viernes, 4 de marzo de 2011

Bicentenario de la extraña muerte de Moreno

El 4 de marzo de 1811 fallecía en alta mar, a bordo de la goleta británica Fame, Mariano Moreno, secretario de la Junta revolucionaria de Buenos Aires. Según su hermano y biógrafo Manuel, el cadáver “estuvo todo el día sobre la cubierta envuelto en la bandera inglesa”, para ser luego arrojado al mar.

El porteño Mariano Moreno estudió en el Real Colegio de San Carlos (hoy, Colegio Nacional Buenos Aires) y, luego, prosiguió sus estudios en la Universidad Mayor Real y Pontificia San Francisco Xavier de Chuquisaca (Charcas), en el Alto Perú. Allí, como muchos de sus compañeros estudiantes y profesores, conoció la obra de los pensadores de la Ilustración --en forma directa o, más comúnmente, indirecta a través de divulgadores que mezclaban la filosofía ilustrada con el cristianismo--. En particular, Moreno se interesó en Montesquieu, Voltaire, Diderot y Rousseau.

En 1802, presenta a la Academia Carolina una monografía titulada Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios en general y sobre el particular de yanaconas y mitarios, donde recoge la leyenda negra anti-hispánica y pasa bajo la lente de la filosofía ilustrada, llamando a acabar con los abusos y la servidumbre que sólo conoció de oídas.

Tras un fugaz ejercicio profesional de la abogacía en el Alto Perú, regresó a Buenos Aires, donde logró conchavarse como relator de la Real Audiencia y asesor del Cabildo. Tuvo un pequeño destello de patriotismo durante la primera de las Invariones Inglesas, aunque pronto se vio deslumbrado por el liberalismo que se difundía desde The Southern Star, diario editado en Montevideo durante su ocupación por tropas británicas. 

Fue el autor de una Representación de los Hacendados que, gracias a hábiles artilugios dialécticos, vino a justificar la apertura del puerto de Buenos Aires al comercio británico.

Estuvo en las reuniones y complots previos a la Revolución de Mayo, aunque no participó del cabildo abierto, por no tener derecho a ello. Sin embargo, el golpe de estado protagonizado por la Legión Infernal de French y Beruti, lo puso en la lista final de los integrantes de la Junta revolucionaria del 25 de mayo de 1810.

Fue designado secretario y fue autor de la proclama del 28 de mayo que anunciaba la creación de la Junta a los gobiernos del mundo y las ciudades y villas del interior del Virreinato. Fundó y dirigió La Gazeta de Buenos Ayres, boletín oficial y órgano de propaganda y adoctrinamiento revolucionario de la Junta (los sacerdotes estaban obligados a leerla en alta voz durante todas las Misas). 

Como reconoció su principal discípulo, Bernardo de Monteagudo, fue el cerebro actuante de la Junta y el responsable de que ésta pretendiese imponer su voluntad a sangre y fuego sobre los cabildos del Interior. 

Sea o no de su autoría, lo cierto es que el famoso Plan de Operaciones expresa al pie de la letra sus ideas y describe aquellos hechos que ocurrirán en los años siguientes. Tradujo y prologó El Contrato Social de Rousseau, publicado con el apoyo de toda la Junta (sólo quitó el capítulo sobre la Religión Civil por considerarlo momentáneamente inconveniente).

El comerciante altoperuano devenido militar y presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, supo ver y temer el creciente poderío del joven abogado Moreno. Pronto se presentaron diferencias entre ambos aprendices de Robespierre o Bonaparte que fueron creciendo rápidamente. Viéndose vencido en la cuestión de la inclusión de diputados del Interior, Moreno renunció y fue comisionado ante las cortes de Brasil y Gran Bretaña.

Murió en el viaje, aparentemente envenenado accidentalmente por una sobredosis de un remedio administrado por el capitán de la Fame. Fue despedido con todos los honores de un buen súbdito británico. La historia oficial lo ha colocado en los pedestales del prócer argentino. Paradojas de la creatividad histórica nacionalista.

Célebre cuadro de Adolfo Carranza y Pedro Subercaseaux, que representa al joven abogado jacobino.


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