armada Real británica, emigrará posteriormente a Australia.
Estallada la guerra con el Imperio de Brasil a comienzos de 1826, Brown fue requerido para organizar nuevamente la Armada Argentina, en ese entonces limitada a unas pocas cañoneras.
A la vista de los vecinos porteños, logró rechazar a los buques brasileños que pretendían destruir la base de Los Pozos. Luego, un ataque nocturno a Montevideo, logró amplia difusión. Y las acciones de piratería contra buques mercantes brasileños, liberando a los esclavos y distribuyendo propaganda revolucionaria, por toda la costa desde Buenos Aires hasta la propia Río de Janeiro, supusieron un duro golpe para el Imperio.
En febrero de 1827, Brown obtuvo la mayor de sus victorias en el río Uruguay a la altura de la isla de Juncal, destruyendo la flota fluvial brasileña.
Gracias a la mediación británica, la paz lograda en septiembre de 1828 suponía la independencia de la Banda Oriental, como “estado tapón” entre Brasil y la Argentina, internacionalizando así la cuenca del Plata.
El 15 de diciembre de 1828, Brown fue nombrado gobernador de Buenos Aires. Inmediatamente introdujo una serie de reformas “ilustradas” en salud pública, educación y hacienda. Pero en mayo del año siguiente renunció.
Fue a fines de ese año que asumió el poder Juan Manuel de Rosas, que, si bien no era del gusto de Brown, mantuvo buenas relaciones.
En los primeros años del gobierno de Rosas, Brown vivió tranquilo en su Casa Amarilla, administrando su empresa marítima y ayudando a su hija mayor Eliza con su chacra. Según fuentes irlandesas, al almirante envió abundante ayuda financiera al “Libertador” O’Connell en Irlanda. Vale recordar que el liberal O’Connell nunca abogó por la independencia de Irlanda sino por los derechos políticos de los católicos para acceder al Parlamento londinense, cosa que logró en 1829 con ayuda de un sector del Partido Conservador.
Pero a fines de la década de 1830 se produjo un conflicto con Uruguay, apoyada por Francia y Gran Bretaña, que sacó a Brown nuevamente de su retiro.
Uruguay tenía una pequeña armada organizada por Campbell, un irlandés que, tal vez como Brown, había servido con Popham. La pequeña república había contratado al marino franco-italiano Garibaldi. Éste había despachado una escuadrilla río Paraná arriba para cortar las rutas comerciales bonaerenses y levantar a las provincias del interior argentino contra Rosas. Brown, en las costas de Costa Brava, derrotó y casi destruyó a la escuadrilla de Garibaldi, pero no capturó a este último. El irlandés, según se dijo, había dejado escapar a su colega franco-italiano.
Cuando finalmente se produce el bloqueo franco-británico del estuario del Plata, Rosas ordena a Brown levantar el sitio de Montevideo y regresar al puerto de Buenos Aires, evitando cualquier incidente. El 22 de julio de 1845, los almirantes británico y francés ordenan al irlandés detenerse, cosa que éste hace, arriando la bandera argentina y entregando los buques.
Luego de este desastre, Brown se retirará de la actuación pública. Enterado de la hambruna de la papa en Irlanda, decidió partir hacia su patria (bueno es recordar que el almirante siempre rechazó la nacionalidad argentina que infinidad de veces se le ofreció).
En julio de 1847 partió de Buenos Aires. Sabemos que estuvo en Liverpool (Inglaterra) y que se alojó en casa de Rose Brennan, bisnieta de su hermana Mary. Rose estaba casada con un pastor protestante llamado Leonard y que puso avisos en los periódicos convocando a parientes del almirante sudamericano. No es seguro que haya logrado llegar a Irlanda como, aparentemente, era su primitiva intención.
Muy poco después, regresó al Río de la Plata. En Montevideo, se entrevistó con su amigo Garibaldi.
En Buenos Aires, se convirtió en líder de la comunidad británica residente aquí, y también fue visita obligada de todo compatriota viajero que pasara por estas tierras. Mercaderes, clérigos, oficiales navales y naturalistas británicos registraron sus encuentros con el célebre aventurero. Consta su preocupación por las vicisitudes de la política en Londres.
Cuando fueron repatriados los restos del Gral. Alvear, el viejo almirante solicitó permiso para comandar el buque que los traía de Montevideo a Buenos Aires. Permiso que le fue concedido.
A los 80 años, en 1857, fallecía en Buenos Aires el almirante Guillermo Brown. A pesar de que el Estado de Buenos Aires se encontraba en ese momento separado y en guerra con la Confederación Argentina, ambos participaron de los funerales.
Daguerrotipo de Guillermo Brown |
Claramente se advierte su rectitud serpentina... O quizás mejor :.
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